
Durante un torneo de Grand Slam es difícil sacar tiempo para hablar de algo que no sea el Grand Slam. Me pasó la pasada temporada, justo un 22 de enero de 2022, cuando recibíamos la triste noticia del fallecimiento de William ‘Pato’ Álvarez (Medellín, 1934). El técnico que cambió la historia del tenis de nuestro país nos dejaba con los 87 años recién cumplidos en plena segunda semana del Open de Australia, sin tiempo de reacción para escribir el artículo que merece una personalidad tan admirada, relevante y especial como era el colombiano. Doce meses después, tras levantar algunos teléfonos conectados directamente a la historia del mítico entrenador, estoy preparado para contaros quién fue, qué hizo y qué legado nos dejó su pasión por este deporte. Perdón por la demora, pantera.
Así le llamaban los que de verdad le conocían, los que permanecieron a su lado hasta el final en su casa de Barcelona, ciudad a la que llegó en 1970 para ya nunca dejarla. Su ficha presumía de haber sido varias veces campeón de tenis en su país, aunque el recuerdo con el que de verdad sacaba pecho era su duelo ante Manolo Santana en la tercera ronda de Roland Garros 1961. Quién le iba a decir a William que, una década después de aquel encuentro, su papel sería imprescindible para que España encontrara relevo al éxito de 'Los Manolos', Santana y Orantes. Como profesional llegó a disputar seis series de Copa Davis, pero rápidamente descubrió su verdadera vocación, su auténtica pasión en el mundo de la raqueta: ser entrenador.
Se retiró del circuito dos años después de aterrizar en España, momento donde empezó a construir su leyenda. Fue en el Club de Tenis Pedralbes, donde estaba al cargo de la escuela de competición, cuando conoció a un chaval de 12 años llamado Emilio Sánchez Vicario. ¿Se imaginan este relato sin el testimonio del madrileño? Evidentemente, no tendría ningún sentido.
“Recuerdo el primer día entrar en pista y ver una montaña de cubos llenos de pelotas”, nos cuenta el ex Nº1 del mundo a través de una llamada telefónica. “Yo mediría un metro, no más. ‘¡Venga gordito, mueve las patas!’, me decía. Te hacía ir delante, atrás, al lado, arriba, delante, atrás, al lado, abajo… Te volvía loco, al tercer cubo estabas reventado. ‘¡Hasta que no acabes todos los cubos en un día no vas a jugar bien!’. Cada noche soñabas con esa montaña de cubos, venías de un entrenamiento totalmente distinto con otros profesores, pero con 'Pato' era un torbellino de movimientos. Luego, con el paso del tiempo, te dabas cuenta de lo mucho que mejorabas en cuanto a movilidad, a la hora de encontrar la bola más fácil. Aquel grupo de competición, con esa relación tan innovadora, acabó ganando a todos los clubes de la ciudad”, revela con nostalgia.
Además de Emilio, aquel grupo lo formarían otros nombres ilustres como su hermano Javier Sánchez Vicario, Sergio Casal, Jordi Burillo, Francis Roig, Tomàs Carbonell, Joan Balcells, Alberto Viloca o Julián Alonso, entre otros. No, no es casualidad que todos tuvieran una carrera notable, es que la metodología de 'Pato’ Álvarez era tan revolucionaria y disciplinada que lo increíble habría sido que no dieran aquel salto.
“Su método era, ante todo, muy funcional”, nos cuenta Julián Alonso, uno de los alumnos más aventajados del técnico. “Él tenía las vacas sagradas, que eran Emilio y Sergio. Luego estaban otros más jóvenes pero ya establecidos, Viloca y compañía. Y luego veníamos la generación posterior, la mía. Cuando una generación terminaba, la siguiente pasaba a ser los mayores, y luego la siguiente, esa cadena nunca paraba. Ahora lo normal es que jugador viaje con un grupo de 4-5 personas, pues el Pato viajaba con 4-5 jugadores él solo, todos dentro del top100”, afirma el de Canet de Mar.
