“Cuanto más alto subas, más dura será la caída”, dice el refranero español. En el mundo del tenis, estas nueve palabras sirven para reflejar ciertos cambios de dinámica que desde fuera son difíciles de comprender. Por ejemplo, ¿por qué Bernabé Zapata (Valencia, 1997) aparece hoy fuera de los 250 mejores del mundo si hace año y medio estaba #37 en el ranking? Todo tiene una explicación, pero nadie la conoce mejor que él mismo.
La carrera del valenciano viene marcada por un deseo extremo de convertirse en profesional, aunque la falta de recursos no le hicieron la travesía fácil. Una vez lo consiguió, tanto fue el impulso que cogió que, al llegar a la élite, se quedó sin aire, sufriendo una sequía total de ambición. Eso le llevó a perder la ilusión por completo, hasta un límite donde la única solución era colgar la raqueta durante un tiempo. A sus 27 años, el proceso de renovación volvió a ponerse en marcha hace unas semanas, coincidiendo con su primera paternidad, una alegría que no se vio reflejada en la Copa Faulcombridge de Valencia, derrotado en primera ronda ante Arthur Gea, #324 del ranking.
Lo que no cambia en Zapata es la franqueza con la que habla, lo transparente que se muestra y el poco miedo que siente al abrirse las venas y explicar cómo es pasar por una depresión (palabra que en ningún momento se atreve a mencionar). Este trabajo me ha permitido entrevistarle varias veces, pero nunca antes me había cruzado con un Bernabé tan maduro y preciso, en pleno proceso de reconstrucción.
No fue el debut esperado en la Copa Faulcombridge.
Una lástima… más que enfadado, me voy un poco triste. Después de hacer un buen trabajo y volver a competir tras tanto tiempo, mi sensación en la pista estaba siendo buena, siendo muy agradable conmigo mismo a pesar de la tensión del partido. En el último set se notó mucho la diferencia entre haber ganado partidos este año y no haberlos ganado, me faltó esa confianza de jugar más valiente en los momentos importantes, pero eso solo se consigue con partidos encima.
¿Te dolió mucho perder?
Claro, como buen competidor que soy, me gusta ganar siempre. Después de hacer un buen partido, es jodido acabar perdiendo por un par de detalles. La sensación al final fue de tristeza, pero me quedo con los aspectos positivos, eso es lo que me tiene que ayudar de cara a los próximos torneos.
¿Dónde te veremos?
Ahora me voy a Saint-Brieuc, Francia. Voy a intentar competir todas las semanas que pueda hasta terminar el año en Maspalomas, ahora lo que me hace falta es acumular partidos, quiero darlo todo y volver a competir a full.
Por cierto, Arthur Gea. ¿Qué sabías del francés?
¿La verdad? Nada. Creo que no estoy en un punto de analizar rivales ni nada de eso, ahora me tengo que fijar en mí, recuperar mi estilo de juego y trabajar en la base, trabajar lo mental, este es el punto más importante para volver a competir. No me importa el rival al que me enfrente, tengo que fijarme primero en mí mismo, cuando tenga más partidos encima ya habrá tiempo de analizar lo que tenemos delante.
Hace unas semanas fuiste padre por primera vez, ¿cómo te está afectando en lo deportivo?
Algo te cambia, pero tampoco mucho. En lo deportivo pienso que seguirá todo igual, yo siempre he querido ser padre joven, quería tener hijos estando en activo, no esperarme a terminar mi carrera. Quizá fue más duro competir todo el año sabiendo que había un niño en camino, así que en estas primeras semanas toca adaptar ciertas cosas para que todo encaje. Esto es parte de la vida y, obviamente, está por encima de mi trabajo, no puedo ni compararlo. La familia es mi prioridad, el tenis pasa a un segundo plano.
Ahora mismo estás #280 del mundo. ¿En qué momento notas que la situación se te va de las manos?
El año pasado ya no acabé bien a nivel mental, recuerdo hablarlo contigo en una entrevista. Me estaba costando encontrar la ilusión en lo que hacía, nunca me había pasado esto, sentía muy poca ilusión por coger aviones y jugar torneos. Eso se fue haciendo más grande con el paso del tiempo hasta que llegó un punto donde no estaba disfrutando nada dentro de la pista.
Sin disfrutar es imposible ganar.
