De ganar Roland Garros a dar la vuelta al mundo

Carlos Cuadrado conquistó París hace 20 años en categoría junior. Hoy navega en su velero con el propósito de dar la vuelta al mundo.

Fernando Murciego | 29 May 2021 | 20.23
facebook twitter whatsapp Comentarios
Carlos Cuadrado, campeón de Roland Garros Junior 2001. Fuente. Carlos Cuadrado
Carlos Cuadrado, campeón de Roland Garros Junior 2001. Fuente. Carlos Cuadrado

Hay que ver las vueltas que da la vida. Una frase que podría definir perfectamente a Carlos Cuadrado (Barcelona, 1983). Su nombre sonó con más fuerza que nunca hace justo 20 temporadas, cuando salió campeón de Roland Garros Junior en la primavera de 2001, con 18 años. Lo hizo además sin perder un set en toda la semana, cogiendo el testigo del futuro del tenis español y acaparando todas las miradas del circuito. En aquel momento, nadie hubiera podido adivinar que su trayectoria como tenista acabaría tan solo siete años después, obligado a colgar la raqueta tras seis operaciones de cadera, frustrado por la inoperancia de un físico que nunca le permitió mostrar su potencial.

Hoy nuestro protagonista tiene casi 38 años, su amor por el tenis sigue intacto, pero ha instalado una nueva pasión como motor de vida, la navegación. En mayo de 2017, buscando romper con la monotonía diaria, el que todavía es el último campeón español de Roland Garros Junior decidió zarpar con su velero hacia un reto solo al alcance de unos pocos soñadores: dar la vuelta al mundo. Partiendo desde Australia, sin marcarse ningún plazo y enfrentándose a los peligros del mar, un enemigo mucho más peligroso que el servicio de Ivanisevic. En definitiva, una aventura que merecía ser contada. En el vigésimo aniversario de su triunfo en París, Punto de Break ha querido rescatar la historia de Carlos Cuadrado, aunque encontrarlo no fue nada fácil. Eso sí, desde el instante en que la grabadora se puso en marcha, supe que este artículo iba a merecer la pena.

Antes de nada, déjame que rastree tu ubicación. ¿Dónde estás ahora mismo?

Justo acabo de llegar a Tahití, donde voy a quedarme un tiempo trabajando. A raíz de haber dado unas clases de tenis gratuitas en las Islas Marquesas, acabé conociendo a la presidenta de la Federación de Tenis de Polynesia y me ofreció unirme al programa de formación de entrenadores de la Federación, para trabajar con sus mejores jugadores.

Allí tendrás mejor conexión que en algunos océanos.

Depende mucho del sitio, eso es verdad. Cuando estuve en Santa Elena, por ejemplo, recuerdo estar dos meses y medio sin acceso a Internet, ahí sí que me sentí un poco atrapado. Normalmente sí puedo navegar por la red, intento estar siempre al tanto de todas las noticias, sobre todo ahora con todo el tema del coronavirus.

¿De dónde te nace esta pasión por la navegación?

Viene de muy atrás, desde pequeño, cuando hacíamos las vacaciones en la Costa Brava con mis padres y mis tíos. Mi padre tenía una barca muy pequeña y con ella íbamos a bucear, ahí noté que me encantaba este mundo. Cualquier actividad al aire libre, rodeado de la naturaleza, suponía una aventura, me apasionaba. Luego de mayor he querido hacer lo mismo, pero a una escala diferente.

El barco ahora es un poquito más grande.

Exacto (risas). El viaje tampoco es a la Costa Brava, sino alrededor del mundo. He pasado de ir de cala en cala a cruzar océanos.

Dar la vuelta al mundo en velero suena atractivo, pero no es para todos.

En mi caso, desde niño siempre quise comprarme un barco, el problema es que siendo tenista nunca tuve tiempo para navegar. Era algo que tenía en la mente, algo que no podía suceder de la noche a la mañana. Con 25 años dejé de jugar al tenis debido a las lesiones y me quedé bastante tocado, así que decidí irme lejos, muy lejos. Me fui a Australia.

¿Por qué tan lejos?

