Los viejos rockeros nunca mueren

El circuito ATP persigue un cambio generacional en el que, de momento, los veteranos aún tienen mucho que decir... o así se demostró el pasado fin de semana.

Carlos Navarro | 7 Feb 2022 | 15.55
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Joao Sousa. Fuente: Getty
Joao Sousa. Fuente: Getty

El circuito ATP se encuentra en un momento de transición, especialmente en la zona media de la clasificación mundial. Por mucho que aún perdure la infinita llama del Big Three, con Novak Djokovic y Rafael Nadal repartiéndose aún el pastel de los grandes títulos, el núcleo más importante del tenis masculino ha sufrido en los últimos años (en un cambio acelerado claramente por la pandemia) un cambio generacional en el que las raquetas más veteranas se apartan, de forma gradual, hacia el empuje de los más jóvenes. Nombres como los de Milos Raonic o Stan Wawrinka ya no forman parte de la segunda hilera de candidatos a títulos como los Masters 1000 o los ATP 500, sustituidos por jóvenes como Andrey Rublev, Hubert Hurkacz o Matteo Berrettini. Pero, a pesar de todo ello, el pasado fin de semana fue un giro de acontecimientos que demuestra que la experiencia es un grado. Y vaya que si lo es.

Porque los últimos dos días fueron una exclamación al mundo de que los viejos rockeros nunca mueren. De que, ante el empuje de los más jóvenes, hay muchas raquetas del circuito que aún poseen un elemento mágico que no se basa en la potencia de lo que generes con tu raqueta: la experiencia, el temple. La gestión de momentos y hacerse fuerte en los momentos importantes, el mismo motivo que permitió a Nadal dar un golpe de efecto en el pasado Open de Australia 2022, ha puesto de manifiesto que aún faltan meses y muchos procesos para que la transición generacional sea completa. Aún hay jóvenes que, en los torneos que deben servir como rampa de despegue, sufren y sienten los nervios ante veteranos que se resisten a dar su brazo a torcer.

En primer lugar lo vimos en la raqueta de Emil Ruusuvuori. El finés no tuvo un gran 2021, quedándose algo estancado tras destacar hace dos años en el circuito Challenger, pero parece haber cambiado su mentalidad y experimentado una metamorfosis hacia un jugador más agresivo desde el fondo de la pista, soltando la derecha con vigor y no quedándose anclado más allá de la línea de fondo. En el ATP 250 de Pune tenía una oportunidad de oro para conquistar su primer título, con una lista de jugadores muy mermada por la ubicación del torneo y en mitad de un magnífico estado de forma. Sin embargo, a sus 22 años, se midió a un tipo como Joao Sousa, campeón ya en tres ocasiones, que a sus 32 años (diez más que él) busca volver a la esfera del circuito ATP tras un periplo por los Challengers. Juventud contra experiencia.

A pesar de sus diferentes dinámicas, por las que el finés se había dejado menos sets y venía desplegando un tenis más avasallador, Sousa elevó su tenis en el último partido del torneo, aprovechó los nervios de Ruusuvuori en el primer set y acabó conquistando la final tras ganar 6 de los últimos 7 juegos. Mientras Emil se veía desbordado, incapaz de aguantar el partido tan físico que le propuso Joao, el portugués se mostraba eufórico y fluía a traves de su raqueta. Sabía que el título estaba en sus manos... y vaya que si lo estuvo. Cuando todo parecía perfecto para Emil, con un primer título prácticamente asegurado, el veterano vino a quitarle el trono y mejorar su ratio de finales ATP a 4-7. Pocos sabíamos que, horas después, veríamos un guion exactamente igual en Cordoba.

ALBERT RAMOS, OTRO VIEJO ROCKERO QUE PEGA FUERTE

Se medían el catalán Albert Ramos, perenne representante de la Armada, en especial en tierra batida, y un Alejandro Tabilo que llegaba a la cita en estado de gracia. El chileno había eliminado a cinco argentinos sin dejarse ni un solo set por el camino: era la obra de teatro perfecta, el villano ante un público hostil que se alza a pesar de los obstáculos y pone el primer escalón de su historia. Parecía más perfecta cuando conquistaba el primer set, incluso cuando se ponía dos breaks arriba en el tercer (4-1)... pero nunca puedes descartar ni dar por muerto a un veterano.

Ramos sabía que los nervios llegarían, que la vitola del primer título pesa una barbaridad, y jugó con ello hasta completar una remontada bestial: cinco juegos seguidos, campeón ante el jolgorio de la grada y consecución, a sus 34 años (10 años más que Alejandro) de su cuarto título ATP, mejorando su registro en finales a un 4-7. Les suena esta historia, ¿verdad? Son solo dos ejemplos de que los jóvenes del circuito aún deberán convivir con la experiencia y el poso de los más veteranos; que los campeones, a sus diferentes niveles, viven diversos procesos de maduración a lo largo de su carrera, y que la juventud, por mucho que sea un divino tesoro, aún tiene varias cosas que aprender de las vivencias de muchos otros nombres. Y es que este 2022 está demostrando en la ATP... que los viejos rockeros nunca mueren.