
Por mucho que lo piense, me vienen muy poquitos jugadores a la cabeza que hayan alcanzado el top30 en tan solo dos años como profesionales. Los que me vienen, obviamente, son leyendas y ex números 1 del mundo. Aquí en España ni siquiera Rafa Nadal lo logró, pero sí lo hizo Julián Alonso (Canet de Mar, 1977). El jugador catalán tuvo su momento cumbre a finales de los años 90 con un tenis de alta tensión donde el saque y la derecha iban pero no volvían. Disparaba sin negociar, volando a lomos de un talento innato que le hizo tirar varias murallas de un plumazo. Sin embargo, a la hora de buscar la guinda, el pastel se volvió amargo y aquel hombre al que todos veían como futuro top10 sufrió un estancamiento inesperado. Aquel tren ya no volvería a pasar.
¿Talento desaprovechado? Puede ser, nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que Julián aprendió de cada uno de aquellos pasos que dio como jugador, tanto los que dio hacia delante como los que dio hacia atrás. Al mando actualmente de la carrera de Renata Zarazua (21 años), el técnico español acepta la invitación en el torneo BBVA Open Ciudad de Valencia para dialogar con Punto de Break. No suele dar muchas entrevistas, pero tampoco huye de ninguna pregunta. Con la madurez que él mismo afirma que no tuvo como jugador, Alonso repasa cada una de sus etapas, todas importantes, hasta llegar a este punto de su vida.
Qué bueno verte por aquí.
Justo ahora estoy de vuelta a Barcelona, desde hace un mes. Llevaba diez años en Miami, aunque siempre pensé que el día que tuviera la doble nacionalidad y me convirtiera en americano, volvería a España aunque fuera durante un tiempo. Quiero que mis hijos aprendan el castellano y el catalán.
Y ese momento ha llegado.
Lo tenía todo pensado, sí. He traspasado mi Academia de Estados Unidos durante un año, dejo mi casa en un storage, puse los coches a la venta y me volví a casa. Tengo una escuela en Canet de Mar desde 2002 con Victor Sendín a los mandos como director. Aparte, sigo entrenando con Renata Zarazua y también hago alguna semana con Arantxa Rus. Ahora mi objetivo es desarrollar una escuela internacional de Juniors con un socio, un grupo que oscile entre los 8-10 chavales.
Diez años fuera son muchos años.
En América se está y se vive muy bien, me encanta el país, pero hay cosas que se echan de menos. Sobre todo la familia. Como en casa de uno, en ningún sitio.
¿Qué tendrá España…?
Cuando emigras no es todo tan fácil, pagas un precio muy alto en el día a día. A fin de cuentas y por muy bien que te vaya, eres extranjero. Un amigo mío que lleva 30 años en USA me dijo, cuando llegué, que pasaría por tres fases. Los primeros años estaría constantemente queriendo volver… y me pasó. Pero claro, te haces fuerte, hay que ser valiente y perseguir el objetivo. La segunda fase es cuando empiezan a llegar los resultados y ya no quieres volver, reniegas de España y te haces fiel al nuevo país. La tercera fase viene ya después del sexto o séptimo año, que es la que me ha pasado a mí en los últimos tres años. Esta fase es en la que sientes que ya no eres de ningún sitio, estás jodido en los dos y estás a gusto en los dos (risas).
Allí te dejas casi un tercio de tu vida.
Yo estoy aquí en España y echo de menos muchas cosas de allí, es cierto. Pero estando allí me pasa lo mismo, es como que pertenezco a dos sitios, 50-50. La vida es una aventura y cada uno la vive como quiere, o como puede, y ahora he decidido regalarme un año aquí con mi gente. Mis padres ya son mayores y quiero que pasen tiempo con mis hijos, el principal motivo ha sido la familia.
Un año de relax.
No es un año sabático, de momento no he dejado de trabajar ningún día, es un año de cambio en cuanto al país. Yo sigo con Renata, con Arantxa y ahora con este proyecto de crear una escuela de competición con otro socio. Creo mucho en las Academias exclusivas, más personalizadas.
