Si analizamos la carrera de Albert Ramos, desde sus primeras finales en el circuito ITF hasta su torneo más reciente en Valencia, solamente encontraremos un elemento común. En la grada, vestido de chándal y con el radar activado, siempre estuvo la misma persona: José María Díaz (Lleida, 1976). Una relación personal que arrancó en 1997, cuando el de Mataró tan solo tenía 9 años. Una relación profesional que arrancó en 2007, cuando ya era mayor de edad. Un pacto de fidelidad que navega ya por su 18ª temporada consecutiva, convirtiéndose de esta forma en la pareja jugador-entrenador más longeva del circuito actual.
El simple dato refleja que no estamos ante un binomio común, que no se trata solamente de una alianza laboral. Juntos han crecido, aprendido, celebrado, peleado, remontado, conquistado y madurado a la misma velocidad, uno desde la pista y otro desde el banquillo. Así hasta convertirse en referentes, demostrando al resto del vestuario que cualquier temporal se puede doblegar a partir de una base sólida. Esta semana en la Copa Faulcombridge no fueron bien las cosas, la temporada amenaza con llegar al final del camino, pero José María no teme al futuro. Será la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, se lleva a una persona para el resto de su vida. Con estos ingredientes solo podía salir una entrevista como la que estáis a punto de leer.
¿Cuánto tiempo llevas al lado de Albert Ramos?
Soy malo para las fechas, pero si yo llevo 17 años en el Club de Tenis Mataró, pues igual llevamos 20 años. Nosotros habíamos trabajado juntos en etapa de alevines, infantiles y cadetes, mano a mano junto a la Federación Catalana de Tenis. Después él se fue becado al CAR y luego estuvo un año en la Academia de Francis Roig. Bueno… y después dejó el tenis.
¿Cómo?
Albert Ramos dejó el tenis.
Esa no me la sabía.
De junior tuvo una etapa muy buena, pero luego le costó en la transición al profesionalismo, sobre todo por su físico. Tuvo un desarrollo físico tardío, no cogía fuerza como los demás, por eso le costaba tanto la etapa de los Futures. Cogió puntos rápido, eso sí, pero luego no cumplió con sus expectativas y eso le hizo replantearse todo.
¿Qué papel jugaste ahí?
Vino a verme y me lo dijo: ‘José, dejo el tenis’. Se puso a estudiar y ahí empezamos una nueva etapa, pero sin apenas recursos, sin experiencia, sin un proyecto claro. Te mentiría si te dijera que tenía todo en mi cabeza. De vez en cuando le tiraba unas bolas, aunque solo fuera por mantener el nivel, o quizá podría sacar algo de dinero con los equipos. Quería ayudarle, para mí era como un hermano o como un hijo, así que empezamos ahí y aquí seguimos. Luego empezó a ganar Futures y ya no paró.
¿Cuánto tiempo duró esa ‘retirada’?
Nada, dos semanas.
¡Menos mal!
Fue una idea que tuvo, pero nunca llegó a ser un hecho. Yo tampoco quiero ser el héroe de la historia, lo que hice fue estar a su lado haciendo todo lo posible para ayudarlo.
¿De dónde nace ese cariño que le tienes desde tan joven?
Le había entrenado en todas las etapas de desarrollo, desde benjamín. Le recuerdo haciendo semifinales del campeonato de España alevín, o haciendo algunos torneos por Europa, en ese momento yo ya soñaba con ser entrenador de un jugador profesional… y ese jugador era él. No tenía ni idea de cómo era el circuito, solo era un entrenador de club con mucha ilusión y mucha inconsciencia.
Los inicios nunca son fáciles.
Tengo algunas anécdotas con eso. Una vez un entrenador prestigioso me dijo lo siguiente:
- ‘José, ¿sigues entrenando al Albert Ramos?’
- ‘Claro, y si puedo voy a estar con él toda la vida’
- ‘Eso es imposible, porque a la que sea bueno te dejará’
Esas cosas me encabronaban mucho, me hicieron tener más ilusión por lo que estábamos consiguiendo. Luego me di cuenta que Albert es una excepción.
¿En qué sentido?
El motivo principal por el que Albert y yo hemos durado tantos años es por su lealtad, simplemente. Su lealtad es la que ha hecho que, en situaciones y rachas de muchas derrotas seguidas o muchas dificultades, en esos momentos de no saber muy bien hacia dónde tirar, todo se mantenga igual. Su lealtad y la de su familia.
Y la tuya.
