El entrenador que nunca fue entrenado

Michael Russell, actual coach de Taylor Fritz, explica cómo se pasó toda su carrera viajando en solitario: “Analizaba a mis rivales y mis tácticas antes de cada partido”.

Fernando Murciego | 22 Mar 2024 | 08.30
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Michael Russell, entrenador de Taylor Fritz. Fuente: Getty
Michael Russell, entrenador de Taylor Fritz. Fuente: Getty

Taylor Fritz se ha convertido en estos últimos años en uno de los rostros más reconocidos del circuito masculino. De su entrenador, Michael Russell, no se habla tanto. Hoy descubrimos algunos datos del hombre que ha llevado a Taylor a la élite.

¿Qué sabemos de Michael Russell? Que tiene 45 años, que fue tenista profesional entre 1998 y 2015, que alcanzó el top60 de la clasificación y que no pudo ganar ningún título individual. Su estatura por debajo del 1’75 tampoco se lo puso fácil. Ya como entrenador, por sus manos pasaron gente de la talla de Frances Tiafoe, Ryan Harrison, Tennys Sandgren, Sam Querrey o Mackenzie McDonald, hasta que le llegó la oportunidad de tutelar a Taylor Fritz, al que ha convertido en el mejor estadounidense del planeta. En una entrevista con Tennis.com, Michael nos da valiosa información para entender su labor actual, además de sus orígenes.

Por encima de todo, Russell se toma con humor la fama que se ha ganado en los banquillos, la fama de alguien inexpresivo, impertérrito ante los acontecimientos, uno de esos entrenador que no transmiten mucho a su jugador. “Literalmente, no tengo ninguna expresión”, acepta el de Detroit. “Al resto de jugadores les gusta burlarse sobre mí por este aspecto. Es cierto que existen algunos jugadores que necesitan de ese extra de motivación adicional, una fuente externa para reaccionar dentro de la pista. En nuestro caso, la motivación de Taylor siempre es muy alta, así que prefiero mostrarle un carácter positivo y controlado”, valora el norteamericano, fiel a sus principios.

Respecto a su etapa como jugador, Michael es consciente que sus raíces humildes nada tienen que ver con el circuito actual, aunque ser un alma solitaria le hizo reforzar su mentalidad, además de saber exprimir mucho mejor las oportunidades que se le van presentando a Fritz. “Estuve solo la mayor parte del tiempo, tuve que analizar yo solo a mis oponentes y hacer todos los preparativos tácticos antes de cada encuentro. Cuando llegó la hora de retirarme sentía que mi cuerpo ya empezaba a desmoronarse, mi físico decayó mucho, en esa transición fue donde me di cuenta que me gustaba mucho ayudar a otros a mejorar”, recuerda con cariño el hombre que hizo octavos de final en Roland Garros 2001, donde casi tumba a Gustavo Kuerten.

“Ahora el juego va mucho más rápido, es casi balístico, pero esto ya empezábamos a verlo en la gira en los años de mi retirada”, subraya Russell, responsable de haber llevado a su jugador hasta el top10 del ranking ATP. “Taylor es alguien que juega completamente diferente a como lo hacía yo, es totalmente lo contrario, pero no es la primera vez que un entrenador y su pupilo son tan diferentes. Todo esto se soluciona con horas y horas de trabajo, la parte que la gente desde fuera nunca ve”.

LA CARTA DEL COACHING

Muchas veces a la sombra de Paul Annacone, el otro entrenador al cargo del proyecto, Russell no siempre ha recibido la atención que merecía. Quizá por no ser tan mediático, o quizá porque esto nunca le importó. Lo que sí pudo haber cambiado todo es la llegada del coaching al circuito profesional, algo que generó mucho debate al principio pero que luego no ha supuesto ninguna tragedia para ninguno. Siendo Fritz uno de los tenistas que nunca apostó a favor de esta medida, es normal que su entrenador tampoco sea de los que más comunican durante sus partidos, ganándose cada día el mote de 'Iron Mike’.

“Sé que Taylor ha dicho muchas veces que no le gusta, pero la verdad es que suele comunicarse conmigo en los partidos. Simplemente lo utilizamos para darnos algunas claves importantes, en mi caso, para asegurarme de que mi jugador está haciendo las cosas correctas. Si las emociones de repente le superan, ahí puedo animarle para que luche como nunca. Aunque luego si pierde un partido es verdad que uno siempre se pregunta si podría haberle dicho algo más”, concluye el técnico de Michigan.