¿Se han pasado de moda las Academias de tenis? Ahora se lleva más ir solo con tu entrenador.
Puede ser, también te puedes centrar más en los objetivos que si estás en una súper Academia con cien más como tú. Y mira que en esas Academias luego también hay grupos, no es todo a granel, pero hay todo tipo de jugadores y casos particulares.
Sistema español y sistema americano. ¿Por dónde empezamos?
Son totalmente opuestos. A mí gustan, respeto y comparto las dos. Me encanta la mentalidad española, pero el americano tiene más recursos, invierte más, siente el deporte como una cultura. Cualquier padre con un hijo que juegue a tenis, yo incluido, tiene como principal objetivo que su hijo vaya a la universidad, que se forme. Hay un período donde los jugadores, a no ser que sean estrellas, no están lo suficientemente maduros, ahí es donde entra en juego la universidad para formar personas. Esto te ayuda a tener una opción B, a eso es lo que me he dedicado yo todos estos años y eso es justo lo que pretendo hacer aquí, tener un grupo de juniors hasta los 18 años y luego derivarlos a universidades americanas.
Muchos jóvenes españoles se van allí a formarse. ¿Pasa también al revés?
Sí que pasa, el gen español causa mucha atracción. Aquí somos tantos y es tanta la calidad media que quizá tengamos hasta más valor. No tener la facilidad económica te hace querer sobresalir, ¡pero es que no te queda otra! Quitarte los zapatos, apretar el cinturón y darle, aquí no hay padrinos. ¿Qué pasa en América? Allí se protege demasiado al jugador, yo con eso no estoy muy de acuerdo. Aquí por muy bien que juegues no te van a dorar la píldora; en otros país te doran la píldora antes de tiempo. Por eso mucha gente viene aquí a empaparse de esa cultura tenística, del trabajo y del sacrificio. Vienen en busca del gen.
¿Tanto se nos respeta ahí fuera?
Por supuesto, la fama está ganada, pero desde mucho antes de Rafa Nadal. Nadal ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero antes ya tuvimos a Moyá, Corretja, Bruguera, Emilio, Costa, Ferrero… a cada cual mejor. Se nos valora mucho más fuera que aquí dentro, mucho más de lo que nos creemos.
¿Qué tenemos diferente a los demás?
El espíritu de sacrificio, que unos empujan a otros, una competitividad sana de querer sobresalir y hacer las cosas bien, que te reconozcan, etc. Como el estándar de reconocimiento está tan alto, a veces estar top100 no es suficiente. En lo años 90 éramos diecisiete en el top100. Me acordaré toda la vida el día que yo llegué al top30 y era el ocho de España. ¡El ocho! Claro, estaba Moyá de Nº1, Corretja de Nº3, Costa Nº6, Mantilla Nº9, Berasategui Nº12, Pato Clavet Nº16, Portas Nº19… yo estaba el top30 y todavía tenía siete por delante.
Qué duro.
Sí, pero ahí se ve la cultura tenística que tenemos, lo bien que lo hemos hecho en generaciones anteriores empezando por Pato Álvarez, Perlas, Bruguera, Toni Nadal… una generación que ha sabido guiar muy bien a los jóvenes y que se han desvivido por y para ellos. Lo vivían tanto y transmitían tanto que nos hacían soñar.
¿Crees que se ha perdido esto?
Sinceramente, puede que ahora no salgan tantas estrellas. Todo son ciclos, pero actualmente tenemos a Pablo Carreño, Roberto Carballés, Jaume Munar… españoles salen. Es una cuestión de tiempo, seguimos siendo punteros en el mundo. No importa que haya siete u doce ahí arriba, ya volveremos a tener más.
Y en Estados Unidos la corriente contraria, cada vez son más. ¿Qué han cambiado?
