Escribo estas líneas tan sólo segundo después de que Rafael Nadal levantara el título en Montecarlo. Segundos después de que se emocionara mientras escuchaba el himno español en la ceremonia de entrega del trofeo. Segundos después de que a todo su box se le empañaran los ojos de la emoción por una grandísima victoria que hacía muchos meses estaban esperando. Y es que hacía casi dos años que el español no lograba un título de este calibre. "Hemos pasado por mucho para llegar a un momento como este", decía Nadal en castellano, dirigiéndose a su equipo en la grada. Y tanto que es así.
Ver a Nadal levantarse del suelo con una sonrisa en la cara, con las rodillas llenas de tierra y la camiseta pegada al cuerpo por el sudor es algo que hemos tenido que esperar casi 24 meses para volver a ver. Una imagen ya casi olvidada por todos nosotros, sólo al alcance de varios clicks en un vídeo de Youtube y que nos hizo erizar la piel al recordarla de nuevo. Y es que ver a todo un hombretón de casi 30 años emocionarse de esa manera tras conseguir un título dice mucho del amor que profesa por este deporte, a pesar de haberlo ganado casi todo en su carrera.
▶ La balle de match incroyable de @RafaelNadal en finale de #MonteCarlo face à @Gael_Monfils : https://t.co/JTACmJs6i0
— INFOSPORT+ (@infosportplus) 17 de abril de 2016
Esas pequeñas lágrimas hablan de lo mucho que ha sufrido. Sí, sufrir. Porque aunque nunca lo dijera tal cual, Nadal y su equipo han tenido que pasar por mucho para volver a tocar el cielo un domingo más. Han sido muchos meses de continuas derrotas y malos momentos que tuvieron que soportar como buenamente pudieron. Meses de preguntas incómodas en las ruedas de prensa de medio mundo, preguntando qué le pasaba, si ya estaba acabado. Meses de nervios y ansiedad en pista por el miedo a perder, a defraudar. Meses de fantasmas en su cabeza sin entender dónde se había ido su tenis, ése que no hacía mucho tiempo atrás era el mejor del mundo. Meses de ver que ni sobre la misma tierra batida que te vio recibir el apodo de 'Rey de la tierra' podías retomar tu camino hacia la victoria. Pero todo eso ha tenido su recompensa este domingo 17 de abril de 2016. La lucha, el trabajo, el esfuerzo, la constancia... eso mismo que su tío Toni siempre le inculcó, tuvo premio en forma de título y de nombre Montecarlo.
La derrota de Novak Djokovic en Montecarlo, que se había mostrado prácticamente imbatible justamente en el mismo lapso de tiempo en el que Rafa bajaba su nivel, le dejaba un pequeño resquicio a la ilusión de por fin levantar el título más importante desde Roland Garros 2014. Y la aprovechó. Durante toda esta semana, Nadal ha vuelto a deleitar a todos con gran parte de su tenis de siempre. Su tenis de lucha desde el fondo. Su tenis de fuerza mental, de levantar una y otra y otra y otra bola de break en contra. Su tenis de remontar un marcador adverso. Su tenis de derechas liftadas al revés del rival. Su derecha, esa que tanto echó de menos en este tiempo y que hasta estas últimas semanas no hemos vuelto a ver de nuevo funcionando casi a la perfección. Pero sobre todo, Rafa nos ha vuelto a mostrar su espíritu de lucha y pasión. Y es que tenía la motivación extra de dedicarle la victoria a su abuelo Rafael, fallecido el pasado mes de septiembre y que seguro le empujó en los momentos más complicados de la exigente final ante Monfils. Su dedicatoria en la cámara, "Va por ti, abuelito", encoge un pellizco en el estómago.
Esta victoria le dará mucha confianza para la gira de tierra batida. Un extra de motivación para lo que está por venir y de animarle a creer que su tenis siempre estuvo ahí. Para recordarle que puede derrotar a cualquiera y que su tiempo para nada está terminado. Que no se le ha olvidado ganar ni cómo morder un trofeo con los dientes.
Y con esta victoria, Rafa también deja un mensaje que vale para todo el mundo: Puede que hiciera mucho que estuviera desaparecido. Puede que le fallara la cabeza y los golpes en algunos momentos, pero lo que nunca perdió fue su corazón ni sus ganas de ganar.