La mejor decisión en la carrera de Andy Murray
La carrera de Andy Murray no se entendería sin la figura de Ivan Lendl. Hoy os traemos la historia de cómo se conocieron y por qué el británico lo escogió a él.


Casi 18 años de carrera dan para recorrer una larga lista tanto de aciertos como de errores. Desde que arrancara en 2005 como uno de los jóvenes más prometedores del circuito, hasta un 2022 donde gasta sus últimas balas con 35 años, seguro que Andy Murray hubiera firmado con los ojos cerrados la trayectoria que ha tenido como tenista, aunque sus momentos de mayor esplendor solo se dieron tras la llegada de Ivan Lendl a su equipo. El checo, con el que ha retomado la relación profesional por tercera ocasión, ejerció de faro en los años más frustrantes, destapándose como la figura fundamental para desbloquear la mente del británico. Solo entonces empezaron a caer los grandes títulos en su vitrina. Eso sí, como en toda buena historia, hizo falta pasar por muchas fases hasta llegar al clímax.
Andy Murray siempre fue una persona experimental, de carácter inquieto, de continuos cambios. Desde que Octagon lo acogiera bajo su paraguas cuando apenas tenía 13 años, el británico empezó a desarrollar una perspectiva particular de cómo funciona este negocio. En una edad en la que disfrutar del deporte era su único deseo, empezó a ver que algunos sectores tenían otro tipo de intereses, como aprovecharse de jóvenes tenistas con poco poder de decisión. No era su caso, quizá por eso lo primero que hizo cuando cumplió los 18 fue desvincularse de esta empresa y firmar con Ace Group, con Patricio Apey al frente del proyecto. Lo hizo sin pensarlo demasiado, por puro instinto, así fue como empezó a trabajar con Brad Gilbert como entrenador. ¿Un acierto o un error?
Para despejar la duda hay que irse hasta el torneo de Hamburgo en 2007, donde se lesiona de gravedad en su partido de primera ronda ante Filippo Volandri. El encuentro se celebra justo el día del 20 cumpleaños de Andy, pero el único regalo que recibe es un dolor inmenso en su muñeca derecha. Tanto, que le obliga a retirarse cuando ganaba por 5-1 en la primera manga. Aquel contratiempo le deja fuera de Roland Garros, algunos diarios ingleses incluso van un poco más allá y apuntan a una posible retirada del jugador de Dunblane. Mientras tanto, dentro de su equipo estudiaban diferentes opciones: ampliar el periodo de reposo o forzar su regreso a las pistas.
“Brad me animó a que jugara Wimbledon, me repetía una y otra vez la decepción que sería no estar en un torneo como ese. Yo llevaba dos meses parado desde la lesión pero lo cierto es que todavía no me veía preparado. Fue en ese instante donde me di cuenta que Brad y yo no veíamos las cosas de la misma manera, él no escuchaba lo suficiente las cosas que le intentaba decir, creo que me veía como alguien demasiado pesimista. A finales de aquel año separamos nuestros caminos”, recuerda el escocés en sus memorias.
SEGUNDA DECEPCIÓN
Era el momento de reinventarse, tocaba renovar su entorno y encontrar nuevos pilares donde apoyarse. Tras sentarse a escuchar las propuestas de varias agencias, la que más conquista a Andy es XIX Entertainment, de Simon Fuller. La vio una empresa diferente, más transparente y cercana que el resto. Venían además con la medalla puesta desde hace una década tras haber logrado liberar a Steve McManaman del Liverpool para que pudiese fichar por el Real Madrid, un detalle muy futbolero al que Murray le terminó de convencer. Las cosas marcharon según lo esperado, hubo buena armonía durante años, hasta que la final del Open de Australia 2011 dinamitó toda la estructura.
“Después de perder aquella final contra Djokovic, recuerdo que me sobresalté al ver a uno de los agentes de CAA (Creative Artists Agency) –una firma de fuerte vinculación con Simon Fuller– sentado en el palco de Novak. Cuando regresé al vestuario me encontré a ese mismo agente bebiendo champán y celebrando el título con el campeón. Este es el tipo de situación que uno se puede encontrar a veces, sentí que era lamentable. Siempre debes asegurarte de rodearte de las personas adecuadas”, revela con cierto rencor en las páginas de ’77’, su primer libro autobiográfico.
Tras romper con todo, Murray se refugia en su buen amigo Daniel Vallverdú para terminar el curso 2011, aunque es cierto que Darren Cahill también jugó un papel fundamental en aquellos últimos meses. El australiano viajó algunas semanas con el escocés, pero nunca aceptó la propuesta de hacerlo a tiempo completo. Eso sí, Darren le prometió que le ayudaría a encontrar a la persona ideal para el puesto, al entrenador perfecto para Andy. Y además, le aseguró que lo haría antes del inicio de temporada.
