Pablo Carreño y Roberto Bautista no formarán parte del próximo US Open. Dos jugadores de entrega encomiable y corazón guerrero; dos representantes de lujo de los valores del tenis español que han engrandecido a nuestra bandera a lo largo de la última década. ¿Se acerca el final? Si es así... que nos quiten lo bailao'.
Siempre dicen que la presencia de una persona no se hace notar verdaderamente hasta que llega su pérdida. En el tenis, claro, también damos cosas por sentado. La rutina acontece ante nuestros ojos y no es hasta que los pequeños hábitos cambian que la echamos de menos. Rutina se había hecho ver a Pablo Carreño y Roberto Bautista en los cuadros finales de Grand Slam. En octavos de final de Masters 1000. En el top-20, top-30, con la incursión habitual (por parte de ambos, ojo) en la élite de los diez mejores del mundo. Ninguno de los dos dirá presente en el último Grand Slam del año, un US Open 2023 que marca el final de una época.
Pablo Carreño tiene en el US Open una de sus plazas favoritas. Aquí llegó a sus dos únicas semifinales de Grand Slam de su carrera tenística. Se ilusionó, quizás más que en ninguna otra ocasión, cuando lideraba por dos sets a cero ante Alexander Zverev en el año 2020. Más allá de ser el US Open de la puerta vacía, de los palcos para los tenistas y de aquel incidente de Djokovic con la jueza de línea, el asturiano hizo lo que mejor sabe hacer: dejar el ruido detrás de sí, mostrarse mucho más sólido a nivel mental que varios de sus oponentes y confiar en que su tenis callase bocas. Bocas de aquellos que le minusvaloraron, que pusieron la vara en la estratosfera por la presencia de un monstruo llamado Nadal y que jamás ameritaron como se merecía la regularidad de un trabajador de la raqueta. Nunca está de más recordar esas bocas calladas en un año, claro, en el que el codo ha obligado a Pablo a apartar la raqueta. Ahora muchos le recuerdan con nostalgia.
Su mayor premio, que en retrospectiva podría parecer una especie de 'pacto con el diablo', llegó el año pasado en el Masters 1000 de Canadá, cuando conquistó su primer y único Masters 1000 tras derrotar a Hubert Hurkacz en la final. Ese premio no llegó aún para otro currante nato de la raqueta, un Roberto Bautista que tampoco será de la partida en Flushing Meadows. Si algo esconde Rober son historias de superación: para alejar a los fantasmas que le inculcaban que no era lo suficientemente bueno (si los jóvenes de su generación ya estaban jugando y ganando en ATP, ¿por qué él seguía jugando Challengers?), para reponerse de mazazos de la vida que van más allá del tenis (campeón de Copa Davis poco después de la muerte de sus padres). A sus 35 años, ha llegado una temporada en la que su inmaculada consistencia se ha visto relativamente alterada; no hay mejor momento para recordar todo lo que nos ha dado un tipo que jamás negoció el esfuerzo.
¿EL FIN DE UNA ERA?
Ambos superan la treintena, ambos se han alejado de su mejor ranking ATP, ambos vienen de una racha de derrotas y problemas con las lesiones que arrojan más sombras que luces. Cuestionar si estamos ante el final de una era resultaría lógico, pero estos dos guerreros han demostrado que darles por muertos sería un craso error. Nunca está de más recordar datos como que el último Grand Slam que Roberto Bautista disputó sin ser cabeza de serie fue hace nueve años (Open de Australia 2014) o que Pablo Carreño posee el mismo número de Masters 1000 que nombres como Stan Wawrinka, David Ferrer o Juan Martín del Potro.
Porque a veces cometemos el error, y persistimos en él, de no darnos cuenta de lo que tenemos hasta que se va. Ahí nos apodera la nostalgia. Así que déjenme que ponga la nostalgia a un lado y, antes de que miremos atentos todo lo que ocurre en Nueva York, haciendo zapping de pista en pista como fanáticos y locos del deporte de la raqueta que somos, pueda reconocer la inmensa humanidad y categoría como embajadores de nuestro deporte de dos tipos que jamás han negociado el esfuerzo y el sacrificio. Si esto señala el fin de su era de mayor esplendor, qué placer fue que tuviese lugar en el mismo momento, en la misma época, para valorar juntos a dos grandes tenistas y personas. Y sí, déjenme decirles: volverán. Aquí estaremos para verlo.