Número uno a los 22 años. La ATP anhelaba jóvenes talentos, bestias precoces capaces de eclosionar en un horizonte brillante de más de 10 años de camino. La sombra del Big Three podía resultar irremediablemente larga, pero mientras una histórica generación se resistía a relinquir el trono, su insólita longevidad en lo más alto daba el suficiente tiempo para que se gestase otra época posiblemente generacional. Porque entre los Nadal, Djokovic, Federer o Murray, solo Daniil Medvedev podría considerarse como un tipo "de entreguerras": la guardería se rebeló, encabezada por el prodigio Carlos Alcaraz... y secundada, ahora como protagonista de la misma, por un tipo metódico, con aparente rostro tranquilo pero una competitividad insaciable: Jannik Sinner.
Italiano pero no tan italiano. Carismático pero no tan carismático. Reservado pero no tan reservado. Si en la personalidad de Jannik se pueden encontrar contradicciones, todo aquello relacionado con la palabra "tenis" encuentra certezas. No podía ser de otra forma, claro, en un tipo que en el avión de vuelta tras conquistar su primer Grand Slam ya está pensando en qué aspectos mejorar para la siguiente gran cita. Sinner no es un buen cliente de la felicidad permanente: parece vivir en la constante búsqueda de la mejora y la evolución. Su juego no desprende glamour, pero su actitud y mentalidad sí: es un orfebre preocupado porque su producto sea inmaculado.
VAGNOZZI, CAHILL Y UNA MÁQUINA PERFECTA
El tenis siempre estuvo ahí. Jamás dudamos de ello. Desde que apareciese en las lejanas pistas del Challenger de Bérgamo, destrozando a aquellos que se cruzaban en su camino en los que apenas eran sus primeros partidos en el circuito Challenger. Gorra roja, camiseta amarillo chillón metida por dentro y pantalón gris; ahora sale a la pista siendo embajador de Gucci. Sinner ha buscado la perfección hasta en los aspectos que menos pasión le generan, y la vestimenta es el perfecto ejemplo de ello.
Detrás de sus destartaladas pintas se escondía un talento nato. Cincelado por el esquí, con una genética perfecta, una fuerza en el tren inferior notable y la capacidad de, a través de sus apoyos, ganar dos segundos letales ante su rival. La evolución en el movimiento, en la que Djokovic fue el pionero, encuentra en Sinner a su versión 2.0. Pete Sampras jamás soñaría con las cosas que Jannik podía hacer a los 18 años. Pero la ecuación estaba incompleta: faltaban una 'x' y una 'y' que el joven pelirrojo de San Candido se empeñaría en encontrar.
Su búsqueda de la evolución constante no deja lugar a los sentimentalismos. Lo demostró cuando prescindió de Riccardo Piatti, su mentor tenístico, porque sentía que a su tenis le faltaba algo. Mientras Alcaraz eclosionaba, Sinner no tenía reparos en pedir ayuda. Llegó Simone Vagnozzi y más adelante Darren Cahill. Los frutos tardaron en llegar, pero el mundo del tenis supo desde el primer momento que sabrían más dulces que nunca.
Imaginen: a Jannik se le reclamaban dos cosas. La primera, una alarmante mejora de su estado físico, especialmente en lo que a la resistencia y al cardio se refieren. Reformó a su equipo por completo y, de la mano de un tipo que ha entrenado a hombres tan dedicados a cuidar y regular su físico como Andre Agassi, se ha convertido en un seguro de vida en Grand Slams. Jannik ya no ve los cinco sets como un calvario, sino como un nuevo camino a la victoria. Donde otros flaquean, ahora él se transforma. What a change, huh.
La segunda, aquella de la que más se habla en los mentideros tenísticos: su mentalidad. Y en mentalidad englobamos muchas cosas: su capacidad para mantener el orden en momentos de presión, su capacidad para no venirse abajo en ambientes hostiles, su capacidad para crecerse ante los mejores del mundo. En apenas unos meses, Sinner le dio la vuelta a la tortilla. De perder ante Frances Tiafoe en Viena, con un público entregado al estadounidense que se comió al joven Jannik, a meterse en el bolsillo a las gradas más exigentes del mundo y ser un ídolo en Italia. De caer ante los mejores a acumular un récord de 15-2 en sus últimos 17 partidos ante top-10. Casi nada.
Seguramente Sinner ya esté pensando en cómo perpetrar su legado en lo más alto. Sinner tritura y no digiere. Sinner evoluciona antes de procesar los cambios. Es una personalidad fascinante, un tenista cuyo enfoque a este deporte ha hecho romper sus límites como pocos lo habían conseguido antes. ¿Atractivo? ¿Vistoso? ¿Carismático? Lo que el público opine de su juego no creo que le importe mucho... pero es que hasta en eso ha progresado: fue el jugador más querido por el público en 2023. Ahora le pertenecen las vistas del ático más lujurioso de la ciudad, con todo lo que ello conlleva. Jannik, de todos modos, ya había depositado la fianza meses antes de ser inquilino. Y promete ser el yerno ideal. Long live the king.