"EL ENTRENADOR IDEAL"
“Llegaron ofertas de todas partes, todos me querían ayudar. Hubo varios entrenadores británicos al azar, algunos ex jugadores, incluso comentaristas. Todos me ofrecían sus consejos y repetían lo mucho que podrían ayudarme. Algunos me miraban y decían: ‘Sí, es obvio que esto es lo que necesitas’. El problema era que ni yo mismo sabía lo que necesitaba. No todo el mundo sabe superar una y otra vez las derrotas en finales de Grand Slam, cómo dar ese paso para derrotar a los mejores jugadores del mundo. ¿Cuántas personas han sido capaces de lograr eso?”, se preguntaba constantemente a sus 24 años y un balance de 0-3 en finales de Grand Slam.
Es entonces cuando comienza el casting. Bob Brett fue el primero en sonar con fuerza, alguien que había trabajado con leyendas de la talla de Boris Becker o Goran Ivanisevic, un historial impecable y perfil contrastado. Pero no cuajó, el australiano no estaba interesado. Los otros dos nominados eran Roger Rasheed e Ivan Lendl. El de Adelaida parecía perfecto, había estado en la gira con Lleyton Hewitt y Gael Monfils, una persona de mucho carácter, trabajo duro y un gran aprecio por el juego. A Andy le encantaba, le tenía mucho respeto, incluso vieron que encajaban después de largas conversaciones. Parecía blanco y en botella, hasta que una visita inesperada de Darren Cahill lo cambió todo. “Te he concertado una reunión con Ivan Lendl”.
Murray no tenía nada que perder, así que aceptó la invitación y se fue directo a Boca Ratón, donde le esperaba el ex número 1 mundial. “Nos conocimos, hablamos, Ivan me preguntó sobre los actuales líderes del vestuario: Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Me preguntó qué pensaba de sus estilos de juego y luego me dio su opinión”, relata el de Dunblane sobre esa primera toma de contacto. A la vuelta, compartió su experiencia con Cahill y Vallverdú, pero siguió telefoneándose con Rasheed, ya que el australiano estaba dispuesto a viajar hasta Florida para empezar ya mismo a trabajar. Las cartas estaban sobre la mesa, dos ases, pero Andy no lo tenía claro. Volvió a quedar con Ivan, entrenaron juntos y subieron un par de niveles de confianza. El feeling era incontestable. Era el momento de tomar una decisión, una que determinaría toda su carrera.
“Nunca pensé que fuera a ganar ocho Grand Slams como él, pero no había mucha gente en el tenis que supiera lo que significa perder tus primeras cuatro finales de Grand Slam. Ivan era uno de ellos, y yo era otro. Para ser franco, en esa etapa de mi carrera me sentía como un perdedor, ni más ni menos. Era muy doloroso tener que sufrir ciertos abusos por la calle, la gente me insultaba, me gritaba. Si entraba en Twitter era ridículo la cantidad de mofas que me encontraba. Me sentía un fracasado, a pesar de que era uno de los mejores del mundo. Es posible que Ivan no haya tenido que soportar tanto, aunque una vez Sports Illustrated lo describió como ‘El campeón que a nadie le importa’. Acababa de ganar el US Open de 1986. Desde entonces, nunca más volvió a darles una entrevista”, subraya Murray acerca de la personalidad de quien sería su próximo entrenador.
ANDY, EL GRAN CAMPEÓN
Su primera etapa duró desde enero de 2012 hasta marzo de 2014, un periplo que trajo títulos de todos los colores, entre ellos una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, el primer Grand Slam del británico (US Open 2012), dos coronas en el ATP 250 de Brisbane, una en el Masters 1000 Miami, otra en el ATP 500 de Queen’s y su primer Wimbledon en 2013, cerrando una sequía de 77 años sin ver a un campeón local en el All England Club. El checo cambió su historia.
El segundo volumen fue de junio de 2016 hasta noviembre de 2017, otro abanico de éxitos donde destaca otra corona en Queen’s, su segundo Wimbledon en 2016, otra medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río, títulos en Dubái, Beijing, Shanghái, Vienna, París-Bercy, las ATP Finas y, por fin, el esperado ascenso al Nº1 mundial. De los 46 títulos que brillan en su palmarés a día de hoy, 16 los ganó con Lendl, pero fueron los más grandes. Hace unas semanas arrancó el tercer episodio de esta saga, arrancando en una gira de hierba donde ya le hemos visto pisar semifinales en Surbiton y final en Stuttgart. No sabemos lo que pasará en Wimbledon, lo que sí entendemos es por qué Andy ha vuelto a confiar en el checo para recorrer los últimos metros de su carrera. Basta con echar la vista hasta diciembre de 2011.
“No sé cuántas personas en aquel momento pensarían que Ivan era la persona adecuada para mí. Él se había alejado del mundo del tenis durante un tiempo, pero sentí que había algo intrigante en su carrera por la manera en la que se había desarrollado”, explicó Murray cuando todavía no se había decantado entre Rasheed y Lendl. “Me gustó el hecho de que la gente no le apreciara demasiado, un tipo de fama que a Ivan no le preocupaba en absoluto. Era muy modesto, lo cual me convenció. Días después nos reunimos en un restaurante italiano en medio de un centro comercial, al lado de una peluquería, donde acordamos el trato. Nunca en mi vida he tomado una decisión mejor”.