Lo que Rafa nos ha hecho sentir

Podrán venir otros que ocupen su hueco, pero ya nada será igual. Nadal es como ese primer amor, ese que dicen que nunca se olvida.

Jose Morón | 10 Oct 2024 | 18.31
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OPINIÓN: Lo que Rafa nos ha hecho sentir. Foto: Getty
OPINIÓN: Lo que Rafa nos ha hecho sentir. Foto: Getty

Era agosto del 2008. No recuerdo el día. Estaba de fiesta en una discoteca de Torremolinos con mi mejor amigo. El reloj pasaba de las 3 de la mañana y decidimos salir de ahí para ir al bar de al lado. Ponían en una televisión gigante el partido de Rafa Nadal en Canadá. Se enfrentaba a Richard Gasquet y había perdido el primer set. Nos olvidamos de la fiesta, nos olvidamos de todo. Pedimos una copa y nos sentamos en la terraza a ver el final del partido, que terminó remontando. Y es que, ese era Rafa, el culpable de hacer que pararas de hacer algo por completo, no importaba el qué, para pegarte a la televisión y verlo jugar.

Este es solo un ejemplo. Podía contaros decenas más. Como cuando me mantenía despierto hasta las seis de la mañana para verlo jugar en Estados Unidos, cuando salía corriendo de un examen en enero para verle en Australia; cuando declinaba un plan con unos amigos para verle en una final de Masters 1000 en tierra, o cuando me buscaba la manera de que mi jefe no se enterase que tenía puesto su partido mientras trabajaba en la oficina. Seguro que tú, que me estás leyendo, tienes otros muchos ejemplos más con Rafa Nadal como culpable de haberte pegado a la televisión y haber dejado todo para verle.

Porque el Nadal deportista ha sido una cosa que no tiene comparación. Podrás ser de Roger, de Nole, del tenista que sea, pero hay que reconocer que ese espíritu competitivo que ha tenido -y tiene- Rafa no se ha visto nunca antes en el mundo del deporte. Junto a sus máximos rivales, formaron el grupo perfecto a los ojos de todo el mundo. Cada uno en su papel, imposible diseñar un mejor plantel de actores para la época más dorada de la historia del tenis.

Tuvo que hacerse amigo del dolor

Qué distinto habría sido todo con un simple ‘No’. Nos vamos al año 2005. Rafa venía conviviendo con un dolor intenso en el pie desde su irrupción en el circuito. Ya, por aquel entonces, atraía muchas miradas y empezaba a ganar grandes títulos. En Madrid, por ejemplo, cuando se disputaba bajo techo y en pleno otoño, Rafa remontó un partido que parecía imposible ante Ljubicic. Al día siguiente de salir campeón, Nadal se levantó cojo. No podía andar.

Empezó entonces un via crucis por varios médicos para detectar cuál era el problema. Todos le recomendaron abandonar la práctica deportiva. Tenía una enfermedad en el escafoides, uno de los huesos situados en mitad del pie, esencial para la movilidad. Le iba a ser imposible competir con tal problema. Entonces, otro médico le diagnostica el síndrome de Müller-Weiss. Un problema que se origina en la infancia y que aparece con el paso de los años. ¿Había solución? Una, pero que podía traer graves consecuencias: poner al límite su cuerpo.

Rafa podría haber optado por el camino fácil y haber dicho ‘No’. Se habría ahorrado multitud de problemas y no habría condicionado su cuerpo para el día de mañana. Aceptó el peaje a pagar. Quién sabe qué decidiría ahora si pudiese volver atrás en el tiempo, pero ya nada cambiará que eligió usar esas plantillas extremas que cambiaron por completo su manera de pisar, lo que le provocó multitud de lesiones en el tren inferior. Lesiones que acarreó hasta el final de su carrera, obligándole a hacerse amigo de una palabra que, por desgracia, iba a ser muy frecuente para él: dolor.

Ahí donde muchos de nosotros habríamos tirado la toalla, él no lo hizo. Remó y luchó contra todos y cada uno de los problemas físicos que sufrió por culpa de esto. Solo él sabe el dolor que ha podido soportar para mantener vivo su sueño de ser tenista. Aparte de los Roger, Nole y Andy, Nadal tuvo que lidiar contra otro rival muy duro. Quizá, el más duro de todos: su propio cuerpo.

Rafa, el profesor

En nuestra vida, hemos tenido multitud de profesores. En el instituto, en el colegio o la Universidad. Aunque Rafa Nadal no haya formado parte del equipo docente de profesores que nos dieron clase, del balear podemos decir que ha sido nuestro profesor. Y es que, de una forma u otra, Rafa nos ha enseñado cosas muy importantes en nuestras vidas. 