La RFET percibió siempre su habilidad como profesor, por eso fueron los primeros en confiar en su talento, dándole el cargo de director técnico y poniéndole al frente de un grupo de juveniles a los que pronto llevaría a la élite. Eso sí, el camino no siempre fue fácil. “Era un calvario tanto esfuerzo, te exigía encontrar la distancia perfecta con la bola para llevar a cabo tu juego, ese era su sistema”, reconoce Emilio Sánchez. "Todos nosotros entrenábamos de la misma manera, pero luego practicábamos estilos diferentes sobre la pista, su sistema se adaptaba a cualquier tipo de jugador, esa era la gran ventaja. Ese sistema te hacía desarrollar al máximo tu estilo, independientemente de si eras agresivo, defensivo o de saque y volea”, añade.
“Las malas lenguas te decían que, si ibas con 'Pato', te haría jugar como Emilio, todo el rato con revés cortado. Eso es mentira. A mí, que pegaba unas ostias como panes, no me dejaba cortar: ‘Quema la pelota, ¡que no vuelva!', explica Alonso, quien llegó a ser top30 mundial a finales de los noventa. “Dentro de una base común al resto, él se acoplaba a ti, a tu juego, pero siempre controlando la pelota. Mi estilo no tenía nada que ver con el resto, empecé a pegar unos palos a 220km/h y él nunca me limitó; al revés, me ayudó a potenciar mi tenis. Mira Balcells, por ejemplo, le hizo jugar con un modelo de saque y red, nada que ver con el estilo de Emilio Sánchez”.
UNA PERSONALIDAD ÚNICA
Su conocimiento y técnicas innovadoras cambiaron la manera de entender el tenis en España, provocando la salida de multitud de jugadores hacia el profesionalismo, implantando una formalidad casi militar en cada uno de sus chicos. Dicen que fue un adelantado a su tiempo, pero si encajó perfectamente en nuestro país también fue gracias a su destreza e instinto de supervivencia. Y con esto quiero decir que era más listo que ninguno.
“Él mismo se definía como un personaje, era imposible engañarle”, comenta Emilio entre risas. “Presumía de tener esa mezcla genética que le hacía diferente, apostaba por hacer su propia religión. Todo el rato estaba negociando, lo hacía con nosotros y lo hacía también en su etapa como jugador. Nos contaba que le compraba las raquetas que les regalaban a Santana y Pietrangeli para luego revenderlas, era un comercial nato. Pero también era muy generoso, a nosotros siempre nos dio todo, era muy agradecido”.
Alonso también agrega su propia anécdota. “A nosotros nos daban unas 12 raquetas en cada Grand Slam, pero él nos requisaba casi la mitad, incluso algunas las vendía. Suma seis de Viloca, seis de Alonso, seis de Balcells, etc. Hubo un día que rompí varias raquetas y me quedé sin material, no me quedaban en casa, así que llamé a HEAD y me dijeron que me mandarían más a final de semana. Llamo a 'Pato', se lo cuento y me dice que no me preocupe, que al día siguiente me trae un par de raquetas. Al día siguiente le pido las raquetas y, cuando las voy a coger, las aparta y me dice: ‘Son 100$ por raqueta’. ¡No me lo puedo creer! Además no llevaba dinero encima. ‘Las raquetas son mías, no hay raquetas sin dinero, ya puede ir usted a pedirle alguna a Balcells o Emilio’. Eso es una lección de vida, nos estaba educando, enseñando a valorar las cosas. Si yo había roto dos raquetas el día anterior, ahora tenía que pagarlas. Nunca en mi vida volví a romper otra raqueta”.
El Pato tenía una personalidad arrolladora, era imposible que pasara desapercibido, pero tanto carácter le hizo también ganarse algunos enemigos. Su enfrentamiento con Lluís Bruguera, el otro gran entrenador de la época en el territorio nacional, puso en un brete al tenis español masculino, enfrentando el bando de ‘los patitos’ con el grupo de Bruguera (Arrese, Aguilera, Luna y el propio Sergi). Fueron años complicados, sobre todo en Copa Davis, donde fue imposible que reinara la paz entre ambos grupos de competición.
