Hace solo un año, Stefanos Tsitsipas proclamaba orgulloso que su padre era “el mejor entrenador que podía tener”. De él, decía que era un estudioso de este deporte y que gracias a su aprendizaje, había desarrollado grandes cualidades como entrenador, pese a que no fue un gran tenista. Hoy, 9 de agosto, ha anunciado de manera oficial que su padre y él separaban sus caminos. El motivo del fin de esta relación paterno-filial no viene por algo que haya pasado en estos últimos doce meses. Hay que irse un poco más atrás.
“¡Vete a la mierda! ¡Vete a la mierda! ¡Vete a la mierda!”, le exclamó Stefanos a Apostolos durante su partido debut en Montreal ante Nishikori este jueves 8 de agosto. No solo una, sino hasta tres veces mandó a su padre a tomar viento, para echarlo después del box. El problema: un cambio de cordaje que no gustó nada al tenista griego.
“Llevo cuatro o cinco días quejándome de esto a mi entrenador, por eso discutí con él en el partido. Necesito y merezco un entrenador que me escuche y esté atento a mi feedback. Mi padre no ha sido muy inteligente a la hora de manejar esta situación, y no es la primera vez que le pasa. Estoy muy decepcionado con él”, lanzó con veneno Stefanos ante los micrófonos de los periodistas, aún en caliente. El lío estaba servido.
El declive claro de Tsitsipas
Cuando irrumpió en el circuito, el griego era un tenista muy agradable de ver. No solo por lo estético de su tenis, sino por su juego, mezcla de tenis ofensivo y de construcción desde el fondo. Capaz de ganarle a Federer la primera vez que se enfrentó a él, llevándose un partidazo en Australia; o de remontarle un 0-2 a Rafa Nadal en un Slam, algo que solo él y Fognini han podido hacer, Stefanos era un claro candidato a ganar un grande. Parecía que fuese cuestión de tiempo que lo lograse.
Ganando un par de Masters 1000 por el camino, también las ATP Finals y pisando finales de Grand Slam, el griego se acercaba cada vez más a su sueño. El problema para él empieza a surgir en 2022, con una clara caída de su tenis, exceptuando algún repunte en semanas sueltas, se veía claramente cómo había perdido esa frescura con la que llegó al tour y se le notaba algo estancado cuando enfrentaba a los top. En 2023, esa caída fue muchísimo más pronunciada. En 2024 todos saben lo que ha pasado.
¿El motivo detrás de esto? Puede haber muchos. Más allá de cosas extradeportivas, era obvio que dentro de su equipo las cosas no pintaban bien. Desde fuera, el ambiente no parecía el más idóneo. El griego intentó traer un par de voces externas como Enqvist o Philippoussis, sin éxito. Sus padres protagonizaban discusiones en medio de los partidos, gritándose entre ellos en plena grada, con Stefanos tirando pelotazos hacia su banquillo para que se callasen de una vez. Si en pista era así, ante los ojos de todos, imaginen cómo debía ser de puertas para adentro, cuando nadie miraba.
Su Ranking, moviéndose dentro del Top 5 en los dos últimos años, así como un par de títulos, enmascaraban la realidad de Tsitsipas, y es que iba cuesta abajo y sin frenos. A la que le falló defender esos resultados, su caída en el Ranking iba a producirse y de esta manera saldrá de Canadá como número 11 del mundo. Por calidad, el griego debería ser un fijo dentro del Top 10 todo el año.
“El ambiente dentro del equipo no se corresponde con mi energía”, comunicó el mes pasado Christos Fiotakis, el que fuera preparador físico de Tsitsipas, y que abandonaba el barco muy descontento. “Honestamente, no creo que ahora mismo el principal objetivo de Stefanos sea jugar al tenis, llegar al número 1 o ganar Grand Slams. No estoy contento con su ética de trabajo”, añadía para añadir más nubes negras a la situación actual de Tsitsipas.
Necesitaba un cambio urgente
A Stefanos no le ocurría nada diferente a otros tantos tenistas que en las últimas décadas habían sido dirigidos por sus padres. Para una etapa inicial, con un jugador nuevo y con hambre, puede que fuese lo correcto. Para llegar arriba, mantenerse en el Top, alcanzar nuevos hitos o estabilizarlo ahí durante años y pelear frente a los mejores del mundo, se necesita de una ayuda externa con otro tipo de conocimientos y experiencias. A él, esa etapa de cambio le llegó hace ya un par de temporadas.
Seguro que una gran parte de lo que Tsitsipas es como tenista se lo debe a su padre, y seguro que le ha costado horrores tomar esa decisión de separar sus caminos, pero era un cambio necesario para él. A veces, cuesta romper las cadenas que te atan a lo que ya conoces, pero para Stefanos existe todo un mundo de posibilidades ahí fuera.
“Prefiero mantener a mi padre en el rol de padre. Y nada más. Es hora de cerrar este capítulo y escribir uno nuevo”, escribía Stefanos, que anunciaba de manera oficial su ruptura con su padre a la vez que confirmaba que viajará solo de momento, a la espera de encontrar un nuevo entrenador. Su padre, Apostolos, eso sí, seguirá viajando con él, pero sin influir para nada en lo que respecta a su tenis. Al menos, eso dice en el comunicado.
Desde el humilde punto de vista del que les escribe, este cambio llega un par de años tarde. Aplaudo que haya tenido la valentía de dar ese paso, porque como decía antes, fácil no ha tenido que ser, pero era lo que la carrera de Stefanos necesitaba. Hay muchos aspectos a mejorar en su tenis, partiendo desde ese revés, que ya es un punto demasiado débil, así como la devolución y trazar de manera clara su estilo de juego para explotarlo al máximo.
Ahora, emancipándose de casa y pudiendo mirar otras posibilidades, a Tsitsipas solo le queda una cosa por hacer. Simple, pero tremendamente importante. Tiene que elegir muy bien a su próximo entrenador. Que se tome el tiempo que necesite, pero que no se apresure. Un nuevo mal paso, podría ser fatal para su confianza y su tenis. Y lo peor de todo: podría volver a replantearse volver con su padre, como ya hizo en el pasado. En los próximos meses veremos qué fichas mueve el griego. Estaremos expectantes.
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