Se han unido todos, ahora trabajan en la misma línea. Durante mis primeros años cada uno iba a la suya, protegían su información como si fuera secreta, cada entrenador era demasiado individual con su jugador, no se empapaban los unos de los otros. Es un país de muchísimos millones de personas pero demasiado individualista. Entonces se pusieron a trabajar en la misma línea y fíjate todas las chicas que hay ahora mismo. Sus recursos van por encima de cualquier país, así que volverán a ser punteros. Eso sí, con su tenis.
“Su tenis” que ya no es el que era.
Exacto. Yo tengo mis discrepancias con la forma que tienen ellos de jugar, prefiero un tenista con patrones, buscando la derecha, más a la española. A ellos les funciona y están volviendo a sacar jugadores. Quizá no vayan a ser súper estrellas mundiales, pero funcionan a volumen. Aquello es otro nivel, desde lo financiero hasta lo cultural.
Háblame de Renata, la jugadora a la que entrenas.
Llevamos un par de años juntos, aunque a veces viaja con mis entrenadores asistentes. Ahora me he puesto un poco más serio con el proyecto. Estos años atrás estuve con Varvara Lepchenko y Mirjana Lucic-Baroni, por eso tenía a Renata ubicada con otros entrenadores. Además tenía la escuela de los juniors, por lo que tampoco podía entregar todo el tiempo que quisiera.
La he visto jugar y se le antoja ese carácter latino, ese gen español.
Es joven, muy guerrera y es la número 1 de México. El objetivo es que pueda llegar lo más arriba posible, sacar todo su potencial. Ella es una luchadora, muy trabajadora, muy profesional. Siempre le digo en broma que ella es mi karma: yo jugaba agresivo e intentaba cerrar los puntos antes de la quinta bola; ella me hace partidos de tres horas pasando 500 bolas. Ha venido a hacerme pasar todas las horas en pista que no pasé como jugador (risas).
De todos los jugadores que ha dado este país en los últimos 30 años, eres quizá de los que menos noticias nos llegan. ¿Cómodo en la sombra?
Pues sí, bastante. Perfil bajo, haciendo lo mío y sin molestar a nadie. Mis días ya pasaron, ahora soy entrenador de tenis y no tengo que estar en primera fila de nada. Tuve mis momentos de gloria, de primera fila, los tengo en mi recuerdo y en los cuatro vídeos, pero el día que me retiré acepté mi nueva vida. Ahora mis prioridades son otras.
En su día llegaste a tener muchos focos encima, ¿qué recuerdas de tu carrera?
Me quedo con una gran experiencia vivida a una corta edad. Me quedo con los viajes, con la competición y con el amor hacia una persona que se llama Pato Álvarez y que va por encima de lo dicho y de lo escrito. Toda la vida quise ser tenista, pero mi sueño realmente era ser como Pato, entrenador. Después de mi carrera, mi objetivo era ser entrenador. Cuando me retiré lo tenía claro, digamos que utilicé la carrera tenística como el que va a la universidad a formarse. Usé esa carrera para formarme y luego enseñar lo que había aprendido con otros jugadores.
Como un puente.
Como un puente. Yo tenía claro que quería ser entrenador de tenis, pero siendo jugador llegué también a un nivel alto. Siempre se dijo que podría haber sido mejor jugador de lo que fui, pero a cada uno le llega la madurez a una edad… y a mí me llegó más tarde. El nivel de tenis me llegó muy temprano, pero la madurez para gestionarlo me llegó mucho después. Hubo un conflicto de intereses.
Un ‘talento desaprovechado’, quedarías harto de escuchar esto.
Estaría harto si fuera un egocéntrico que solo quiere escuchar lo bueno. Harto no estoy, pero sí, reconozco que podría haber sido mejor jugador. ¿Tanto como para llegar al top10? Se decía que sí, por supuesto. ¿Lo fui? No, así que alguna tara habría. No estaba lo suficientemente maduro en ese momento, fin. Cuando uno madura se da cuenta de las cosas. Utilicé todo lo bueno y lo malo que me pasó para luego ayudar a que los jugadores jóvenes no cometan los mismos errores que tuve yo con 20 años.
