
La salud mental es un aspecto que preocupa en el mundo del deporte y que parece estar dejando de ser tabú gracias a la valentía de algunos pioneros, dispuestos a dejar atrás los estigmas y hablar abiertamente de uno de los aspectos más importantes en el bienestar personal y profesional de un deportista. Mardy Fish fue uno de los primeros que reconoció atravesar por problemas de ansiedad y depresión, viéndose superado por la presión mediática de los medios de comunicación y aficionados que pusieron en él muchas expectativas. En su documental Untold, de Netflix, el estadounidense hace un exhaustivo repaso a su carrera en el que desvela cómo se sintió en determinados momentos, que se antojaron críticos para poner en riesgo su salud, a la par que describe perfectamente qué es lo que siente un tenista de élite y qué sacrificios hay que hacer para estar ahí.
Comencemos desde el principio. Estados Unidos, una de las grandes potencias del tenis mundial, se asomaba a un abismo después de haber estado afincada en la gloria muchos años. McEnroe, Connors, Courier, Chang, Sampras o Agassi habían sido los grandes dominadores del circuito ATP desde hacía décadas, y el siempre competitivo país de las barras y estrellas se encontraba con un presumible vacío a corto plazo en la entrada del siglo XXI. Mientras el ocaso de las carreras de sus grandes estrellas se aceleraba, solo parecía haber dos nombres capaces de perpetuar al país norteamericano en la cúspide: Andy Roddick y Mardy Fish. En el documental, el angelino relata con pelos y señales su estrecha amistad con Andy desde que eran unos niños, forjada en los exigentes campus de entrenamiento que la USTA había preparado para localizar a los grandes talentos del país.
Acudían niños de cada Estados del país que habían destacado en su territorio, y eran citados en Florida para ponerlos a prueba y someterlos a una criba con tintes darwinianos. Solo los más fuertes podían aguantar y entre centenares de jóvenes talentos repletos de sueños, únicamente 10 jugadores se ganaron el derecho a entrenar con los mejores técnicos y compartir tiempo con las estrellas del momento. Dos de ellos fueron Mardy y Andy, amigos inseparables desde que a los 13 años tuvieron que abandonar sus hogares para perseguir el sueño de ser tenistas. Desde el principio, Roddick era quien más llamaba la atención por su manera de sacar, su electricidad en la pista y un carisma que se forjó siendo apenas un adolescente. Su proyección como estrella mundial era imparable y Fish no tenía ese fuego interno de la competición que solo poseen unos pocos.
Sin embargo, su potencial era inmenso y pronto empezó a ser algo más que un amigo para Roddick, convirtiéndose en una pieza necesaria para poder entrenar. Mardy se encontró con que, después de años de trabajo duro y sacrificios, siempre perdía en sus duelos con su amigo íntimo y era percibido por todos como una pieza más en el desarrollo tenístico del de Nebraska. Andy llegó a pedir a Fish que se fueran todo un verano a su casa, con sus padres, para poder jugar a tenis en la pista que tenían y continuar con su progresión de cara al profesionalismo. La eclosión de Roddick fue tal que ganó títulos en 2001 y 2002, llegando a ser campeón del US Open 2003 y número 1 mundial.
Mardy narra la enorme presión a la que se está sometido y el miedo a decepcionar
"¿Por qué él y no yo? ¿No he trabajado lo suficiente? ¿No hemos estado juntos todos estos años haciendo lo mismo?" Esas preguntas surgieron en Mardy al ver el éxito inconmensurable de su amigo, mientras él desarrollaba una carrera de buen nivel, siempre en el top-50 y con etapas de buen tenis que le aupaban a la zona noble del ranking y le permitían ganar algunos títulos. Fish era feliz, viajaba por el mundo jugando a tenis, entrenaba lo justo, disfrutaba todo lo que podía y aprovechaba su enorme talento y facilidad natural para jugar a tenis. Pero llegó un momento de su vida en que quería más; se hartó de perder con su amigo Roddick (le ganó 9 partidos consecutivos) y quiso demostrar al mundo y a sí mismo que podía hacer algo más.