Sí, yo también me he mantenido muy fiel en todos los sentidos, pero el que ha arrancado primero esa fidelidad fue él.
¿Nunca tuviste miedo de no ser el entrenador adecuado?
[…] En algunos momentos tuve dudas, sí. Pero siempre hice una cosa diferente al resto, de hecho, lo comparto con todos para que lo piensen y lo reflexionen, ya que pienso que esta es mi parte de culpa para que durase tanto esta relación. Lo que hice fue incorporar siempre otros entrenadores para que aportaran nuevas herramientas al equipo. Nunca tuve afán de protagonismo, si lideraba el proyecto era siempre pensando en e equipo.
¿Qué entrenadores fueron?
Noe Los Mozos, Àlex Corretja, Joan Ros, Tiago Leivas o Gianluca Carbone, cada uno en su momento. Yo nunca hice el calendario completo, siempre lo compartí con ellos, dejando unas 10-14 semanas para que pudieran entrar ellos. Creo que he sido bueno manejando esos tiempos de enfriamiento para que la relación se mantuviera siempre saludable.
Debe ser bonito aprender los dos al mismo tiempo, él como jugador y tú como entrenador.
En el circuito hemos sido muy inquietos, muy observadores, tanto él como yo buscábamos siempre el encuentro con otros jugadores y entrenadores. En mi caso, guardo una gran amistad con Javier Piles, Javier Duarte, Josep Perlas, Pepe Vendrell, Samuel López… con estos no te creas que he estado hablando de las piñas (risas). Cuando me juntaba con ellos era para hablar de tenis, de ejercicios, de golpes, de tácticas, de los apoyos, etc. He visto en directo cómo planificaban calendarios, cómo trabajan los descansos, cómo realizan la preparación física, absolutamente todo.
¿Y en el trato directo con el jugador? ¿Eso también se aprende?
Eso requiere de más tiempo, los escenarios cambian según vas subiendo la categoría de los torneos, la presión va en aumento. Por ahí el aprendizaje es constante, tienes que ir viendo y adaptando cada comportamiento a cada momento. Eso lo viví con estos ejemplos que te comento, si quedaba con ellos era para aprender esas cosas, tanto lo bueno como lo no tan bueno. Igual si empezaba a ver desgaste en algún equipo, tomaba notas para que no nos pasara a nosotros lo mismo.
Me parece lo más complicado de todo, saber qué decirle al jugador, cómo decírselo y cuándo decírselo.
Los jugadores van evolucionando mucho en ese aspecto, cada etapa es diferente. Albert empezó siendo un niño, luego es un adolescente, empieza a ser un hombre, se casa, después es padre… en cada etapa hay que saber leer desde fuera, interpretar exactamente lo que necesita. Seguro que hubo momentos donde no me expresé bien con él, o donde le exigí demasiado…
¿Cambiarías algo?
Cambiar no sé, pero en algunos momentos siento que no le escuché lo suficiente. Mi forma de hacer era siempre ir hacia delante, buscando el objetivo, quizá tendría que haberlo planteado diferente. Al final nos hemos adaptado el uno al otro, eso es un mérito totalmente compartido, porque yo tampoco soy una persona muy estable, sobre todo en la derrota. Lo primero porque nunca he tenido miedo a que me despidan, eso me ha ayudado a ser muy claro en situaciones complicadas. Y si se enfada, que se enfade. Esto en el circuito no siempre se cumple, ya que el jugador es el jefe, es el que paga, el entrenador lo que quiere es mantener el puesto.
¿Te imaginas con otro jugador?
Si ahora volviera a ser entrenador de un jugador, todo sería diferente. Con Albert, más allá de ser un trabajo, ha sido una misión de vida.
Qué bonito.
[…] Ojalá esto durase toda la vida.
Pero no es posible.
Sí, lo tengo asimilado. Durante este año he pasado momentos personales que no los había vivido nunca, ver el final de su carrera me ha provocado cierta angustia. Igual que para un jugador resulta muy difícil ponerle fin a una carrera que ha durado toda la vida, para mí es lo mismo con él, porque no solo he sido su entrenador. Entre nosotros siempre nos decíamos: ‘Cuando empecemos a detectar que alguno de los dos está un poco despistado, hablémonos claro’. Igual que si yo empiezo a ver que su nivel está bajando o que empezaba a perder ciertos partidos, también se lo iba a decir.
¿Ha llegado ya ese momento?