Es difícil encontrar un mejor ejemplo. A mí, personalmente, Nadal me ha enseñado que nunca hay que rendirse, que nunca hay que bajar los brazos. Por muy mal que pinte, por muy en contra que lo tenga, siempre hay que creer. Hay que insistir, aguantar, mantenerse, porque todo puede cambiar. En cuanto menos lo esperes, habrá una oportunidad para subirse al tren. Siempre hay que mantener la esperanza. Si se da, perfecto, lo aprovechaste. Si no se da, hay que sentirse orgulloso porque en el camino a eso, aprendimos.

“Aguanta, aprende a superar tu debilidad y el dolor. Esfuérzate hasta el límite y no te derrumbes nunca. Si no aprendes eso, nunca serás un deportista de élite”. Esas son las palabras que Rafa tiene grabadas a fuego en su mente de lo que le enseñaba Toni cuando era pequeño. Como todos, Rafa también tuvo un maestro. En su caso, Toni. Nunca podremos agradecerle suficiente a Toni el trabajazo que hizo con su sobrino.

Antes de entrar a la pista central de Wimbledon, en julio del 2008, Toni se dirigió a Rafa y le dijo: “Aguanta. Lucha y pelea hasta el final. Aguanta, Rafa”. Sabía de lo difícil que iba a ser ganar a Federer en su casa. Atrás quedaban dos finales de Wimbledon perdidas ante el suizo. A la tercera quería que fuera la vencida. Y así fue. Aguantó, no solo los golpes de Federer, sino los diversos parones por lluvia y verse al límite de la derrota aquella tarde. Aguantó. Vaya si aguantó, y encontró premio.

Entre rendirse por su problema en el pie, y aguantar, Rafa eligió lo segundo. Nos enseñó a todos, como el mejor profesor de nuestras vidas, que en la vida nada te llega fácil y que, si tienes un sueño, debes ir a muerte a por él. Arrepentirse solo de las decisiones que no tomas. Nadal eligió luchar, y por el camino nos dejó números que asustan:

-22 Grand Slams
-36 Masters 1000
-5 Copa Davis (¿Quizá 6?)
-2 Medallas de Oro
-209 semanas como número 1

Aunque, para mí, el récord más brutal de todos es el de más títulos en tierra batida (63) que derrotas en esta superficie (50). De haber podido rendirse, a dejar los números más locos sobre tierra en la historia de este deporte. Amigos, dentro de 200 años, cuando ninguno de nosotros estemos aquí, se hablará de un tal Rafa Nadal y se intentará explicar cómo fue capaz de ganar 14 veces Roland Garros. Ellos tendrán que buscar la respuesta, nosotros fuimos afortunados de vivirlo.

Su adiós, un vacío demasiado grande

Es difícil explicar qué pasará ahora. Qué sucederá cuando ya no esté. Siempre nos hicimos esa pregunta: ‘¿Qué pasará en el tenis cuando Nadal se retire?’. Ahora que eso ya se ha hecho realidad, uno no encuentra la respuesta. Nada será igual, eso sin duda. Su ausencia deja un hueco que será difícil rellenar, por mucho que se diga que el tenis seguirá y que habrá otros que levanten los títulos que un día él levantó. Una parte de nuestro corazón hoy muere con su adiós.

Y es que, hay una cosa que nunca cambiará, lo que Rafa nos hizo sentir. Es como ese primer amor, ese que dicen que nunca se olvida. Llegará alguien que reemplace ese hueco, pero ya nada será igual. Ni mejor ni peor. Simplemente, diferente. Nos quedará cerrar los ojos y recordar lo maravilloso que fue el pasado. Al menos, pudimos vivirlo. Si tú también has tenido esa suerte, déjame decirte que eres un afortunado. Nadie tendrá que contártelo.

Y en una última lección del profesor Rafa Nadal, el balear dejó un mensaje de despedida en 12 idiomas, dando las gracias a todos por estos 22 años. Como alumnos, las gracias tenemos que dárselas nosotros a él. Por los domingos de gloria, por levantarnos del sofá con cada punto, por las clases que nunca dimos para verle jugar, por las fiestas en Torremolinos que interrumpimos para verle hacer otra remontada, por sentir parte de su dolor cuando le veíamos sufrir en pista, por hacernos enamorarnos aún más de este maravilloso deporte.

Y con los vellos de punta mientras escribo estas últimas líneas, Rafa, simplemente decirte una última cosa: que si hay otra vida, yo quiero tenerte otra vez más como ídolo.