En 2010 se convirtió en un hombre nuevo, mutó en un jugador feroz en la pista y se centró en el tenis únicamente. "Perdí amigos durante esos años, lo único que hacía era pensar en el tenis, estaba obsesionado. Perdí 15 kilos, entrenaba horas, controlaba mi alimentación... Vivía por y para el tenis. Sentía que era la única manera de poder competir contra el Big 3. Tenía a los tres mejores de la historia en mi época y mi sueño era disputar las ATP Finals. Ese torneo era especial, cada vez que lo veía por televisión soñaba con estar ahí, con formar parte de los mejores del mundo", comenta el estadounidense, que lo consiguió en 2011, aunque a un precio muy alto.
Todo empezó en Newport 2010, cuando iba perdiendo con Frank Dancevic, un gran amigo para él, y en un intercambio, se encaró con el canadiense diciéndole que no le iba a ganar ese partido, que se olvidara, que estaba sentenciado. El estupor y desconcierto de todos ante la fiereza de Mardy fue enorme, y él mismo se sorprendió de haber hecho algo impensable hace tiempo. Ganó el torneo y empezó una tendencia al alza inexorable, que le llevó a ganar dos partidos consecutivos a Roddick, ser finalista en Cincinnati, y arrancar un 2011 esplendoroso en el que llegó a vencer a Nadal y consiguió su meta de jugar las ATP Finals.
Fue el inicio del fin. "Todo el mundo hablaba de mí y en 2012 pasé a tener que ganar todos los partidos que disputaba. Me encontré con gente criticándome amargamente, gente que consideraba a mis amigos calificando mi tenis de penoso, y eso me afectó mucho. Durante ese año pasé por momentos malos fuera de pista, momentos en los que era como si el mundo se derrumbara, solo quería desaparecer y olvidarme de todo", narra un Fish que tocó fondo en el US Open 2012.
Fish tocó fondo en el US Open 2012 y requirió ayuda médica durante años para recuperarse
"Ocurrió en tercera ronda, contra Gilles Simon. Me programaron para la sesión nocturna de la Arthur Ashe. No lo entendía, solo por ser yo me metían ahí. Todo el mundo esperaba que hiciera algo grande. Y de repente, al final del tercer set, sentí que la ansiedad aparecía", comenta con visible emoción. "No sé cómo pude seguir jugando, aún no lo entiendo. Ni siquiera recuerdo un solo punto desde que en el descanso del set me di cuenta de que me estaba ocurriendo algo grave mentalmente. Gané el partido, pero sabía que algo fallaba", desvela un Fish que en octavos de final iba a jugar contra Roger Federer.
"Había dedicado toda mi vida para llegar ahí, ese era el partido por el que me había ido de casa a los 13 años. Todo el mundo estaba pendiente de mí, y yo solo quería huir, desaparecer. Cuando iba en el coche al club, no podía reprimir la ansiedad, las ganas de llorar. Mi mujer me dijo que no tenía por qué hacerlo. Al principio me enfadé con ella, pero me di cuenta que llevaba razón. No podía jugar así", asegura.
En 2013 y 2014 apenas pudo jugar debido a la situación crítica en que estuvo. Requirió de ayuda profesional para salir de un agujero sin fondo del que no veía la salida. Recluido en casa, olvidado de todo, avergonzado y con miedo, Mardy Fish se vio luchando por su vida e intentando lidiar con sus demonios internos. A base de un entorno muy sólido y entregado a él, de su coraje personal y de la ayuda de profesionales, consiguió salir y pudo darse la oportunidad de despedirse del tenis en la cancha. "Eso siempre va a estar ahí. Cada día lidio con ello, pero ahora soy yo el que gana la batalla a mi mente", termina aseverando un hombre que ofrece lecciones muy importantes.