Hasta el día de hoy –puesto que todavía sigue en activo– Venus Williams ha perdido 278 partidos en su trayectoria individual. Si os parecen muchas, os diré que en el otro lado de la balanza aparecen 818 victorias, así que no os preocupéis que las cuentas le han salido positivas. La cuestión es que de todas esas derrotas, hubo una diferente a las demás, una que le marcó de tal manera que se quedó con el honor de ser “la más dolorosa” de toda su carrera. Así lo cuenta la propia jugadora a través de su canal de Youtube, donde habitualmente nos regala estas historias que nos sirven para entender un poco mejor el pasado. ¿Quieren saber más? Póngase cómodos que se viene relato.
Estamos en el US Open de 1999, una de las paradas más célebres del calendario, la más importante para los tenistas estadounidenses. Ambas hermanas Williams están en semifinales, aunque por delante les espera el examen más complicado. Venus (19 años, Nº3) se cita con Martina Hingis, actual reina del circuito y mujer más en forma del momento, mientras que Serena (17 años, Nº6) chocará con Lindsay Davenport, quien aparece inmediatamente después de la suiza en el clasificación. Ninguna de las Williams había conseguido todavía levantar un Grand Slam, mientras que Hingis y Davenport son las dos últimas campeonas en Flushing Meadows.
Para Venus supone su tercera participación en la Gran Manzana, donde confirma un año más que lo suyo con Nueva York es amor a primera vista: finalista en 1997 (pierde con Hingis), semifinalista en 1998 (pierde con Davenport) y de nuevo entre las cuatro mejores en 1999. ¿A la tercera iría la vencida? El carné decía que todavía era una niña de 19 años, pero una niña buenísima y adelantada a todas las demás. Con varios títulos ya en su maleta, un tenis completamente armado y su nombre instalado en el top10 mundial, lo único que le faltaba por conquistar era un Grand Slam. ¿La mala noticia? Que en su camino volvía a cruzarse Martina Hingis, a quien tan solo había vencido en tres ocasiones de los diez partidos que contaba su rivalidad.
Le había ganado en escenarios ilustres como Sydney, Miami o Roma, pero la película cambiaba si el encuentro se producía en Grand Slam, donde la suiza sacaba los pasos prohibidos y no te perdonaba. Por si la operación no era ya bastante compleja, ahora era su propia hermana quien se sumaba a la ecuación, amenazando con adelantarla por la izquierda y privarle incluso de ser la mejor atleta de la familia. Evidentemente, todavía era pronto para temer esa posible realidad, así que por sus mentes solo asomaba la idea de una doble victoria que les permitiera multiplicar el apellido Williams en la final. Confianza no les faltaba, ya se habían clasificado para la final de dobles, pero en singles tocaba enfrentarse sola ante el peligro.
Serena fue la primera en jugar, superando a Davenport en tres mangas, avanzando a su primera final de Grand Slam y asegurando el 50% del plan. Horas después llegaría el turno de Venus ante Hingis, dos chicas que compartían edad y también potencial. La diferencia estaba en que una ya contaba con cinco majors en su ficha y la otra aún soñaba con el primero. Lo cierto es que fue una gran batalla, muy apretada, un duelo que arrancó de día y acabó con luz artificial. Martina se llevó el primer parcial, Venus replicó en el segundo y en el tercero hubo baile de breaks. ¿Quién acabó muriendo en la orilla?
Durante el vídeo, Venus revela una conversación privada que tuvo con Serena el día anterior a las semifinales. Viendo que por delante les quedaba lo más complicado, doblando turnos con el objetivo de seguir vivas en ambos cuadros, la mayor de las Williams se preguntaba cómo harían para gestionar tanta presión. La respuesta de Serena fue clara y concisa: “Ya que tienes que salir a jugar, ¿por qué no competir?”. Veinticinco años después de aquella derrota en tres sets ante Hingis (6-1, 4-6, 6-3), la tenista de Lynwood encuentra en aquellas palabras el motivo principal de su derrota: “Fallé por no seguir el consejo de Serena”.
CUANDO LA DERROTA EMPIEZA EN TI
Ahora que ya conocemos el desenlace del partido, es momento de hacerle la autopsia al mismo. “La oportunidad era muy grande para mí, no solamente porque podía plantarme en otra final de Grand Slam, sino porque ya arrastraba toda esa expectativa en mi interior, ya me veía preparada para ganar un Grand Slam”, comenta la derrotada. “Además, esa final hubiera sido con mi hermana, lo cual me hubiera encantado. Deseaba muchísimo esa victoria, pero no fui capaz de dar los pasos correctos para lograrlo”, confiesa la estadounidense después de examinar aquella decepción bajo el prisma más sabio, el del paso del tiempo.
“Mi mayor error en ese partido fue esperar a que mi rival fallara, esperar a que, de alguna manera, me llegara la victoria. ¿Qué hubiera sido lo correcto? Salir a por ello, ir a buscar tu objetivo, trabajar con la mentalidad adecuada. Cuando uno recorre el camino correcto, normalmente termina llegando a la meta y obteniendo lo que merece. Desafortunadamente para mí, ella lo mereció más, porque salió realmente a por la victoria”, reconoce una Venus que acabaría ganando el título en dobles junto a su hermana, aunque ese triunfo no curaría la herida anterior.
“Aquella noche acabé devastada, acabé muy decepcionada conmigo misma porque estaba convencida de que podía hacerlo mejor, pero no lo hice porque no elegí el camino correcto. Tenía roto el corazón… la buena noticia es que Serena acabó ganando aquella final en uno de los partidos más impresionantes que ha jugado en toda su carrera. Fue tremendo verla conseguir aquel triunfo, me enseñó muchísimo. Su victoria me ayudó a entender que necesitaba ponerle mucho más corazón a mis partidos. Ver a Serena me sirvió para conseguir la última herramienta que necesita para ganar un Grand Slam”, subraya la veterana campeona.
No miente la mayor de las Williams cuando asegura que esa derrota modificó para siempre su relación con el tenis, gracias en parte a todo lo que le enseñó. Venus empezó a saltar a pista con una mentalidad caníbal, siempre afilada, firme en sus convicciones aunque el resultado no se diera. “Aquella fue una derrota muy dolorosa para mí, pero también fue mi mayor lección después de tocar fondo. Ya era top10, había llegado a rondas finales de grandes torneos, pero lo que de verdad soñaba era ser campeona de Grand Slam… ¡y varias veces! Aprendí que necesitaba dar más, que estaba obligada a aceptar la responsabilidad de cada victoria si quería levantar los trofeos importantes. Un año después, gané mi primer Wimbledon y mi primer US Open, pero no habría sido capaz sin antes ver a Serena marcarme el camino”. Qué bonitas palabras y qué bonito regalo le hizo su hermana.
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