Posiblemente, ninguna persona viviera este capítulo tan de cerca como el propio Emilio Sánchez. “Hubo mucha gente que le estuvo siempre agradecida, pero también se grajeó algunos enemigos. Él era muy claro, no era políticamente correcto, decía siempre lo que pensaba. Una vez, delante de mí, le dijo a Sampras que no era un jugador constructivo, incluso se lo intentó explicar. Después de haberme pegado una paliza, creo que solo le gané dos juegos, 'Pato' le intentó explicar que no era tan bueno como Borg o McEnroe. Ese era 'Pato', venía a decirte lo que no quería oír, eso le creó dificultades para conectar con muchas personas”.
Para lo bueno y para lo malo, William ‘Pato’ Àlvarez era un líder, mostrando siempre una confianza total en sus ideas y una defensa a ultranza de su gente. “Era muy anárquico, innovador, un adelantado a sus tiempos”, refuerza Julián Alonso en su discurso. “A veces fue un incomprendido pero, si rebobinamos en el tiempo y vemos todos aquellas cosas que se veían raras en aquel momento, hoy se llama profesionalismo. Nos inyectó una disciplina que no conocíamos, era su manera de tener controlado a cada jugador, lo que él consiguió no lo ha conseguido absolutamente nadie en la historia del tenis, que es meter a tantísimos jugadores de la nada. A mí me pilló con 18 años y en cuestión de dos años ya estaba top30”, rememora sobre su etapa en el circuito.
¿Y por qué el Julián nunca llegó al top10? Es una buena pregunta que el catalán ya respondió en otra entrevista, aunque hay otra pregunta mejor: ¿dónde hubiera llegado sin la ayuda de ‘Pato’? “A mí me pilló en una época de rebelde sin causa, porque no había ninguna causa, y me empezó a ordenar. Él no te daba explicaciones: ‘Confíe en mí, yo sé lo que hago, usted no sabe nada’. Claro, yo veía que si estaba con todos esos jugadores, algo tenía que saber. De repente, sin pensarlo, estás top50 gracias a dejar guiarte por él. Era un sabio, además de una persona muy generosa. Muchos le criticaron diciendo que era tacaño, pero el que lo vivió desde dentro sabe que no es verdad”, manifiesta el hombre que actualmente dirige la carrera de Leylah Fernández.
LOS ÚLTIMOS PASOS
Para ser el mejor no basta con serlo, hay que creérselo. En este asignatura, ‘Pato’ Álvarez nunca tuvo problemas. “Soy el mejor entrenador de la historia, nunca hubo otro mejor”, me repetía con una sonrisa el día que le conocí, en el Trofeo Conde de Godó de 2019. Tras aquella inmensa hornada de los años 80 y 90, su labor de formación continuó con otras jóvenes promesas como Andy Murray o Grigor Dimitrov, figuras internacionales que pasaron su etapa juvenil al lado del colombiano. Pero el último de su extensa lista fue español, alguien que tampoco podía faltar en este reportaje.
Jaume Pla (Barcelona, 1995) nunca logró ser top500 del ranking ATP –se quedó a un puesto en 2019–, pero en su currículum lucirá siempre el privilegio de haber sido el último jugador al que entrenó ‘Pato’ Álvarez. Se conocieron en 2013, cuando el catalán apenas tenía 17 años y disputaba unos torneos Futures en la Academia Sánchez-Casal. De repente, lo que empezó siendo una relación cordial fue ganando en proximidad.
Al encontrarse en más torneos, 'Pato' comenzó a ir a ver sus partidos, a darle algunos consejos, hasta que finalmente terminó llegando una oferta profesional. “Recuerdo perfectamente el primer día que entrenamos, eran las 09:00 de la mañana y yo acaba de desayunar. Me empezó a tirar bolas con una intensidad que con el primer cubo ya tuve suficiente, al rato estaba vomitando. Me mató (risas). Terminamos esa semana de prueba y empezamos a viajar. Siempre éramos los primeros en llegar al club y los últimos en irnos”.
