
En una trayectoria de 27 temporadas de duración (1995-2022), es normal que muchos aficionados se pregunten cuál fue la mayor rivalidad de Serena Williams a lo largo de su carrera. Llegando a competir en cuatro décadas distintas, es natural que la de Saginaw se enfrentara a cientos de rivales, aunque no todas lograron despeinarla. Lo hizo bien, por ejemplo, Martina Hingis, aunque su retirada con tan solo 22 años dejó el H2H desnutrido (7-6). Su propia hermana, Venus Williams, también se cruzó con ella en numerosas ocasiones (H2H 18-8), aunque solamente fue peligrosa en las primeras instancias. ¿Entonces quién la mujer que más dolores de cabeza le generó a la campeona de 23 Grand Slams? Según el discurso de ambas protagonistas, la elegida nació en Bélgica y se llama Justine Henin.
“Es la que más problemas me ha dado”. Lo dijo la estadounidense años después, cuando por fin respiró al ver cómo la belga sorprendía con una retirada inesperada. No es que tuvieran una rivalidad muy prolongada, pero durante cinco temporadas nos regalaron varios encuentros memorables. ¿Qué tenía Justine para anestesiar la potencia de Williams? Una caja de herramientas con múltiples recursos: toque, revés a una mano, paciencia, magia, fuerza, movilidad… en definitiva, un álbum ilimitado de habilidades para desarrollar un tenis completo que funcionaba en toda la pista.Todo lo hacía bien, aunque a los 25 años y siendo Nº1 se vació de ilusión, colgando la raqueta por agotamiento mental debido a un divorcio y problemas personales con su padre. Volvería dos años después, incluso disputaría una nueva final de Grand Slam (Open de Australia 2010, cayó precisamente ante Serena), pero una lesión crónica en el codo terminaría para siempre con su viaje.
En total fueron 14 duelos entre ellas, con un cara a cara de 8-6 favorable a la norteamericana. En finales también dominó Williams (3-2), pero en territorio Grand Slam (3-4) y en canchas de tierra batida (1-4) quien mandaba era la europea. En cuanto a edad, la estadounidense solo era diez meses mayor, aunque los tiempos de llegada a la élite no siguieron los mismos plazos. Para entender mejor el conflicto vivido entre estas dos jugadoras hay que irse a Roland Garros 2003. Allí llegaba Serena después de ganar los cuatro últimos Grand Slams (sí, el famoso Serena Slam), ejerciendo de Nº1 mundial y mostrándose despiadada ante cualquiera que intentara inclinarla. Hasta semifinales solo entregó 19 juegos en cinco partidos, pero aquel día la película era otra.
UN GESTO PARA LA HISTORIA
En aquel momento solo había una carta que se le atragantaba a a Serena: Henin en tierra batida. Aquella temporada la inició con un balance de 21-0, hasta que la belga le mojó la oreja en la final de Charleston (6-2, 6-3). Se podrán imaginar la poca gracia que le hizo entregar aquel encuentro, pero el destino volvería a enfrentarlas dos meses después en semifinales de Roland Garros. Con 21 años, la menor de las Williams poseía un nivel de tenis galáctico, luchando a muerte cada bola, con un despliegue físico titánico, nada que ver con la de Lieja, que con su 1’67m no era nada corpulenta, aunque tenía otras armas igual de válidas. Su anticipación, cambios de altura, pensamiento táctico y maestría con las dejadas la convertían en la kryptonita de la ‘pantera’.
El choque merece un revisionado total y por eso os dejamos aquí el mejor resumen, pero el clímax no llega hasta mediados del tercer set. Con Serena en plena remontada (2-6, 6-4, 4-2 y 30-0), la estadounidense hace bajar al juez de silla para revisar un bote, acción que detiene unos segundos el encuentro y despierta los primeros silbidos [Serena venía de ganar en cuartos de final a Mauresmo, importante para entender esta animadversión]. A continuación, Henin levanta la mano en mitad de un servicio de su rival, apuntando que todavía no está preparada para restar, algo que mosquea a Williams y enciente todavía más al público. ¿La estadounidense con la gente en contra? No sería la primera vez. El jaleo ya estaba montado, la Philippe Chatrier comenzó a perseguir a una y vitorear a la otra, realidad que acabó sacando del partido a Serena, perdiendo toda su concentración y, en último término, la semifinal (6-2, 4-6, 7-5). El saludo en la red fue más frío que el pasillo de los yogures, de hecho, ni se miraron a la cara.
Henin, que dos días después tumbaría a Kim Clijsters para levantar su primer título de Grand Slam –el primero de sus cuatro Roland Garros–, recordaba hace unas semanas en Eurosport lo vivido aquellos días.
“El año 2003 fue el primero donde me sentí lo suficientemente madura. Me decía a mí misma: 'Tal vez sea favorita'. Lo cierto es que no era la que estaba mejor ubicada, pero podía tener mis opciones”, recuerda una Henin que ya había pisado tres semifinales y una final de Grand Slam antes de aquello. “Creo que aquel pensamiento me disparó mentalmente, aunque todo está relacionado con cómo me sentía físicamente. A través del trabajo físico había ganado una confianza que no tenía uno o dos años antes. Hasta entonces no me sentía capaz de ganar, no me sentía con derecho a ganar Grand Slams”, comparte la ex Nº1 del mundo.