Necesitaba desconectar de todo, me vino genial. Allí acabé haciendo las paces con el tenis y acabé convirtiéndome en entrenador, pasando a trabajar dentro del circuito WTA. Estuve con Kuznetsova, Hantuchova y Pavlyuchenkova casi tres años, hasta que finalmente me acabó fichando Tennis Australia, donde estuve cinco años. Mientras tanto, fui ahorrando dinero hasta descubrir lo que quería de verdad.

¿Dar la vuelta al mundo?

Eso vino después. Lo que quería era comprarme un velero, ese fue el siguiente paso. Estaba viviendo en Melbourne, en el velero, pero las ganas de navegar eran cada vez mayores, una pasión descontrolada. En ese momento vi que necesitaba un parón, aunque todavía no tenía muy claro el objetivo final.

¿Pero tenías nociones de navegación?

¡Qué va! No tenía ni idea. Necesitaba aprender y, lo más importante, necesitaba saber si realmente me gustaba navegar. Una cosa es irte los fines de semana en barquito a la Costa Brava cuando hace sol… y otra cosa es enfrentarte a las tormentas, los mares y otros problemas que uno puede encontrarse cruzando océanos. Tenía que saber si de verdad me gustaba, así que aposté por un primer viaje: Melbourne - Nueva Caledonia.

¿Tiempo estimado?

Tardé una semana y media, más o menos. Subí la costa de Australia hasta Sidney, poco a poco, navegando dos días y descansado otros dos, hasta que me di cuenta que aquello me encantaba. Me encantaba hasta el punto que lo que quería eran viajes más largos. Cuando llegué a Nueva Caledonia lo tenía ya claro: quería dar la vuelta al mundo en dirección oeste, aprovechando los vientos elíseos.

Foto: Voyages of Agape

¿Qué significa dar la vuelta al mundo? ¿Cuánto se puede tardar?

Bueno, no es ninguna carrera, esto es importante. Tampoco tengo un presupuesto ilimitado. Cuando te planteas dar la vuelta al mundo, primero tienes que aceptar que será un proceso largo. En segundo lugar, estás dejando tu casa atrás, tienes que ser autosuficiente y estar capacitado para cubrir los gastos de todo el viaje. Hombre, puedes parar y trabajar, pero no es tan fácil. Luego están las opciones del viaje, si quieres hacerlo sin parar o marcándote las paradas que tú quieras. La gente dice que si no has hecho la vuelta al mundo en diez años, es que has ido muy rápido.

Tú sí te marcaste unos plazos.

La gente que lo hace en modo carrera tarda mucho menos, aunque depende mucho del barco y la velocidad. No hay una respuesta única, lo que yo tenía pensado era dar la vuelta entera en unos 4-5 años.

¿Y va bien la cosa?

Va bien, los plazos se están cumpliendo. Seguramente llegaré a Australia a final de año, sobre octubre o noviembre. Ahora mismo me queda el 10% del recorrido.

No te ha frenado ni la pandemia.

El coronavirus ha ralentizado un poco los planes, pero también ha cambiado mi mentalidad. El objetivo no es dar la vuelta al mundo para que todo termine, esto se ha convertido en un estilo de vida. Me gustaría seguir con este viaje mucho tiempo, todavía existen muchos lugares que quiero conocer, visitar sitios que me he perdido, no quiero regresar a Australia pensando en todos esos sitios. Si pudiera, me pasaría años dando la vuelta al mundo, sin pensar lo que estoy haciendo, pero ahora mismo con esta situación es inviable. En principio, el objetivo es acabar a finales de este año. Ahí tocará volver a trabajar a tiempo completo para recuperar mi vida de antes.

¿Te ha tocado tirar de ahorros?

Había ahorrado para un par de años, pero una vez superé ese límite las cosas se pusieron un poco más difíciles. Tengo un canal de Youtube donde la gente puede hacer donaciones, con eso saco unos 300€ al mes que me ayudan a cubrir muchos gastos. El año pasado, por poner un ejemplo, me quedé sin dinero en Tailandia y me tocó trabajar de capitán un mes. Digamos que van surgiendo trabajos esporádicos y los voy aceptando con gusto, aunque lo que de verdad sustenta toda esta aventura es la vinculación que todavía tengo con Tennis Australia, para los que sigo trabajando a distancia.