Solo hay que ver los resultados, los torneos que estamos jugando y contra qué rivales estamos perdiendo. El ranking dice una cosa, el estado físico dice una cosa, pero la realidad es que es difícil que vuelva a ser el jugador que fue. Según yo percibo su carrera y lo que quiero para él, reconozco que hay muchos momentos donde lo he pasado regular. Eso no quiere decir que haya perdido la confianza en Albert, para mí siempre será el mejor. Así se lo dije antes de ganar a Federer en Shanghái 2015: ‘Hoy vas a ganar a Federer’. También es verdad que esto se lo he dicho antes de cada partido, igual no tiene mucho mérito (risas). Pero así voy a seguir, hasta el último día que estemos juntos voy a confiar en él a muerte.
Permíteme una pregunta íntima: ¿cómo es Albert en lo personal?
Albert es una persona extremadamente sensible, muy discreta, muy amigo de sus amigos, no necesita tener amigos nuevos. Si alguien lo necesita, él te va a ayudar, va a estar ahí, eso tenlo por seguro. Sin embargo, en este circo que es el circuito, para mí no ha sabido exprimir bien su posición, igual le ha faltado otro desparpajo. Ser un poco más abierto, más sonriente, más cercano… y no es para nada maleducado, pero Albert está en su película, la de una persona muy concentrada y metódica, esto le hace aparentar cierta frialdad. Luego cuando le conoces de verdad es todo lo contrario.
Se le ve muy buena gente.
Extremadamente buena gente, es una persona querida en el circuito, no ha tenido muchos problemas en su carrera, salvando algún capítulo de algún jugador que le haya ido buscando. Pero ha pasado por el circuito un poco desapercibido, me hubiera gustado verle con otro posicionamiento, pero no lo ha querido. Nunca le gustaron esas cosas, aunque luego sea un tipo muy de club, no es de los que se encierran, le verás siempre relacionándose con toda la gente sin problema.
¿No crees que esa manera de ser le ha ayudado en otros aspectos?
No, para mí le ha perjudicado. Una cosa es que tú busques las situaciones por afán de protagonismo, como les pasa a muchos que quieren figurar, pero eso es un extremo. Si tú has hecho final en Montecarlo y llegas al Godó, sabes que eres actualidad, es normal que la prensa se acerque a ti. Esto siempre le ha costado mucho.
En 2017, cuando hace esa final en Montecarlo y se pone top20, ¿notaste algún cambio en él?
No cambió en absolutamente nada, nunca lo ha hecho. Ni en el coche que tiene, ni en la casa que tiene, los amigos que tiene, la forma de vestir, en lo que se regala… no cambia en nada. Por supuesto, tampoco en el trato conmigo, con sus amigos o su familia. Ya puede hacer final en Montecarlo, cuartos de final de Roland Garros o ganar un título que Albert siempre actúa de la misma manera, tiene una personalidad muy clara y sencilla. No es alguien que necesite darse caprichos, algo que sí veo frecuentemente en el circuito. Hoy los chicos, en cuanto ganan un poquito de dinero, enseguida se marean y cambian su forma de trabajar, pierden el foco.
No encontraremos muchos jugadores así…
No hay muchos, no […] Aunque bueno, una buena parte de los españoles sí se rigen por ese patrón, como Roberto Bautista o Pablo Carreño, por ejemplo. Podría decirte que son muy parecidos, siempre humildes y siendo fieles a sus ideas. Hay gente que consigue seguir siendo la misma persona pese al éxito, casualmente, suelen ser los que tienen carreras más largas.
¿Crees que ha tenido el reconocimiento que merece?
Bueno, por delante siempre hubo otros jugadores más buenos, pero esto nunca le afectó nada, ni siquiera lo hemos hablado. Lo que sí procuré siempre es que lo cuidaran en los torneos, te estoy hablando de en qué pista lo colocan, sobre todo jugando en España. Recuerdo situaciones donde me ha tocado levantar la mano, porque Albert nunca diría nada. A más de uno me ha tocado recordarle quién es Albert Ramos y todas las cosas que ha conseguido. A él tampoco le da igual, se puede molestar, pero tiene un carácter que le impide protestar por cosas como esta. Ese reconocimiento a veces lo hemos echado más en falta en los propios torneos que por parte de la prensa.
¿Con la prensa bien?
Él se siente muy querido, muy reconocido, cuando ha representado a España hemos vivido situaciones inolvidables, o cuando hemos jugado en Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, etc. Es una persona querida en España y muy reconocida en Sudamérica, quizá hasta más que aquí. En Argentina es una locura, la gira sudamericana de febrero supone un parte fundamental cada temporada, allí le tienen como un gladiador.