Utilizar la carrera de tenista para convertirse en entrenador, jamás había oído esto.
Mi ídolo siempre fue Pato Álvarez y a día de hoy lo sigue siendo. Tiene 84 años, sigue viajando con Jaume Pla, que es como mi hermano pequeño y en lo que necesitan les ayudo. Para mí ellos son como de la familia.
Como jugador aprendiste cosas buenas y cosas malas. Háblame de las malas.
Actitudes, cabreos innecesarios, irritarte más de lo normal, no aceptar lo que te pasa. Cuando tienes tanto fuego dentro, la razón no encuentra lugar. A mis jugadores intento explicarles que ese camino no les va a llevar a ningún sitio, me pongo yo mismo como ejemplo, es un callejón sin salida. Pero si no hubiera cometido esos errores que cometí en su día, no estaría aquí sentado hoy.
Igual estarías sentado en otro lugar.
Está claro, pero aceptar eso ya es un gran paso. ‘Si hubiera, si hubiera…’ y si hubiera sido rubio con ojos azules sería sueco. Yo no me paro a pensar en el ‘Y si…’, porque es una pérdida de tiempo y el tiempo ya no vuelve atrás. Todos somos humanos, todos cometemos errores, la clave es aprender de ellos. El que aprende y no los vuelve a cometer, ése es el que es feliz. Quien arrastra la pena y vive del pasado, ése vive un día por detrás. No sé lo que pasará mañana y a ayer no puedo volver: solo viviendo el hoy se puede ser feliz.
Tu carrera empieza en 1995 y acaba en 2003. ¿No fue demasiado corta?
Podría haber sido más larga, sí... pero lo viví y lo disfruté. En el momento en que lo dejé recuerdo que estaba jugando sin lesiones ni nada, pero me levanté una mañana y me dije: se acabó el viajar, empieza mi nueva vida.
¿Por qué?
Quizá ya estaba contento con lo que había hecho, estaba cansado de viajar, no quería seguir de hotel en hotel… pero no fue por el tenis. De hecho, yo dejé el tenis y al día siguiente estaba entrenando igual. A mí el tenis me encanta y es mi pasión, lo que yo dejé fue el mundo del tenis. Me cansó. Lo dejé en 2003 y tuve a mi hijo en 2005, así que tampoco tuve mucho tiempo de pensar.
Hay un artículo muy duro de El Mundo que asegura que la relación con Martina Hingis acabó con tu carrera.
Eso son tonterías para vender. Yo me retiro en 2003 pero esa relación fue en 1997, ¿cómo va a acabar eso con mi carrera? Fue una cosa de niños a la que se le dio mucho bombo porque ella la Nº1 del mundo y yo era el Nº30, una historia de críos. Luego cada uno siguió con su vida y punto. Mi carrera no la terminó nadie, me retiré cuando me apeteció a mí.
Si hablamos de tu tenis, tenías un gen ‘poco español’.
Era diferente, no era el perfil español, pero sí tenía una base española. Podía pasar bolas, podía correr perfectamente, pero tenía mucha potencia en el brazo. Eso me permitía acabar el punto, para bien o para mal, cuando yo quisiera. Si yo decía ‘esta bola no vuelve’, esa bola no volvía. Dentro o fuera, pero no volvía.
Y tu servicio…
El saque es una cosa a la que le dediqué muchas horas en mi vida, muchas horas en mi club sacando, sacando y sacando. Mi jugador favorito en su día era Pete Sampras, grababa sus vídeos, me los ponía y luego intentaba sacar como él, era mi referente junto a Emilio Sánchez.
¿Te llegaste a ver muy superior a tus rivales una vez dentro de la pista?
Sí, llegado el momento me sentía con el poder en el brazo, sentía que podía ganar a cualquiera. De hecho, gané a muchísimos jugadores del top10. A mí jugar con jugadores buenos me agrandaba, me subía el nivel, me gustaban los estadios grandes, la Copa Davis, las pistas llenas…
¿Y cuando jugabas con los pequeños?
