Nadal gana el partido que necesitaba ganar

El español se deja el alma para tumbar a Mariano Navone en una batalla épica de cuatro horas en Bastad. Mañana, si su cuerpo lo permite, disputará su primera semifinal en dos años.

Fernando Murciego | 19 Jul 2024 | 17.48
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Rafa Nadal vence a Navone en casi cuatro horas de batalla. Fuente: Getty
Rafa Nadal vence a Navone en casi cuatro horas de batalla. Fuente: Getty

Si Rafa Nadal buscaba minutos y temperatura en el ATP 250 de Bastad 2024, puede irse muy contento con lo sucedido en esta tarde de viernes. En su duelo de cuartos de final ante Mariano Navone, el balear tuvo que exprimirse durante 3h58min para inclinar al argentino (6-7, 7-5, 7-5) y conquistar una de esas batallas que suponen un punto de inflexión. Con dos sets muy irregulares y un tercero mucho más completo, Nadal sacó su primer billete a semifinales en dos años, desde que lo hiciera en Wimbledon 2022, donde ni siquiera pudo competir en tal ronda por lesión. Mañana le espera en la pista el croata Duje Ajdukovic, número #130 del ranking, aunque habrá que esperar a ver cómo se levanta.

Siendo el cuadro de Bastad de un nivel bastante discreto, estaremos de acuerdo en que el examen de hoy era el más complicado para Nadal desde que arrancó la semana. Enfrente saltaba un jugador que atraviesa su mejor temporada, su mejor ranking, su mejores estado de forma, de confianza, de todo lo que quieran ustedes apuntar. Ahora, de ahí a ganarle un partido al mejor tenista de la historia en tierra batida, hay un trecho. El encuentro fue raro desde la primera bola, con tres breaks consecutivos de salida, un 4-1 arriba de Navone, el clásico despertar de Rafa ante la adversidad, o mejor dicho, el canguelo tremendo del argentino cuando se le presentaron las dos primeras pelotas de set. Digamos que ambos pusieron de su parte para que el primer asalto no terminara ahí.

Salvó el balear la situación límite para luego colocarse 6-5 arriba, solo que esta vez sería Mariano quien sacaría lo mejor de su arsenal para salvar la cornada letal y asegurar el tiebreak. Visto lo visto, ninguno estaba brillando demasiado, el ritmo de bola lo ponía el más joven de los dos, hasta que Nadal conseguía poner los pies dentro de pista y ahí con su derecha se acabó lo que se daba. El problema era que le estaba costando la vida ubicarse donde quería. En el desempate, sin embargo, no hubo color. Confirmó Navone que el peligro era real y rápidamente se puso 4-0 arriba, una distancia casi insalvable en estas instancias. Por supuesto que lo intentó el español, pero ya era tarde. Tras una hora y media de reloj, el campeón de 24 Grand Slams se veía obligado a remontar un set en contra si quería prolongar su viaje a Suecia.

Si la manga había sido larga, largo fue también el parón que sufrió el partido con la marcha de Nadal al vestuario. El ex Nº1 mundial buscaba resetear el plan, rescatar la inspiración para darle la vuelta al marcador, como tantas veces hizo en su carrera. Mientras tanto, sentado en la cancha central, Navone pensaría en sus adentros: ‘Si jugando de notable me ha costado 90 minutos ganarle un set a este tipo, ¿qué pasará si bajo un poquito la intensidad?’. Esa incógnita que tenía el oriundo de 9 de julio la iba a descubrir apenas unos minutos después, al ver cómo el score del segundo parcial arrancaba con un 3-0 para Rafa sin apenas enterarse. El despiste había sido mínimo, pero así pagan sus facturas los más grandes.

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Como buen argentino, Mariano se tuvo que comer una buena ‘empanada’ para darse cuenta que ante una leyenda no puedes bajar nunca el pistón, por eso cuando volvió a levantarse de la silla, ya sin el susto en el cuerpo, era un nuevo jugador. Concretamente, el mismo que en el primer parcial. Ganando cuatro juegos consecutivos, recuperando el doble break en contra, Navone dejaba sin habla a los comentaristas hispanos de televisión, sin una explicación demasiado convincente al partido tan irregular que el manacorense estaba firmando en estar tarde de viernes. Quizá no haya que darle tantas vueltas y simplemente aceptar que a veces las cosas no salen como uno quiere, sobre todo a los 38 años de edad. Con todas estas dudas llegamos al 4-4.

Aunque la inercia invitaba a pensar en un apagón radical del español, debo reconocer que me llamó la atención cómo se desarrollaron los siguientes juegos. Se mascaba la tragedia para la leyenda, el público musitaba una posible decepción, algún periodista incluso ya tenía redactado el tweet. Pero una vez más, con esa habilidad tan innata de los campeones de permanecer en el ring contra viento y marea, Rafa se salió con la suya. Primero ganando su turno de servicio y luego metiendo dentro cada bola, presionando al argentino de una manera que no pudo soportar. Con 7-5 para el balear, nos íbamos al tercer asalto.

Y fue allí donde por fin vimos a los tenistas soltar el brazo, sin tanto respeto al rival, ni al marcador, ni siquiera a la gran oportunidad que suponía citarse mañana en semifinales con Duje Ajdukovic, un croata fuera de los cien primeros del mundo que esperaba ya en la siguiente casilla. ¿Quién sería su oponente? No el más joven, no el que más gasolina tenía en el tanque, sino aquel que mejor se desenvuelve cuando camina sobre el alambre. En el quinto juego del set, Rafa metió una marcha más para desmarcarse del argentino, quien luego replicaría recortando diferencias cuando ya todo parecía decidido, pasando del 2-5 al 5-5, pero tuvo la mala suerte de cruzar con el mayor competidor que ha visto este deporte. Nadal vuelve a semifinales de un torneo profesional más de dos años después, lo único que pedimos es que mañana al despertar tenga el cuerpo para jugarlas.