Si preguntamos al aficionado por la carrera de Albert Ramos, ¿qué crees que dirían?
Los que le conocen saben todo lo que ha hecho […] Estando Albert en el top20 o top30, me ha pasado de volver a mi club de tenis y que la gente me pregunte: ‘¿Cuándo va a dar el salto?’. Frases así en tu propio club, de gente conocida, a veces duelen más que cualquier comentario en redes. Esto me quemó durante mucho tiempo, hasta que aprendí a llevarlo. Desde ese momento, cada vez que me hacían esa pregunta, yo les respondía: ‘¿Tú a qué te dedicas? ¿Fontanero? ¿Te imaginas ser el 30º mejor fontanero del mundo?’
Ese mal es imposible de curar.
No hay nada que hacer, solo puedes intentar que no te afecte. Cada uno sabe el esfuerzo que nos ha costado para llegar aquí, cada momento de dificultad superado. Yo siento los éxitos de Albert como míos, así que ni él ni yo necesitamos mucho de esto, pero reconozco que a veces en los torneos sí he podido rebelarme cuando he notado una injusticia, ahí me ha tocado dar la cara por él en busca de la igualdad, no la ventaja. Que un fontanero me pregunte cuándo da el salto no me importa, porque no entiende de tenis, pero estos gestos dentro de un torneo de tenis sí que pueden llegar a doler.
Háblame de su carácter, ¿es tan sereno como parece?
Él tiene mucho genio, hemos tenido discusiones muy fuertes, nos hemos hablado claro. Siempre que hemos chocado ha sido por situaciones de derrotas o partidos, pero nunca fue a más. Hay una cosa que Albert siempre entendió y es la siguiente: si durante el partido él me increpa o me falta el respeto, yo dejo de ayudarlo, se queda solo en ese partido. Si eres inteligente, no me increpes, intenta controlar tus nervios, desahógate un poco, pero no me prives de seguir ayudándote.
Pero es inevitable que pase alguna vez.
Claro que sí, él me ha tirado alguna cosa y yo se la he devuelto, pero es algo típico. Lo que nunca ha hecho fue faltarme el respeto… quizá sí me ha podido decir cosas que me hayan hecho daño, como yo a él, pero el respeto nunca nos lo hemos faltado. Jamás hubo un insulto o una palabra malsonante.
¿Cuántos partidos de Albert habrás visto desde la grada?
He visto todos sus partidos, no ha habido ni un minuto de su tenis que no haya visto, bien desde la grada o desde el móvil.
No me lo creo.
Te lo juro por mis tres hijos. El otro día con Taberner en Austria me perdí el primer juego del tercer set, porque me hubiera chocado yendo en coche (risas). Pero sí, he visto todos sus puntos siempre y cuando el partido haya sido emitido en algún lugar, lo digo por los que no estuve presente en el estadio.
¿Qué victoria fue más especial?
El partido que más emoción me ha causado fue contra Fernando González en el Godó de 2010 (6-4, 6-7, 6-3). Albert venía de la fase previa, estábamos en el vestuario y Fernando entró gritado: ‘¿Quién es el huevón este de Albert Ramos? ¿Quién es?’
(Risas)
¡Ni lo conocía! (Risas) Y estábamos allí delante, pero siempre con respeto, con ese acento tan simpático. Fue un partido muy duro, con la Pista 1 como nunca la he vuelto a ver con Albert jugando. Quizá por mi inexperiencia, por ser en Barcelona, por estar allí mi familia, por la falta de haber vivido esos momentos… te diré que aquello fue algo mágico. Podría recortarte victorias contra Federer, Nishikori, Murray, Cilic, Pouille o Ferrer, pero esa victoria fue la más increíble.
¿Volveremos a ver otra relación como la vuestra de tantos años?
Lo veo difícil, cada vez es todo más impersonal, no sabría explicártelo […] Lo veo difícil, pero bueno, si ha pasado una vez puede pasar otra. Los chicos tienen cada vez la mecha más corta y los entrenadores tienen que aguantar mucho del entorno, el manejo de todo el entramado es cada día más complicado, la habilidad para convivir con muchos egos y muchas voces. Yo he tenido suerte de rodearme de gente muy sana, gente con mucha ilusión que siempre trató a Albert como si fuera el mejor. Si yo no sentía que para ellos trabajar con Albert suponía un verdadero sueño, no entraban en el equipo.