Quizá no fue el proyecto que más popularidad le trajo, pero sí fue la apuesta más personal de ‘Pato’, en todos los sentidos. Con el paso de los años, Jaume tuvo que complementar su sueño de ser profesional con otra labor primordial: cuidar de su entrenador. Fueron ocho años viviendo bajo el mismo techo, viajando full time cada semana y generando una relación de padre-hijo. ‘Yo le he enseñado a usted todo lo que sabe, pero no todo lo que yo sé’, solía decirle siempre el maestro.
Especialmente duros fueron los últimos años, cuando la demencia en 2019 comenzó a deteriorar la salud mental del colombiano, efectos que se vieron multiplicados con la llegada del COVID. “Los últimos años los pasamos en Barcelona, cuidándolo y llevándolo a médicos. Se fue olvidando de las cosas, repetía siempre las mismas historias, pero de sus seres queridos siempre se acordaba. Emilio, Sergio, Julián, Viloca… a sus pupilos los tuvo presentes hasta el final”.
SU MAYOR LEGADO
Años de entrenamiento, cientos de viajes, experiencias en todos los circuitos, victorias inolvidables y un currículum inalcanzable. Pero nada tendrá más peso en la memoria de William que el cariño que dejó en cada corazón que tocó. ¿Qué significó 'Pato' Álvarez para cada uno de nuestros entrevistados? No se me ocurre mejor manera de cerrar este homenaje que escuchando sus testimonios.
· Emilio Sánchez: “Pato Álvarez representa mi carrera, todo lo que soy como jugador. Estuvo conmigo siempre, compartimos cada momento juntos, me convenció que podía estar ahí arriba y me dio las herramientas para lograrlo, sacó de mí el mejor competidor posible. Cuando hablamos del tenis español y de las continuas generaciones que se han ido dando en estos 40 años, creo que todo nace con la llegada de 'Pato', con esa manera de vivir el tenis las 24 horas y de ser profesional. Ese profesionalismo se ha ido acrecentando con el tiempo, pero todos comparten su manera de respirar el tenis. Tú ves a Bautista, Carreño o Ramos y adviertes esa esencia de ir a competir por cada juego, por cada bola, todo el tiempo. Esa era la esencia de Pato Álvarez, eso fue lo que nos enseñó”.
· Julián Alonso: “Al ser joven, hubo muchas cosas que me explicaba que yo no comprendía, cosas que fui entendiendo con el paso de los años. Una vez maduras, no te haces a la idea de las veces que he pensado: 'Qué razón tenía'. A día de hoy me sigue pasando. En los días del velatorio no paraban de llegarme recuerdos, fue muy duro, muy triste, pero el agradecimiento por parte de todos fue absoluto. 'Pato' lo dio todo por sus jugadores, no he conocido a nadie en mi vida que haya sido así, ni dentro ni fuera de la pista. Un carácter increíble, complejo, diferente a todos. El amor que le tengo al tenis me lo inculcó 'Pato', él era mi ídolo y por él soy entrenador. Ha sido quien ha guiado los pasos de mi vida, seré panterista hasta la muerte”.
· Jaume Pla: “Lo que más aprendí de 'Pato' fue la disciplina y la constancia, era muy meticuloso con eso. Era duro, pero al mismo tiempo también era muy cercano, siempre estábamos de buen humor, rodeados de compañeros. Cada día nos pasaba alguna anécdota, la gente le tenía mucho respeto, quizá por eso siempre se salía con la suya. Era único en eso. Siempre se mostró muy humilde, aunque siempre dijera que era el mejor, pero lo decía porque realmente lo era. Para mí ha sido el mejor entrenador de la historia”.
Con un año de retraso, aquí tienes el homenaje que te merecías. Sigue descansando en paz, pantera.