La carrera de Michael Chang en la élite está marcada a fuego con una palabra: precocidad. Su capacidad innata de absorber conocimientos y aplicarlos en una pista, su pundonor y espíritu en la cancha y su buena lectura del juego hicieron que, sin poseer las letales armas de los Agassi o Sampras, aquel pequeño jugador de origen asiático se colase entre los mejores desde una edad muy temprana. Así, se convirtió en el ganador de Grand Slam masculino más joven en toda la Era Open, en un Roland Garros de ensueño allá por 1989.
Tenía 17 años, pero el día antes de su 32º cumpleaños, Michael tiró la toalla. Su carrera fue un tornado de emociones, y aunque guarda un recuerdo positivo de ella, también hay cosas que habría cambiado. Las desveló en una confesión hecha para Behind The Racquet, y es que Chang se centra en un aspecto capital que le gustaría haber gestionado de forma diferente: la mentalidad.
"Hay algo que cambiaría de mi época en el circuito: mi mentalidad. Cuando eres parte del circuito, sientes que tienes invencibilidad hasta cierto punto. No te das cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. A veces estás jugando y piensas: "Se acabó lo que se daba este año. Aún me queda el año que viene". Yo me hice profesional el día antes de mi 16º cumpleaños y me retiré el día antes de mi 32º. Esos años pasaron volando. Si vuelvo atrás, hay momentos que podría haber disfrutado un poco más, como los títulos. A veces ganas un torneo pequeño y no le dedicas tiempo a la reflexión, piensas algo así como: "Sí, gran torneo, lo has ganado. A por la siguiente semana". Probablemente habría dedicado más tiempo a disfrutar de ser el número dos del mundo".
No solo a la mentalidad a la hora de encarar los éxitos y los fracasos se refiere Chang. El de Nueva Jersey más allá y profundiza en cambiar algunos métodos de entrenamiento: "También habría cambiado mi mentalidad en ciertos aspectos del entreno. Si hubiese sabido que jugaría profesionalmente durante más de quince años, probablemente habría encarado los entrenamientos de forma distinta. Hoy día los jugadores tienen carreras longevas porque saben preservar su cuerpo, hay un proceso mucho más avanzado que beneficia a los jugadores más viejos. Muchos jugadores en el top-10 pueden jugar más allá de la treintena, y eso es algo que no veías en mi generación".
Más allá de la comparación referente al físico, Michael también dio su opinión sobre las diferencias entre su generación, que copó los finales de los 80 y la década de los 90, con la generación actual, en especial la que ha jugado en la última década: "El tenis ha cambiado conforme la tecnología de las raquetas ha evolucionado. Mi generación de jugadores era una bonita mezcla de jugadores de fondo, jugadores de saque y volea, jugadores que se iban a la red tras el resto y otros que sabían moverse por toda la pista. Existían muchísimos estilos. Hoy en día, no ves tanta variedad en el circuito.
Los jugadores actuales son capaces de generar más fuerza y más spin a la bola. Han crecido con la tecnología más nueva, saben cómo utilizarla para sacarle el máximo partido. Ninguno de los jugadores de mi generación usa aún las antiguas raquetas y cordajes, porque saben que la tecnología actual les permite generar más con menos esfuerzo".
Además, Chang habló también de su labor como entrenador. Dentro del equipo de Kei Nishikori desde 2014, el americano sabe qué puede aportar desde la óptica de alguien que ha estado en los mejores escenarios del mundo: "Para mí, entrenar no es una labor demasiado difícil ya que fui un jugador con mucho cerebro. No tenía ni la altura ni la fuerza, tenía que pensar y calcular para ganar. Como entrenador me encargo de diseccionar el estilo de un jugador y crear una estrategia, algo similar a lo que hacía en el circuito. Lo más difícil de entrenar es tener que sentarte en la grada, saber que no puedo hacer más por mi jugador durante el partido. Es difícil ver un patrón del rival que está haciendo daño a mi jugador y que no puede identificar.
Para mí, la satisfacción de ser entrenador radica en ver cómo mejoran los jugadores, sus caras cuando te dicen: "Lo he entendido, sí, funciona". Nishikori es uno de esos jugadores que captan las cosas a la primera. Es una maravilla de pupilo, en muchos sentidos".