“Obviamente, lo segundo que me viene a la mente es la semifinal contra Serena. Ella fue el último desafío, aunque siempre me sentía intimidada por ella. Esta vez me negué a dejar que me pisoteara, entré a ese partido con muchas ganas y determinación. Solo había jugado una semifinal antes en Roland Garros (2001) y no pude cerrarla, así que quería mi venganza. La diferencia entre 2001 y 2003 es una cuestión de madurez y experiencia”, subraya la belga, hoy comentarista de televisión.
Nunca es buen momento para enfrentarse a Serena, mucho menos en un torneo de Grand Slam, pero Justine juntó aquel día todo lo necesario para romper su dinámica triunfal. “Tuve la suerte de interpretarla en un momento en el que estaba en la cima de su carrera, ella era genial, podía hacerte sentir tan pequeña que te desorientaba. Era una guerra psicológica contra Serena, por eso siempre le expresé mi agradecimiento por ser una inspiración y empujarnos a todas. Trabajé más duro gracias a ella, especialmente en una dimensión puramente psicológica”, concluye.
LA TRILOGÍA DE 2007
Serena no tardaría demasiado en vengarse de aquello, le bastó con tumbar a Henin en semifinales del siguiente Grand Slam (6-3, 6-2) para revalidar su corona en Wimbledon. Lo que no podía esperar de ninguna de las maneras era lo que pasaría cuatro años después, ya con la rivalidad prácticamente dormida. La menor de las Williams inició el curso 2007 capturando su tercer Open de Australia, su octavo Grand Slam con 25 años. El calendario invitaba a soñar con algo grande para ella, pero de nuevo apareció Justine para impedirlo. ¿Y qué hizo la belga? Eliminarla en cuartos de final de Roland Garros (6-4, 6-3), en cuartos de final de Wimbledon (6-4, 3-6, 6-3) y en cuartos de final del US Open (7-6, 6-1). Especialmente dura fue la de Nueva York, con una rueda de prensa cargada de rabia, tensión, rencor y pocas palabras.
- ¿Puedes explicarnos qué ha ido mal esta noche?
- “No, no puedo. Lo siento. ¿Más preguntas?"
- ¿Dónde crees que ha estado la diferencia?
- “Ahora mismo no puedo explicarlo, no puedo ayudarte. Ustedes lo ha visto, así que podrán analizarlo mejor que yo”
- ¿Cómo estás anímicamente? ¿Es una derrota devastadora?
- “No, estoy muy feliz”
- ¿Encaras estos partidos como siempre o cambia algo por ser ante Justine?
- “No, estaba muy emocionada por entrar a la pista, estaba lista para jugar”
- Siempre has dicho que cuando juegas tu mejor tenis no hay nadie que pueda pararte. Después de esto, ¿sigues pensando lo mismo?
- “¿De verdad crees que hoy jugué mi mejor tenis?”
- ¿Crees que perdiste tú el partido en vez de que lo haya ganado Justine?
- “Este suele ser mi caso cada vez que gano o pierdo"
Hubo más preguntas, pero ninguna respuesta de Williams superó las dos líneas de escritura. Aquel pulso colocaba el H2H en 6-6, pero lo que más le dolía a la norteamericana era ver cómo pasaban ante sus ojos las oportunidades de levantar más Grand Slams. La retirada de la europea al año siguiente traería la paz momentánea entre ambas, aunque por dentro las emociones siguieran a flor de piel. En nuestra mente quedará siempre aquella semifinal de Roland Garros 2003, incluida la polémica del tercer set, pese a que Justine evite siempre tocarla: “No es mi mejor recuerdo”. Años después llegó a reconocer aquel gesto antideportivo durante una retransmisión. Claro, ante una declaración así, Serena no tardó en echar mano de Twitter: “¿Acaso he escuchado a alguien admitiendo haberme hecho trampas y haber mentido sobre el tema después de Roland Garros? ¿Ha confesado por fin?”.
La última vez que se enfrentaron fue en la final del Open de Australia 2010, con una Serena infalible para levantar su #12 Grand Slam. Aquella sería la última vez que veríamos a la belga cruzar de octavos de final en un major, su última oportunidad ante las mejores, el último capítulo de una rivalidad apasionante que generó muchísima expectación y nuevos adeptos al tenis femenino. Dos corrientes de aire chocando de frente, demostrando los diferentes caminos que existen hasta la victoria. Sin llegar a ser amigas íntimas, podemos asegurar que sus posturas se fueron acercando con el paso del tiempo, alcanzando un estado superior al de la estricta cordialidad. Lo que pasó en la pista, allí se quedó.
“Esta rivalidad era realmente emocionante, aunque no siempre fuera agradable”, valora la belga a sus 41 años. “La competencia era feroz entre nosotras, creo que en algún momento me vio como una amenaza. A mí me resultaba divertido, en cierto modo, me veía a mí misma como 'la pequeña descarada que viene a molestarla'. Fue un poco así y creo que a la gente también le pareció muy divertido, porque además físicamente también teníamos cualidades diferentes. Nuestros partidos estaban en otra dimensión, pero no solo por los aspectos tácticos; la verdadera guerra fue principalmente psicológica”.