Lo tuyo es que era contrato vitalicio.
¡Pues mira! Ya que lo mencionas, te cuento otra curiosidad. Albert y yo hicimos un día un contrato verbal, jamás firmamos nada, no nos hemos dado ni la mano, todo ha sido de palabra. No lo hablé ni con su padre, solo entre él y yo, pero ahora viene lo bueno. En estos 18 años que llevamos juntos, jamás se ha cambiado ese acuerdo económico, nunca volvimos a hablar de dinero. Sigo teniendo el mismo sueldo que cobraba el primer día… y no estoy diciendo que sea poco (risas). Nunca volvimos a hablar de dinero.
¿Qué nota le pones a esta aventura de casi dos décadas?
Un sueño hecho realidad. A mí me hubiera encantado ser tenista, pero por muchas circunstancias no lo pude conseguir, así que me puse a dar clases con 15-16 años. En ese momento me fijé como objetivo ser entrenador de un jugador profesional. De nota nos pongo un 10, me siento como si hubiera llevado al Nº1 del mundo. Para mí, Albert ha sido el Nº1 durante todos estos años, así le he tratado siempre.
Ese sería un gran titular.
De verdad que estaba tan orgulloso por cómo jugaba y cómo competía que lo que siento a su lado es pura fascinación. Ver cómo entrenaba, cómo ha cuidado la alimentación, cómo ha trabajado para no tener lesiones… son muchísimas cosas. Esto nunca se lo dije a él, pero lo que he vivido a su lado es increíble, era pura admiración por una persona a la que no quiero fallarle. A día de hoy todavía entro a la pista con nervios por no fallarle.
Cuando se acabe esta etapa, ¿dónde te ves?
Me gustaría formar parte de algún equipo de trabajo, estar en esa segunda línea con algún buen jugador para ayudarle, aportar todo lo que pueda con mi humildad y mi conocimiento. Esa figura me permitirá estar más en casa con mi familia, pero manteniendo el vínculo con el circuito, eso no lo quiero perder. Por ejemplo, para liderar un proyecto nuevo de un chaval joven no me veo con fuerzas, al menos por ahora.
Qué importante es la familia en vuestro trabajo.
Es un apoyo fundamental, porque además mi mujer era amiga de Albert en la adolescencia, eso ayudó a que siempre me apoyara y me animara a coger el próximo avión. Núria es la persona que más me ha ayudado a que yo lo ayude. Si yo he podido aguantar tantos años aquí es por la estabilidad familiar que me esperaba en casa, hubiera sido imposible sin esto.
¿Es muy grande el peaje por tener éxito en el circuito?
Estando en Australia llegué a temer por no llegar a los nacimientos de mis hijos, ese es el límite. Luego están los cumpleaños, las Navidades, todo eso pasa a un segundo plano. A mí lo que peor me ha sabido es estar en casa pero solo de cuerpo presente, con la cabeza en otro sitio. Me hubiera encantado haber sido mejor en esto, desconectar un poco más cuando estaba con mi familia, ahí reconozco que lo hice mal, no era justo para ellos. Pero me han ayudado tanto a cumplir mi sueño que no lo supe manejar.
La última, José. ¿Veremos algún día a Albert como entrenador?
Si él quisiera, sería un grandísimo entrenador. Tácticamente, a la hora de buscar soluciones con muchos agentes externos, es un número uno. Ha sido un jugador que ha probado todo, hemos ido a todos los rincones del mundo buscando herramientas para mejorar, pero estas cosas ni se saben. En plenas vacaciones nos fuimos a Italia para vernos con un entrenador de biomecánica, o la vez que nos marcharnos a Estados Unidos para entrenar con un coach que le ayudara a cambiar el saque, por ejemplo. Siempre le apoyé a la hora de buscar lo mejor para él, nunca me sentí menospreciado.
Curioso que a estas alturas todavía siga pensando en cómo mejorar.
Cero inmovilismo con Albert, es una persona muy tenaz, muy luchadora, mucho más de lo que refleja donde ha llegado.
¿Te imaginas en el futuro compartiendo proyecto con él?
Alguna vez lo hemos hablado en broma, al final ya empiezan a salir comentarios sobre qué vamos a hacer en el futuro. Tengo claro que él no querrá ser el entrenador principal, el que viaje la mayoría de semanas, así que dudo mucho que podamos hacer equipo. En ese sentido, los dos buscaremos la misma posición.