Ahí jugaba cuando tenía que jugar, porque nunca tuve la regularidad de un top10. Te ponen en la Pista18 o la Pista35 y la cosa cambia, pero en pistas grandes yo notaba que todo funcionaba.
Dices que te faltó madurez, pero la misma cabeza que fallaba en ciertos momentos, era también la que te ayudaba en las grandes citas.
Pues eso se lo tengo que agradecer toda la vida a Pato Álvarez. Al principio de mi carrera él viajaba con Emilio Sánchez y su grupo, íbamos a los torneos y me ayudaba a mí como junior, me conseguía que fuera el sparring de los buenos. Cuando yo todavía no entraba ni en los cuadros, me cogió y me llevó a América a coger nivel. De repente me vi entrenando con Agassi, Courier, Korda, Ríos… cuando tú estás tres meses entrenando con este tipo de jugadores y luego aterrizas en tu nivel, vas sobrado.
Cuéntame cosas de aquel 1997.
Llegué al Miami Open con 19 años, el Pato me hace firmar y entro como último de la fase previa. Paso la previa y gano a Tim Henman que estaba Nº5. Hice octavos de final estando en el top300. Aquello me da un empujón en el ranking y me genera una invitación para el Conde de Godó en dos semanas. Allí me toca en primera ronda Magnus Gustafsson, que era top30. También le gano. Con eso me metí entre los 180 mejores, momento en el que Pato me obligó a volver a mi nivel de torneos.
¿Y cómo te lo tomaste?
Jugué un par de Challengers y gané los dos.
Estabas on fire.
Pero es que luego voy a Kiztbühel y hago final. Sin jugar apenas torneos aparecí entre los 70 mejores. Pero claro, llevaba tres meses entrenando con los mejores, pero sin jugar. La clave estuvo en absorber el nivel de esa gente.
Igual otra persona no hubiera exprimido tanto esos tres meses con los mejores.
Tenia mucha fe en mi entrenador, lo que él me dijese iba a misa, jamás le cuestioné. Si me pedía bailar un claqué, pues lo bailaba. ¿El pino-puente? Pues adelante.
Ganaste dos títulos ATP, el primero en Santiago (Chile) contra Marcelo Ríos en la final. Hay que tenerlos bien puestos.
Me considero un tío de carácter fuerte, siempre he creído que no soy menos que nadie, ni tampoco más que nadie. Tengo dos brazos y dos piernas igual que los demás, desde pequeño mi padre siempre me subrayó que no era inferior a ningún otro. Pero tienes que creerte que puedes ganar, porque si no te gana el otro. Si tú te lo crees de corazón, tienes un plus de arrogancia que te hace más atrevido, más agresivo y más osado a la hora de jugar. Luego, por supuesto, era vital la fe en mi equipo. Pato me guiaba en todos los aspectos.
Subir demasiado rápido pudo despistarte.
A lo mejor no pude asimilarlo bien, el cuerpo y el tenis maduraron muy rápido pero la cabeza no estaba preparada para procesar semejante ascenso. Si esto me pasa ahora con 40 años, todavía sigo jugando. O me pasa con 20 pero con una cabeza de 40, también seguiría jugando a día de hoy. Puedo decir que conseguí el sueño de ser tenista y conseguí mi sueño de ser entrenador.
Al final chocamos siempre con el mismo factor: la mentalidad.
Es una batalla interna. En un punto eso te va a favor pero en otro te va en contra. Es muy importante que el jugador acepte todo. Yo aceptaba todo pero, cuando llegué arriba, me puse tan exigente conmigo mismo que no me aceptaba a mí. Sí que aceptaba lo que me dijesen, pero a la hora de ejecutarlo no me aceptaba el error. Tal vez porque subí muy rápido pagué el exceso de creérmelo y no soportaba el fracaso. Interiormente yo sabía que podía porque lo había demostrado, pero me irritaba no llevarlo a cabo.
