Han tenido que pasar 21 meses después para que David Ferrer vuelva a meterse en una final del circuito profesional. Ha sucedido en Bastad tras superar, por décima ocasión consecutiva, a Fernando Verdasco (6-1, 6-7, 6-4) y llegar por primera vez vivo al domingo desde Viena 2015. Cuatro triunfos al hilo que le pondrán mañana en la misma cancha que Alenxadr Dolgopolov con un premio en juego que ya ganó en 2007 y 2012. Puede ser el punto de inflexión que llevaba buscando desde hace tiempo.
Era un partido entre españoles sobre tierra batida, suficientes términos como para asegurarnos una tarde competida y de buen tenis. De un lado estaba David Ferrer, aunque sea el Ferrer más débil que hayamos visto en toda su carrera. Del otro, Fernando Verdasco, el hombre que peor suerte del mundo tiene con los cuadros y que, de vez en cuando, da una sorpresa contra pronóstico. Aquí en Bastad ya no quedaba ningún hombre con mejor cartel que cualquiera de los dos, por mucho que le pese al bueno de Alexandr Dolgopolov, esperando ya en la final desde hacía unas horas. No era tanto como una final anticipada, aunque el ganador llegaría sí o sí como principal candidato a levantar el trofeo.
Ambos se conocían muy bien, aunque viendo la estadísticas, quizá Ferrer haya tenido estos últimos años algo más de información que Verdasco. Sus últimos nueve enfrentamientos se habían resuelto con triunfo del alicantino, una balanza tan descompensada como inexplicable. Bueno, quizá viendo el primer set de esta tarde uno puede hacerse una idea del porqué. Hacía muchos meses que David no se llevaba un set de manera tan contundente haciendo tan poco sobre la pista, un 6-1 donde se limitó a mantener la bola en juego y no regalar puntos. De eso ya se iba a encargar el madrileño. Error tras error hasta decir adiós a un parcial que estaba volviendo loco a Nacho Truyol, tirándose de los pelos en la grada. Por suerte el tenis siempre te da la oportunidad de enmendar tus errores, aunque eso no te asegure que lo aproveches.
En la reanudación vimos un Verdasco más atinado y rompiendo rápidamente el servicio de su rival, pero seguía siendo una versión descafeinada de lo que había ofrecido en otros torneos como Dubai o como Roland Garros. En la pista había cierto aroma a fatiga, a partido pesado, con muchos intercambios largos pero poca intención en los golpes. Aquí el objetivo era fundir al rival a base de minutos en marcha, algo para lo que Ferrer todavía sigue siendo un maestro. Así fue como recuperó la desventaja e instaló el 4-4 en el marcador. Se acercaba el peligro y, pese a que ambos fueron bien curtidos de experiencia, el peligro acechaba al finalista del curso anterior.
Llamaba la atención la tremenda determinación que hasta ahora había tenido el valenciano: cuatro oportunidades de break y las cuatro al saco. Por eso fue mucho más extraño ver cómo dejaba escapar las dos primeras bolas de partido que aparecieron en la pista central de Bastad. Aquello que pudo ser la sentencia para Fernando terminó por darle aire para prolongar la batalla y es que en el tiebreak no hubo color con el madrileño totalmente enfocado y un Ferrer que todavía le pesaban aquellas dos opciones de victoria.
El último asalto fue muy parecido al primer set solo que sin un marcador tan abultado. Rompía Ferrer en el tercer juego y con aquella ventaja le serviría para manejar la barca hasta la meta. Serán 52 finales ATP para el de Jávea, que buscará ganar en Bastad por tercera vez en su carrera y cortar una sequía que dura desde el torneo de Viena en 2015. Hoy por hoy, nadie necesita más un título que él.