¿Qué estás aprendiendo de este viaje?

Muchísimo. Para empezar, me he dado cuenta que el 90% de las cosas son tonterías, cosas prescindibles. Hay veces que cuanto menos tenemos, más felices somos. Pero claro, inmersos en la ciudad consumista es muy complicado darse cuenta de esto, la sociedad nos controla, nos impide verlo. Hay que salir ahí fuera para ver que no te hace falta comprar tanta ropa, salir tantas veces a cenar fuera, ni hipotecarte cinco años más por comprar ese coche tan caro. En el mar te acostumbras a un presupuesto limitado, toca adaptarse, solucionar tus problemas con lo que tengas a mano. Ya no puedes pagar a alguien para que arregle tus cosas, lo tienes que hacer tú.

¿Y si le pasa algo al barco?

Me ha tocado aprender, sobre todo de mecánica. Si en una isla le pasa algo al barco, no habrá un mecánico esperándome en la orilla. Y si lo hay me cobrará 90€ la hora, tampoco lo puedo pagar. La solución está en el manual del motor, tardarás más, pero saldrá gratis. Aprender cosas era uno de mis grandes objetivos en este viaje, sentía que me había pasado toda la vida pensando en tenis, sin saber nada de nada. Me apetecía mucho enriquecerme de otros temas, como el mar, los barcos, mecánica o meteorología.

Dicen que el tenista muere siendo tenista, que nunca se retira. ¿Tú te sigues sintiendo tenista?

El tenis es lo que hacíamos, pero no somos tenistas. Somos personas, personas que jugábamos a tenis, pero ya no jugamos más. A partir de ahí la vida sigue, ese es el problema que tienen algunos, se quedan estancados pensando que serán jugadores de tenis toda la vida, por eso es tan difícil la readaptación a la vida normal. Yo mismo me incluyo en este grupo, pero es que nadie viene para explicarte lo que viene después, a mí me costó doce años de mi vida darme cuenta.

¿Qué te hizo pasar página?

Creo que asimilé mi nueva situación en 2019, después de hablar mucho con gente de mi entorno. Con Carlos Martínez, por ejemplo, el que fuera mi entrenador en mi etapa de jugador. Recuerdo verle en un Open de Australia y decirle: ‘Todavía no he superado la frustración de haberme tenido que retirar por culpa de las lesiones’. Todo esto me lo explicó mejor Scott Draper, mi antiguo jefe. Él fue quien me dijo que el tenis era algo que hacía, no lo que yo era. Por suerte, ahora la gente se retira más tarde, pero la vida seguirá siendo mucho más larga que ese período profesional.

Hablemos de tu carrera, ¿te vienen recuerdos buenos o malos?

Es una sensación difícil de explicar. Evidentemente, lo primero que me viene a la mente es Roland Garros, un torneo que no me esperaba ganar y que me dio alas. En aquel momento me vi a las puertas de algo por lo que llevaba luchando toda la vida, un lugar al que finalmente nunca pude entrar. Nunca pude llegar donde quería estar, a ese top100 tan deseado, aquello me dejó una sensación de frustración y tristeza. Me fui sin saber lo lejos que podría haber llegado y siempre tendré esa duda.

Tuviste seis operaciones de cadera. ¿Mala suerte o hubo algo más?

No creo en la suerte. En mi caso, creo que mi carrera podría haberse gestionado mucho mejor. No quiero culpar a nadie, pero ahora lo pienso y ciertas cosas las hubiera hecho de otra forma. Por ejemplo, después de la primera operación, lo ideal hubiera sido esperar a estar al 100% antes de volver a competir. Mi problema siempre fue que mi tenis estaba a un nivel y mi físico estaba muy por debajo. Ese era el problema, pero nunca se solucionó. Mi tenis siguió siendo alto, pero la exigencia de partidos tuvo un impacto fatal en mi cuerpo. Era muy joven, apenas tenía conocimiento sobre qué tenía que hacer, me veía jugando bien, en grandes torneos, así que nunca entró en mi cabeza hacer un parón o esperar a que mi físico se pusiera al mismo nivel que mi tenis.