¿Llegaste a odiar el tenis?
¡Qué va! A mí el tenis me encanta, ha sido mi vida. Lo que sí he odiado es el viajar, incluso he rechazado ofertas de trabajo por viajar. Quizá mi cuerpo necesitaba un descanso. Se vivió, se disfrutó y se aprendió de los errores para transmitírselos a los jugadores de ahora.
En 2015 regresaste de manera efímera a las portadas gracias a la Copa Davis, aunque aquello terminó regular…
Aquello fue una oportunidad que salió gracias a Gala León y Ana Alcázar, dos buenas amigas mías, que me llaman y me comentan la situación. Yo soy un tío patriota, he jugado Copa Davis muchos años y me encanta defender a mi país, soy español y catalán… y ahora americano (risas). Me explicaron el proyecto y me gustó, ser seleccionador de tu país es un sueño.
¿Y qué pasó?
A día de hoy sigue sin estar clara la cosa…
El debate del sexismo lo arrasó todo.
En mi caso, estuve muy alejado de ese debate. A mí se me contrata para hacer un equipo, así que voy a los Grand Slams para hablar con todos los jugadores, veo sus partidos y diseño un equipo en condiciones para ir a Rusia. Tenemos los pasaportes listos en la Federación cuando, de repente, un giro de guión hace que se rompa todo.
¿Cómo te lo comunican?
Me entero por la prensa de que Gala ya no está, la llamo y me confirma que es verdad. Ahí se baraja mi nombre para ser el capitán, incluso me dicen que sí, que voy a ser yo. Al día siguiente, otra vez por la prensa, me entero de que no soy yo. De la noche a la mañana hubo un zarandeo de idas y venidas donde se cambió el rumbo de todo. Muchas gracias y hasta luego, me volví a mis asuntos y listo.
Alguna explicación te darían…
A mí ninguna. Las únicas explicaciones me las dio Gala, amiga mía. En su momento me costó mucho comunicarme con las personas que se pusieron al cargo, parecía que no se atrevían a tratar conmigo el tema. Todas las personas que me contrataron desaparecieron y las nuevas tampoco me dieron mucha explicación.
¿No hubo ni una opción de ocupar otro cargo?
Pusieron a Conchita y ella ya tenía su equipo preparado. La realidad es que yo era el subcapitán, aunque Gala quería que yo fuera el capitán, así que con la entrada de Conchita y su equipo no había más que hablar. Sigo amando a mi país y sigo queriendo que gane siempre.
De allí salió mucha gente mal parada, no solo Gala León. Recuerdo hablar con un Dani Gimeno hundido tras firmar una primera parte del año grandiosa.
Dani fue el primer jugador con el que hablé, se sentó el primer día y me dijo que venía sí o sí. Es un 10 como persona, pero son cosas que pasan en la vida, asuntos que no tenían nada que ver con nosotros… pero bueno, yo tampoco lo sufrí tanto, me volví a Estados Unidos con mi trabajo y pasé de prensa, polémicas y jaleos.
Ahora está muy de moda el debate del machismo, ¿tú como lo ves?
Yo no veo nada, ATP y WTA son dos circuitos diferentes, cada uno con sus patrocinadores, dos empresas ajenas que no tienen nada que ver la una con la otra.
Aquí en Valencia se ha apostado por una organización compuesta solamente por mujeres. ¿Realmente esto genera igualdad?
Depende de los ojos con los que lo veas. A mí me parece muy bien que sea todo de mujeres, pero es cierto que si fuera todo de chicos la reacción sería diferente. Pero bueno, también los hay solo de chicos. Que yo recuerde, a mí jamás me ha arbitrado una mujer, quizá algún caso puntual… ¡y los líneas siempre fueron hombres! Me parece algo muy lícito hacer algo así, yo soy 50-50, los dos somos iguales, tanto los hombres como las mujeres. Es más, te diría que las mujeres son más listas que los hombres.