La palabra ya no es disfrutar, directamente no quería volver a jugar al tenis. Perdí la ilusión por completo, pero dedicarse a esto sin ilusión es imposible. A partir de ahí es donde se compite mal, mentalmente no estás y tenísticamente nada funciona. La realidad es que perdí toda la ilusión por jugar al tenis y ahí da igual que estés #380 o #900 del mundo, estaba quemadísimo. Eso es lo que me llevó a estar mal anímicamente durante varios meses, ya no solo en la parte laboral, sino que también me salpicó a lo personal.
¿Qué te pasó en lo personal?
Era más infeliz en casa, tenía menos ganas de disfrutar del día a día, en ese estado de tristeza cuesta más valorar lo que tienes […] No me gusta etiquetar las cosas, tampoco quiero venir aquí a llorar, pero digamos que entré en un estado de tristeza que te afecta en tu día a día, me costaba valorar lo bueno que tengo en la vida. Ese hoyo, al no encontrar respuestas, se va haciendo cada vez más profundo y no es fácil salir de ahí.
Cuando lo profesional interrumpe en lo personal… peligro.
Yo siempre he tenido claro que el tenis es mi trabajo, que fuera del tenis tengo una vida muy bonita, soy una persona que disfruto mucho fuera de mi trabajo. El problema es que esta vez me veía tan perdido en lo laboral que me empezó a afectar en otras esferas de mi vida, eso provocó que el problema fuera todavía más grande de lo que en realidad era.
¿Qué conclusión sacas de esta etapa tan oscura?
He pasado un año malo en mi carrera deportiva, un año de mierda, lo puedes poner así. Recuerdo salir de la final del Challenger de Barcelona y por la noche decirle a mi mujer: ‘Esto es una mierda, no quiero jugar el próximo torneo’. Han sido varios meses con esta sensación, hasta que a finales de julio tomé la decisión de parar hasta que naciera mi hijo.
¿Y bien?
Eso me dio un poco de tregua, sobre todo a la hora de refrescarme y volver a encontrar la ilusión que había perdido. Ahora estoy #280 pero no me importa, para mí supone volver a empezar de cero.
¿Cómo recuperaste la ilusión?
Dejando de jugar al tenis un mes y medio. Ya me pasó en la pandemia, ahí necesité dos meses de parón, pero luego volví con las baterías cargadas.
¿Por qué crees que llegaste a quemarte de esa manera?
Desgaste del tenis, simplemente. Esto lo he hablado mucho con Pedro (Martínez) porque pienso que nos afectó de manera diferente. Cuando él se metió top50, confesó que quiso más y más, se puso muy ambicioso… pues a mí me pasó lo contrario. Yo llegué a un punto donde logré objetivos que pensé que no iba a conseguir nunca, ahí me quedé sin gasolina. Llevo toda la vida luchando, sin medios económicos, viajando solo muchas semanas, por ahí llegó un momento donde el estanque se quedó vacío, sin ilusión. A partir de ahí, lo que necesitaba era dejar de jugar.
¿Qué te empujó a volver?
Vuelvo porque siento que he recuperado la ilusión otra vez.
¿Derrotas como la del otro día pueden abrir de nuevo esa herida?
Nada, lo que me dan es ganas de seguir jugando. Las derrotas que me hicieron daño fueron las que tuve antes de parar, esas fueron auténticas dramas, estaba enfrentándome a algo que no quería hacer.
¿Y por qué seguías?
Porque es mi trabajo y tengo una responsabilidad como jugador profesional y padre de familia. Ahora no siento que sea un drama perder un partido, ni mucho menos.
Esta temporada has ganado 18 partidos, ¿no disfrutaste ninguno?
No, cero. Imposible. En el Challenger de Barcelona se puede ver el cristo que monté desde el minuto uno. Todos los partidos fueron así, no he disfrutado en ningún momento del año. Se supone que una victoria debe encenderte un poco la llama, pero estaba totalmente quemado, no quería jugar. Ahí es donde me di cuenta, en primer lugar, que tenía un problema. Y en segundo lugar, que la solución no pasaba por seguir jugando semanas a lo tonto, primero necesitaba ordenar cosas de mi vida.
¿Sigues trabajando con un psicólogo?