¿Qué papel jugó tu entorno?

Había mucha ansia por seguir creciendo, aunque por mi parte también. Queríamos llegar ya, una prisa que acabó pagando mi cuerpo, pero luego ya fue demasiado tarde. Por eso no creo en la suerte, en su día tomamos decisiones que no fueron las mejores.

Hasta que a los 25, después de tantas luchas, decides retirarte.

A los 25 tuve mi última operación de cadera, la cual me dejó una sensación de incomodidad al caminar. Después de la segunda o de la tercera me sentía igual, con más o menos dolor, pero me sentía igual. Pero después de la última mi velocidad en pista y mis cambios de dirección ya no eran los mismos, ahí todo cambió. Pensar que no podría caminar correctamente el resto de mi vida me asustó, eso estaba por encima de que en pista ya no me sintiera como antes. Lo ideal hubiera sido seguir jugando diez años más, pero con lo que tenía no había manera.

Veo aquí que lo poco que jugaste, fue de manera intermitente.

Nunca pude estar doce meses compitiendo, salía de una operación y en menos de un año ya estaba de vuelta al quirófano. Así estuve desde los 19 hasta los 25 años, operándome todos los años menos uno. Esa temporada en la que no me operé recuerdo estar jugando muy bien y llegar a los cuartos de final de Viña del Mar, estaba top200 pero tenía nivel para ganar a algunos jugadores del top100 o top50. En ese momento mi ranking no reflejaba mi nivel, pero de nuevo volvió a pasarme lo mismo, mi cuerpo no estaba preparado para ese nivel de exigencia, para la alta competición, así que me volví a romper.

¿Cómo es el camino desde que te lesionas hasta que te operas?

Paras. Fisio. Te empiezan a infiltrar. No funciona. Se contempla la operación. Esperas. Pasan tres meses. Te operan. Y luego son seis meses de recuperación más otros dos meses hasta que vuelves a competir. Luego compites cuatro meses y te rompes otra vez. Vuelta a empezar.

¿Siempre así?

Siempre así, desde los 19 años, cuando tuve mi primera operación de rodilla.

En 2006 logras tu mejor resultado (cuartos de final en Viña del Mar) y tu mejor ranking (222º). Curiosamente, ese mismo año cuelgas la raqueta.

Fue el único año que me libré del quirófano. Esa temporada tuve un mejor feeling con mi cuerpo, al no haberme operado en octubre, en enero estaba ya jugando muy bien, así que llegué con una inercia muy positiva a Sudamérica. Recuerdo que viajé solo, pasé la fase previa, gané dos rondas y en cuartos de final me tocó Nicolás Massú. La verdad, ese día me vi superior a él en pista, pero esa sensación me duró un set. En el segundo ya me empecé a acalambrar, mis músculos no estaban acostumbrados a esa intensidad. El problema es que no había tenido el tiempo necesario para prepararme y competir a ese nivel. Mi tenis se pasó toda una vida esperando a que mi cuerpo se igualara, pero nunca pasó.

¿Llegaste a sufrir depresión?

Cuando el camino se llena de tantos obstáculos, sí es posible que aparezca un término tan fuerte como éste. La verdad, no sé si tuve depresión, sí que estuve muy frustrado, pero creo que no llegué a tanto. Tampoco sé exactamente lo que define estar depresivo, lo que sí estuve es muy triste.

Hablando una vez con Carlos Martínez, me decía que nunca tuviste dudas sobre tu nivel, que te veías llegando a la élite.

Es que no tenía ninguna duda, me sentía ahí, con los mejores. Cuando empiezas a entrenar con los top10, empiezas a ganarles algún set y te ves que jugando al mismo nivel que ellos, la cabeza te dice que solo es cuestión de tiempo. Llega un momento donde lo sabes. Como junior sí que te pasas todo el tiempo soñando, pero una vez tienes 18-19 años y haces todas estas cosas, es cuando ya no tienes dudas. Por dentro, sabes que depende de que se junten un par de factores para mejorar tu ranking y meterte arriba. A ti mismo no te puedes mentir, ni para lo bueno ni para lo malo, y yo siempre me vi ahí. Las lesiones fueron lo único que no pude controlar, por eso duele mucho más.

