
Alexander Zverev sacó su manual de resistencia para rendir a un Holger Rune que mostró un tenis serio, maduro y atrevido, pero que no le sirvió para vencer al alemán que supo sufrir y mostró un talante de campeón para llevarse la victoria (4-6, 6-1, 5-7, 7-6(2) y 6-2 tras 4 horas y 11 minutos) y se cita con Alex de Miñaur en los cuartos de final de Roland Garros 2024.
Después de la agónica victoria, con remontada incluida, de Novak Djokovic ante Francisco Cerúndolo, hacía que las expectativas del partido entre Zverev y Rune fuesen menores tras el espectáculo mostrado por el serbio y el argentino. Sin embargo, las gradas repletas de la Philippe Chatier parecían augurar un gran duelo entre dos aspirantes a conseguir grandes cosas en el grande parisino.
A pesar de ello, el encuentro comenzaba con ambos tenistas tanteándose, intentado coger ritmo y buscando las cosquillas del rival. Y fue Rune el que golpeaba primero e inclinaba la balanza a su favor rompiendo el servicio del alemán, que se mostraba menos ofensivo.
- Rune daba un paso adelante
Las sensaciones iniciales de Sacha eran las mismas que las que tuvo en gran parte de su sufrido encuentro de tercera ronda ante Griekspoor, donde llegó a estar 4-1 abajo en el quinto set. Su derecha no corría y el revés no hacía daño, además, el danés conseguía mantenerle alejado de la línea de fondo con golpes profundos que desquiciaban al alemán que solo se mantenía con su saque.
De momento, el plan del pupilo de Mouratoglou estaba funcionando y al joven tenista se le veía más centrado y calmado de lo que acostumbra. Es más, supo hacer frente a un 0-30 cuando sacaba para llevarse el set y lo remontaba con un tenis valiente y decidido. En esta síntesis, un serio Rune se hacía con el primer set por 6-4 tras 48 minutos.
- Zverev despertaba
Si alguien pensaba que Zverev no iba a espabilar es que no conoce la capacidad de resistencia y adaptación que tiene el alemán a las situaciones adversas. El danés no bajó el nivel, pero el alemán se metía un poco más en la pista y subía una marcha para romper el saque de Rune y colocarse con 3-0. La alternativa del alemán con su dominante revés hacía acto de presencia en la Philippe Chatrier.
Del tenis constante de Rune, mostrado desde el inicio del encuentro, a las prisas por intentar recuperar su servicio. Esto hacía que Zverev le volviese a romper para sentenciar el segundo set. Sin embargo, el danés no quería que un pequeño bache empeñase su gran partido y recuperaba uno de los dos breaks para intentar agarrarse al set. Pero Zverev ya había despertado de su letargo y cerraba la segunda manga por 6-1, que no reflejaba lo visto en la pista.
El duelo estaba en tablas, un set para cada uno, y en este momento alguno de los dos tenía que imponer su tenis. A pesar de ceder el segundo, a Rune se le veía con un punto más de convencimiento y conseguía el quiebre cerrando el puño y apretando los dientes. Pero esa garra con la que se apoyaba para tomar ventaja era la misma que le condenaba en el siguiente juego, donde cedía su servicio.
- Un Rune más valiente se hacía con el tercer set
Todo estaba ocurriendo bastante rápido, no había largos peloteos y los juegos se iban sucediendo sin opciones al resto por parte ambos. Y fue en ese momento, con 5-5, donde las dudas invadieron al danés y regalaba dos bolas de break. Si Zverev las materializaba, el set era prácticamente suyo. Pero Rune mostró un grado de madurez nunca visto hasta la fecha para defender el servicio, romper el del alemán y llevarse así un segundo set (7-5) donde mantuvo el temple en los momentos clave.
Algo tenía que cambiar Zverev porque la seriedad de Rune mostraba pocas flaquezas en su juego. Tenía que hacer otra gran remontada como la que consiguió ante Griekspoor y parecía ponerse las pilas porque rompía el saque del danés para mandar un mensaje de que no se iba a rendir tan rápido. No obstante, algo pasaba en el tenis del alemán porque no terminaba de ser regular, desperdiciaba juegos que tenía prácticamente ganados y daba alas a Holger que, ayudado de grandes restos, devolvía el quiebre.
El joven danés derrochaba seguridad en la pista. Tanto confiaba en su tenis que se atrevía con dejadas milimétricas y golpes de una tremenda factura. Mientras que Sacha tenía que escalar el Everest para conseguir una rotura (5 de 14). Con dicha estadística y la fe inquebrantable de Rune, el encuentro entraba en un territorio peligroso para el alemán que debía encontrar soluciones si quería seguir vivo en París.
Y el alemán era consciente de ello, y lo intentaba corriendo de lado a lado, llegando a las dejadas de Rune y, al fin, aprovechaba dos bolas de break para marcar distancias en el cuarto y acercarse un poco más al definitivo quinto set. Pero hoy no era el día, hoy el protagonista era un inspirado Holger que le impedía a Zverev llevarse el set e igualaba 5-5.
- Todo al quinto
Se estaba viendo la mejor versión de Rune que cada vez se creía más que podía llevarse la victoria, pero el alemán sabe agarrarse a la pista como nadie cuando el partido lo necesitaba. Por lo que el cuarto set no podía tener mejor final que un tie break que decidiese el partido, o que lo llevase a un quinto. Finalmente, la experiencia y los galones de Zverev hicieron acto de presencia cuando más lo necesitaba y el desenlace del partido se iba al set definitivo.
Entraba el encuentro en la recta final con la incógnita de si los cuerpos iban a resistir, si Rune no iba a lamentar la ocasión y si Zverev iba a conseguir una nueva remontada en la Philippe Chatrier. Mientras que la estadística favorecía al alemán que había ganado 9 de los 10 encuentros que se habían ido al quinto set en Roland Garros.
Sin embargo, en el tenis no todo son matemáticas, también son emociones y aquí fue el danés donde volvió a controlarlas cuando tocaba porque salvaba tres bolas de break con un sólido servicio y una garra que le mantenía vivo. Había fe, pero faltaba gasolina por lo que la ideas se nublaban y Zverev, impasible, tenía una raya más de energía. La suficiente para romper el servicio, y ver la puerta de los cuartos de final cada vez más cerca.
Al final se impuso la lógica del favorito y Zverev, que remó contra viento y marea ante un huracán llamado Rune, imponía su ley. La de un tenista completo, luchador y con aura de campeón que muestra, con victorias como la de hoy, que su candidatura por ganar Roland Garros es más firme que nunca.