Sigo teniendo contacto con el psicólogo, pero durante este tiempo de tristeza he notado que estaba dejando de tomar decisiones por mí mismo. Tenía muchas dudas a la hora de tomar decisiones, tanto en mi trabajo como en otros aspectos de mi vida. Soy una persona que me gusta llevar las riendas, pero empecé a perder un poco de esa personalidad, así que la manera de recuperarla ha sido escucharme a mí mismo y analizando lo que me ha pasado.
¿Y si te vuelve a pasar?
No me asusta, al revés, creo que me ha ayudado a fortalecerme y escucharme a mí mismo, a recuperar esa personalidad fuerte. Estuve un tiempo pegando bandazos en según qué decisiones, temas de calendarios o torneos, pero esa tristeza no me dejaba enfocarme bien.
Dijo Andrey Rublev que era más feliz estando #400 que ahora siendo top10. ¿Qué te parece?
Cuanto más arriba estás, más responsabilidades tienes. Mis derrotas más duras han sido estando arriba, jugando partidos más importantes, por eso me han dolido más. Incluso sabiendo que económicamente estaba reconfortado por estar disputando torneos grande.
O sea, que algo de razón tiene.
Todos los jugadores de ese nivel viven con mucha presión, no digo que sea mayor o menor, es otro tipo de presión. Sí es cierto que cuanto más arriba estás, te juegas muchas más cosas, aunque te digan que tienes que enfocarlo como un partido más. Una parte de lo que dice tiene razón.
Económicamente, ¿te ha supuesto un agujero este 2024?
Ha sido un año donde no he ingresado lo mismo que los tres últimos años, pero no me preocupa. Por suerte me fue bien las temporadas anteriores, eso me ayuda a no estar pendiente del dinero. Inconscientemente, el jugador va arrastrando siempre ese pensamiento, pero hay que trabajarlo para no tenerlo presente. Está claro que no gané tanto dinero, pero no pasa nada, soy una persona ahorradora porque sé lo que cuesta ganarlo.
Si mañana colgaras la raqueta, ¿podrías vivir holgadamente?
[…] A ver, en algo tendría que trabajar, pero podría vivir tranquilo. Eso depende mucho del ranking que hayas tenido y si has facturado o no en los torneos importantes. No es lo mismo el que haya llegado al #60 del mundo jugando torneos ATP o jugando Challengers. El dinero ahora mismo no supone una presión, sé lo que es pasarlo mal económicamente, así que estoy tranquilo, si vuelvo a hacerlo bien sé que el dinero volverá a entrar.
¿Qué presión es peor? ¿La de no ganar partidos o la de no ganar dinero?
La presión económica siempre es la peor, no admito discusión. Así lo he vivido yo cuando estaba #280 por primera vez sin haber jugado nunca una Qualy de Grand Slam, recuerdo esa necesidad de llegar porque eso era lo me iba a permitir seguir viajando. Esa sensación es la peor, es la que penaliza a muchos jugadores durante toda su carrera.
A todo esto, el parón se ha llevado por delante a Carlos Calderón, con el que habías comenzado la temporada.
Mi situación con el tenis era muy difícil, así que se volvió complicado trabajar conmigo, no estaba abierto a nada. Si ni siquiera mi mujer podía animarme, imagínate mi entrenador. En los pocos meses que estuvimos me ayudó en lo que pudo, quizá no se haya reflejado en la pista, pero me acompañó durante unos meses en los que lo pasé muy mal. Es un buen amigo mío y eso no ha cambiado, pero después del parón necesitaba volver a la base, a lo que me ha ido bien toda la vida y me ha dado siempre mucha tranquilidad.
Y esa base tiene nombre y apellidos: Carlos Navarro.
Es la persona que necesito ahora mismo para encauzar mi carrera, así que le estoy muy agradecido por escucharme desde el minuto uno. Sé que me tiene muchísimo cariño, por encima de todo lo hace por eso. Lo más probable es que ya terminemos juntos esta carrera.
¿Cómo hacéis para que todo siga igual entre vosotros?
No nos debemos nada porque hemos hecho algo impensable, eso ya no nos los quita nadie. Nos tenemos mucho respeto, juntos hemos hecho un gran trabajo, así que ahora tenemos la ilusión de volver a empezar de cero. Al final también somos muy amigos y eso es lo más importante, si algo he tenido claro en mi carrera es rodearme de las personas que quiero de verdad, para vivir con ellos los momentos bonitos.
