La Copa Davis sigue viva
Las eliminatorias de clasificación supusieron un acercamiento a la magia del antiguo formato, con partidos que encapsularon la esencia de esta competición.


La Copa Davis sigue viva. Si hubiese que escribir un titular de todo lo que ocurrió el pasado fin de semana en el panorama tenístico, no hay dudas de que sería ese. Por solo tres días, los aficionados disfrutaron de la magia que envolvía al formato histórico de la mayor competición por equipos de este deporte. Un formato imperfecto, probablemente, pero que respetaba la gran cualidad que hacía de la Davis un torneo distinto, diferente a cualquier otro: la efervescencia del público, la espectacularidad de un ambiente que anima sin lugar a dudas a uno de los jugadores que está en cancha. Tres días en los que no hubo ningún partido con ambiente tétrico como los de la competición de Kosmos, tres días de disfrute... y de grandes sorpresas.
Porque si algo tiene la 'antigua Copa Davis' es que el contexto lleva a vivir historias imposibles. Relatos de película que nacen por las adversidades que rodean a una eliminatoria, epopeyas en las que el papel de la grada se hace fundamental. Que se lo digan a Nicolás Mejía, un tipo sin ninguna victoria a nivel ATP, que se hizo gigante frente al público de Colombia para derrotar a un top-30 como Daniel Evans. Su país no pudo clasificar a las Finales, pero Mejía jugó el mejor partido de su carrera, ayudado por unas condiciones únicas que aportaron un tremendo valor distintivo a la eliminatoria: se jugó sobre tierra batida en altura y con pelotas sin presión, generando un tenis... único.
Pero los clasificatorios también nos dejaron historias bonitas al fragor del público local, con héroes inesperados que sí saben aprovechar la ventaja de jugar en casa. La mejor de todas, claro, una remontada absolutamente insólita: Corea del Sur zafó un 0-2 en contra gracias a actores totalmente inesperados, jugadores desconocidos para el gran público que emergen como titanes gracias a la motivación que te aporta esta competición. Heroica fue la actuación de Soonwoo Kwon y, sobre todo, de Hong Seong-chan, número #240 del mundo y capaz de darle el punto definitivo a su país. En la Davis, si los Goffin de turno no están inspirados, aparecen los Hong o Mejías... y es, precisamente, lo que hace tan bonita a esta competición.
También hay tiempo para que los más grandes reivindiquen su valía. Que se lo digan a Stan Wawrinka, el "padre" de una nueva hornada suiza, el líder espiritual de un grupo que viajó a Alemania y conquistó Trier ante la atónita mirada de Alexander Zverev o Boris Becker. En la que podía haber sido su última función, Stan, tantas veces por detrás del foco de Roger Federer, gritó de liberación al conquistar el quinto y definitivo punto para rubricar la sorpresa suiza; antes, junto a un Dominic Stricker al que casi dobla en edad, peleó en un dobles que ni mucho menos le minó físicamente de cara al quinto punto. Y si una nación histórica cayó, hubo otra que se levantó cuando más complicado parecía: Francia consiguió aliviar un 1-2 gracias a la vitalidad de Ugo Humbert, que fue el verdugo ejecutor encargado de silenciar a toda la afición húngara.
¿ES POSIBLE UNA VUELTA?
Este artículo no supone un pedido para que el antiguo formato vuelva a escena. No es más que una reivindicación de los elementos que verdaderamente aportaban color a la Copa Davis, elementos que nada tienen que ver con la pulcritud y la tranquilidad de las gradas de Bolonia en un Argentina vs Suecia. ¿Es posible generar un verdadero ambiente de tenis en equipo en un Canadá vs Serbia disputado en Valencia? Les dejo a ustedes que respondan a esta pregunta, pero a mí, dénme siempre las heroicidades de actores secundarios gracias al fuelle de su público, o la propia motivación de crecerte cuando está todo en contra. Si la esencia de la Davis está en el formato local/visitante, esta semana fue un soplo de aire fresco a una competición en parada cardiorrespiratoria. Espero y deseo que no sea el último.