Roma 2005 y un desenlace inolvidable
Guillermo Coria recordó en una entrevista aquella final ante Rafa Nadal celebrada hace quince temporadas. “Por mis hijos que pensé que lo tenía ganado”.


Para muchos, la final de Roma 2005 significa el mejor partido sobre tierra batida que se ha disputado nunca. O al menos, que esas personas hayan visto. Han pasado quince años de aquel encuentro y cada vez son más las voces que aseguran no haber presenciado nunca nada igual. Aquel día se enfrentaron dos monstruos de la arcilla, Rafael Nadal y Guillermo Coria. El español era Nº7 del mundo, tenía 18 años y estaba a pocos días de levantar su primer Grand Slam. Ese primer Grand Slam era el que se le había escapado en Roland Garros el curso anterior a un Coria de 23 años que por entonces luchaba por regresar al top10. En una charla con Radio Cut, el argentino hizo memoria sobre aquel duelo increíble que terminó llevándose el balear por 6-4, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6.
Solo con el mirar el marcador ya sirve para entender que fue una batalla colosal, sin embargo, Guillermo recuerda perfectamente en qué momento terminó de romperse la balanza. “Ganaba 3-0 en el quinto set, recién había conseguido el break después de cuatro horas y media de partido a full, matándonos los dos, entonces justo le miro la cara para ver cómo estaba. Le vi fundido en el banco, con las manos destruidas, miraba continuamente hacia su box, hacia su tío. En ese momento pensé que ya lo tenía, solo me faltaba empujar un poquito más, pero entonces el juez de silla dijo ‘time’ y le veo a él corriendo como un tiro delante de mí. Nunca vi a una persona corriendo tan rápido”, asegura el de Rufino.
En aquel instante, la impresión de ver a un tipo incansable, lo cambió todo. “Eso me dejó helado, pese a ello tuve una oportunidad de ponerme 4-0. Fue una juego muy largo, pero lo perdí, era 3-1 para mí. Luego sacó él, volví a tener oportunidades, pero lo pierdo también, 3-2. A partir de ahí todo cambió, el partido se puso muy parejo. Incluso más adelante, ya en el tiebreak, fui perdiendo 5-2 o una cosa así, pero conseguí empatar y ponerme 6-6. Terminé perdiendo, pero él fue el justo ganador. Lo mereció por cómo reaccionó y por todo lo que vino después, la terrible carrera que hizo y que todavía sigue haciendo”, subraya el que fuera Nº3 del mundo.
El partido es historia del torneo de Roma, historia de las giras de tierra batida e historia del tenis contemporáneo. Además, sucedió en una temporada 2005 que representó el nacimiento de un animal competitivo que terminaría superando a todos a base de esfuerzo y pasión. “En ese momento no lo conocíamos mucho a Rafa, fue el año que explotó. Con esos torneos demostró tener la fuerza y la energía que terminó demostrando luego, lo que él era en los partidos. A mí me mató, por mis hijos que pensaba que lo tenía ya ganado. Era 3-0 en el quinto, pensé que se iba a relajar, pero ya el primer punto que me ganó después de ese descanso fue increíble, lo celebró con un salto que me mató. Me empezó a jugar con mucho más efecto y eso, cuando estás cansado, te desgasta un poquito más. Son batallas duras, uno tiene que estar preparado y yo estaba súper concentrado, pero él lo mereció más”, reconoce el hombre que se quedó a dos puntos de reinar en el Foro Itálico.
La nota positiva que todos sacamos de aquel encuentro fue la confirmación de que el mejor Coria estaba de vuelta, una versión incluso mejor que la del año anterior. “Era la primera gira en polvo de ladrillo que hice después de operarme el hombro. Estaba en mi mejor momento, me había recuperado, estaba para competir, pero Rafa ya me había ganado en Montecarlo en cuatro sets para levantar su primer Masters 1000. Luego llegó Roma, con la pista un poco más rápida, en principio me favorecía a mí, pero no tengo nada que reprocharme. Recuerdo aquella final como una grandísima batalla, di lo máximo que pude dar en aquel momento. Realmente pienso que aquel fue el mejor tenis de mi carrera, lo que se vio en aquel partido”.
Sin embargo, aquel trampolín no llegó a coger más altura, ya que los mejores días de Guillermo se quedarían en aquel 2005. Muchos todavía se frotan los ojos al recordarle cometiendo 20 dobles faltas por partido en sus últimos torneos. “Lo del saque tuvo su historia. Venía de la operación y recaí un poco en esa lesión, me caí un poco anímicamente y me costó mucho retomar. Algunos lo achacan al tema del saque pero la realidad era que no disfrutaba tanto sobre la cancha, por eso tuve una carrera corta, aunque muy intensa. Gané muchos más trofeos de los que nunca hubiera imaginado, fueron 3-4 años muy intensos donde siempre dependí de estar al 100% física y mentalmente. Una vez bajé un poquito el rendimiento por la falta de hambre, vi que era el momento de irse. Hoy sigo muy contento de la trayectoria que tuve”, confiesa con orgullo.