Algunos lo han considerado como una falta de respeto, otros como un motivo para la chanza, pero en lo que todo el mundo puede convenir es en que no hay necesidad de hacer declaraciones fuera de lugar que puedan menospreciar a un rival y meter presión extra en tu jugador, tales como las realizadas por Goran Ivanisevic. Pocas horas antes del arranque de la final de Roland Garros 2020, pocos podían prever que un miembro del entorno inmediato de Novak Djokovic pudiera volver a meter la pata. Sí, no se puede decir de otra manera. Aquel que se cree en posesión de la verdad y actúa de manera irresponsable e irracional ya sabe a lo que se expone, pero cuando se representa a un hombre enormemente preocupado por labrarse una reputación social, más allá del tenis, el patinazo es histórico.
Nadal puso en su lugar a Goran Ivanisevic, pero el comentario habría sido negativo incluso aunque hubiera acertado en su pronóstico. ¿Qué se puede sacar de positivo diciendo que un campeón de 12 títulos en Roland Garros no tiene ninguna opción de ganar a Djokovic? Posiblemente el balcánico no aprobaría un comentario como este. Y es que Novak parece estar resignado ya a que su entorno no acompañe ese esfuerzo ímprobo que lleva haciendo él durante años por ganarse al público y mejorar su imagen. Habla los idiomas del país donde va, sonríe por doquier, atiende a todos los aficionados que se le acercan con candidez, tiene muy buen perder, reconoce la grandeza de sus rivales, inventa un ritual para conmemorar sus victorias entregando el corazón a los asistentes en la grada... Pero no es suficiente.
El serbio nunca será considerado a nivel mundial de la misma manera que Federer y Nadal. ¿Es injusto? Sí. ¿Es un síntoma de simpleza por parte del gran público? Puede que también. Cada error cometido por Novak se juzga de manera sumarísima y se le condena, pero desde luego, hay cosas que no ayudan a cambiar esa dinámica. El Adria Tour, la postura antivacunas matizada muy sutilmente, el pelotazo a la juez de silla... Da la sensación de que Djokovic vive costreñido en una encrucijada: ser él mismo aún a riesgo de exponerse a un público predispuesto a la crítica, o simular ser alguien que no es intentando ser perfecto, algo que no se puede exigir a nadie. El problema es que hay personas de su entorno que no caminan en la misma línea.
Srdjan Djokovic ya ha hecho muchas declaraciones fuera de lugar durante años y fue sutilmente apartado a un segundo plano, al menos en lo que al foco mediático se refiere. Y ahora aparece en escena Ivanisevic. ¿Se imaginan a Moyà, Roig o Severin Luthi diciendo que el rival de Nadal o Federer en una final no tiene ninguna opción ante su jugador? No, no se lo pueden imaginar porque es imposible. Es muy probable que haya un trabajo de fondo más que notable por homogeneizar el comportamiento de la estrella y su entorno en el caso del español y el suizo. A buen seguro, ni Nadal y Federer son tan perfectos como parecen serlo, ni Djokovic es tan imperfecto como muchos lo consideran.
Pero, por desgracia, en la vida no basta con ser, hay que parecer, y en eso Novak Djokovic está lejos de ser el GOAT. Si no es capaz de hablar seriamente con las personas que le acompañan y que se erigen en representantes de sus valores, habrá mucha gente que no consiga valorar al serbio como este se merece. Su tenis es escandaloso, a la altura de los otros dos miembros del Big 3 o más, sus virtudes como persona son enormes, es un tipo implicado en muchas cuestiones sociales y ostenta un rango de valores en la vida admirable. Comete errores, es humano, pero hay errores totalmente evitables, tanto suyos como de su entorno inmediato.
En su responsabilidad está el asumir los propios y seguir adelante, como siempre hace, pero también tener muy claro de qué tipo de gente se rodea y qué puede esperar de ellos. Ivanisevic, al igual que su padre en otros momentos, merece una reprimenda, un rapapolvo, ya sea público o privado, porque está proyectando una imagen posiblemente incorrecta del balcánico y haciendo un daño irreparable a su reputación. Aún hay tiempo.