Se cumplen 20 años desde que ganaras Roland Garros Junior. De aquella semana imagino que solo tendrás buenos recuerdos.

Tuve un cuadro muy difícil. Gané en cuartos de final a Janko Tipsarevic, que en esa época era muy bueno, y en semifinales a Alejandro Falla. En ese momento yo no sabía si era bueno o era malo, no solía jugar el circuito junior. Con 18 años ya estaba en los Futures, como suele hacerse en España debido al poco presupuesto que teníamos para viajar. Cada partido que jugaba me vaciaba, lo dejaba todo, pero estaba súper nervioso, cada encuentro que jugaba no sabía qué iba a pasar por no conocer a mis rivales. A Tipsarevic sí le conocía, de hecho, pensé que perdería, así que ese victoria me ayudó a generar mucha confianza. No perdí ningún set en todo el torneo, pero los encuentros con Tipsarevic y Falla fueron los que marcaron todo.

En la final perdiste un solo juego con Brian Dabul: 6-0, 6-1.

Con Dabul fue diferente, él tenía un nivel más bajo que los otros dos, lo que pasa es que había tenido un buen cuadro. Estando en pista me di cuenta que ese partido no sería tan duro como los dos anteriores, por eso me encontré mucho más cómodo, la táctica también ma ayudó mucho. Brian tenía revés a una mano, pero en París cuando hace calor la pelota bota mucho, ahí fue donde vi que le costaba mucho encontrarme de revés, mi punto más débil. Me puse a pasarle bolas al revés hasta que se me quedara una bola franca con la derecha. En otro torneo quizá hubiera tomado más riesgos, pero aquella final era muy importante, quería ganarla como fuera. Luego Brian acabó siendo top100, demostró que también era un gran jugador.

Tipsarevic, Falla y Dabul, los tres fueron top100.

Eso fue lo más duro, mientras ellos ganaban partidos yo me pasaba los días en hospitales y en muletas. Me alegraba por ellos, pero también es muy frustrante saber que has ganado a la mayoría y no vas a tener esa misma oportunidad.

A día de hoy, sigues siendo el último español en ganar Roland Garros Junior en categoría masculina, ¿te alegra escuchar algo así?

Para mí ya no es ni bueno ni malo, aunque ganar Roland Garros Junior no es ganar un torneo cualquiera. Si tú miras todos los campeones junior que ha habido en Roland Garros en los últimos 45 años, creo que yo soy el único que no ha sido top100. Este dato me lo dijeron estando en Australia, fue un estudio que se hizo. Igual en otras superficies no se da un porcentaje tan alto, pero si quieres ganar en tierra batida tienes que ser muy completo para lograrlo.

¿Cómo fue el día que decidiste dejarlo?

Llegó un día en el que ya no pude más. Es muy diferente al caso del típico jugador que se hace mayor, ya no se siente competitivo, quiere tener familia o quiere viajar menos. Lo mío fue totalmente diferente, llegué a la conclusión de que no podía seguir operándome así como así. Después de seis operaciones de cadera, no sabía cómo plantearme una carrera con un problema tan grande, así que no tuve la opción ni de engañarme. Directamente, no le vi sentido a seguir jugando.

Luego tuviste algunos éxitos como entrenador, ¿ayudó a curar la herida?

Ayudó a suavizarlo todo. Cuando tu jugador tiene éxito, sientes que tienes algo de culpa, eso te hace sentir bien. Hacer un buen trabajo con un jugador/a te ayuda a sentirte realizado en tu trabajo… pero no me quitó la frustración.

¿Te llegaste a quemar del tenis?

Quemar nunca. Como entrenador seguí viajando mucho, pero luego en Tennis Australia fueron cinco años rodeado del mismo ambiente, cada día, con la misma gente. Vi que necesitaba un descanso, ese año sabático que nunca había podido tener. Tras ochos trabajando en el tenis desde fuera, a la mínima que tuve la opción de salir no me lo pensé, fue un proceso muy natural. Pero el objetivo no era desaparecer, fue más la necesidad de irme por un camino donde volver a disfrutar con uno de mis hobby: navegar.

Es imposible desvincularse del tenis para siempre.