Es vuestra tercera etapa juntos, ¿cierto?
Sí, en su momento lo dejamos en puntos de vida diferentes y ahora volvemos a encontrarnos en puntos de vida diferentes. Somos mayores, él ha crecido mucho con las escuelas, yo ahora soy padre y tengo 27 años, ambos hemos evolucionado. Es nuestra tercera etapa juntos, aunque Carlos ha sido de esas personas que siempre ha estado ahí.
¿Te imaginas empezar y terminar tu carrera con el mismo entrenador?
¡Debe ser la polla! (Risas) La primera vez que nos separamos fueron cinco meses, ahí fue más por saturación, pero es normal cuando acumulas tanto tiempo de convivencia con una persona, llevábamos 9 años trabajando mano a mano. Al final ves a tu entrenador mucho más tiempo que a tu novia, pero por ambas partes, esto es igual de duro para el jugador que para el entrenador. Este segundo parón ha sido de año y medio, mucho más largo, pero nos ha servido para vivir la vida un poco separados. Eso hace que ahora volvamos con más ganas y miremos todo con otra perspectiva.
¿En qué etapa de tu carrera estás ahora mismo?
Siento que acabo de empezar la segunda etapa de mi carrera tenística. Este verano, tras ese parón, acabó la primera.
¿Durará mucho esta segunda etapa?
Pues no lo sé, imagino que hasta los 33-34 años. Mi primera etapa duró siete años, de los 20 a los 27, pues ahora me quedarán otros siete años de tenis, no más.
Rafa también dijo en su momento que no se veía jugando más allá de los 30…
… pero yo no soy Rafa (risas).
¿Será mejor la segunda etapa que la primera?
Confío en el trabajo del día a día, eso es lo que me ha llevado a tener un buen ranking y buenos resultados. Al empezar mi primera etapa, el objetivo era simplemente mejorar, no era llegar al top100 o jugar grandes torneos, nunca fui de ponerme objetivos. Ahora más que nunca voy a reforzar esta idea. El otro día, cuando perdí en primera ronda, no pensé ni en el ranking, ni en mi rival, ni en que el año pasado estaba jugando Shanghái esta semana. Lo que pienso es en aceptar que esta es la realidad que me toca vivir ahora. No me importa si lo que venga por delante es mejor o peor, lo que quiero es dejarme los huevos en mi trabajo y volver a disfrutar, lo importante es ser feliz en la vida.
Pero algún objetivo habrá que marcarse.
Jamás me he marcado un objetivo, no lo hice nunca, nadie me dijo en su momento que iba a llegar al top50, ni mis padres ni mi entrenador. Ahora siento la motivación de volver a estar arriba, por eso estamos aquí.
‘Volver a estar arriba’ me vale como objetivo.
Por supuesto, eso es lo que nos despierta la ilusión, pero lo que perseguimos y por lo que trabajamos es por ser más competitivos y ser mejor tenista que antes. Sé lo que es jugar torneos buenos y estar triste, ganar dinero y estar triste, volver a casa y estar hecho polvo. Hoy sé que la felicidad no está en jugar Wimbledon o ganar un partido a cinco sets, mi felicidad no depende de eso. En momentos de mi vida dependí de eso y el resultado fue volver a mi casa y estar destruido. Eso no me lo puedo volver a permitir.
Imagínate que en dos años no consigues volver al top100, ¿serías feliz?
Estaré feliz, de verdad.
¿Seguro?
El año pasado, estando #50 del mundo, perdí partidos en Roland Garros, Wimbledon y Hamburgo y lo que pasé fue una depresión extrema. Llegar a mi casa y pensar que mi vida era una puta mierda. Estando en esa situación, ¿qué mas da perder en Hamburgo o en la Chimbamba? Claro que prefiero perder en Hamburgo, pero no en esa situación, viviéndolo todo como un infierno. Esto lo aplicaré si el día de mañana vuelvo a jugar a esos niveles.
Por último, ¿te gustaría que tu hijo fuera tenista profesional?
Imposible, la única manera de que juegue al tenis es que me lo pida él, en esa caso lo apuntaré a una escuelita. Solo cogerá la raqueta si él quiere, pero papá se encargará de que no sea tenista profesional. Mi idea es apuntarlo a varios deportes y luego que él decida, pero tenista profesional no va a ser, eso te lo garantizo.