De hecho, sigo vinculado. Ahora en Australia estoy vinculado con el Rafa Nadal Tour, me encargo de hacer los torneos junto a las actividades de valores. En 2019, por ejemplo, hicimos seis torneos, pero en 2020 tuvimos que cancelarlo todo. Sigo vinculado al tenis y estoy seguro que en un futuro volveré. No es que no cierre la puerta, es que siempre la dejé abierta. Después de toda esta aventura en alta mar, mi intención es regresar al tenis.

¿Se parecen en algo el tenis y la navegación?

Podríamos encontrar muchas similitudes entre jugar un torneo de tenis y navegar por el mar. Para empezar, la adrenalina que encuentras en una pista de tenis no la puedes encontrar en tu vida normal, ni siquiera entrenando. Ese es el gran vacío tras la retirada, por eso el jugador común tiene tantas dificultades para aclimatarse a la vida normal. Navegando volví a tener esa sensación, prepararme antes de una ruta peligrosa me generaba la misma adrenalina que el día de torneo. La adrenalina me daba felicidad y el ser humano debe perseguir esa felicidad, por eso lo dejé todo por navegar.

¿Dar la vuelta al mundo te hará más feliz?

Todo esta historia empezó por mi espíritu de superación, por las ganas de afrontar un gran reto, de alimentar el ego para sentirme mejor… pero a mitad del camino me calmé, me di cuenta que no necesitaba dar la vuelta al mundo. La felicidad que te da el mar ya es suficiente. Si doy la vuelta al mundo o no ya dejó de ser un reto, me da igual, esto se ha convertido en una forma de vivir. Si todo va bien terminaré de dar la vuelta igualmente, pero ya no será para contar lo que hice en mis fiestas de cumpleaños, será para contar cada cosa que viví y aprendí durante este viaje. El día que esto termine sé que no estaré contento por haberlo completado, estaré triste porque todo habrá terminado.

Siempre puedes dar una segunda vuelta…

Seguramente, aunque nunca es buen momento para estar varios años navegando. Si te quedas esperando a ese momento perfecto, ese momento no llega nunca. Por eso las bahías están llenas de navegantes con sueños rotos. Para un reto así te tienes que lanzar cuando creas que es el momento. Yo lo hice, espero acabarlo este año y espero algún día regresar para visitar los sitios a los que no pude ir esta vez.

Sé de una persona que estaría orgulloso de ver lo que has hecho.

Esto fue el momento más duro de todo el viaje [...] Mi padre falleció el pasado mes de marzo y me pilló en las Islas Marquesas, con las fronteras cerradas y sin poder volver. La impotencia que sentí al verme atrapado en mitad del Pacífico, sin poder volver a casa, es lo más duro que he vivido en este viaje. Mi padre siempre tuvo un gran impacto en mi carácter, en mi vida deportiva y en mi pasión por el mar. De hecho, este sueño que estoy viviendo era también el suyo, comprarse un barco y viajar. Como tenista no pude alargar más mi carrera por el tema de las lesiones, un factor que no pude controlar, así que no quería que me pasara lo mismo con este sueño de navegar. La influencia de mi padre ha sido total, seguro que estaría muy orgulloso si supiera dónde he llegado.

Foto: Voyages of Agape

¿Te queda algún otro objetivo por cumplir en la vida?

No sé qué decirte, la verdad. Lo que más me gustaría es que, el día que me vaya de este mundo, pueda mirar hacia atrás y ver que mi existencia no fue en vano, que he generado un impacto positivo. Saber que cada paso que di escondía detrás un propósito más grande, no solo la satisfacción personal. Que no estuve en el mundo simplemente para existir y luego desaparecer.

Quizá esta pandemia nos convierta en seres más solidarios.

Ahora mismo el mundo está en un momento complicado, pero espero que sirva para que las personas puedan reflexionar un poco. Es una etapa que nunca habíamos vivido, no sabemos cómo acabará todo, lo que era normal ayer ya no es normal hoy, estamos cambiando continuamente. Lo que no admite debate es que nos estamos cargando la naturaleza y llegará el día en el que el mundo se va a rebelar. El virus es importante, pero la naturaleza también.