Andreas Seppi, el trabajador silencioso

A sus 38 años y tras una carrera récord en longevidad, el de Bolzano disputó ayer su último partido como profesional. Recordamos una carrera al servicio del trabajo.

Carlos Navarro | 26 Oct 2022 | 15.27
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Andreas Seppi. Fuente: Getty
Andreas Seppi. Fuente: Getty

El tenis, como cualquier otro deporte, vive de las diferentes personalidades que lo componen. De las narrativas que puedan surgir a partir de sus protagonistas. No solo basta con el talento o el trabajo: hace falta enganchar al espectador, que la persona se identifique y se vea de algún modo conectada a aquellos que verdaderamente forman parte del baile. Algunos perfiles brillan por su excentricidad, algo que acaba siendo una espada de doble filo; otros no necesitan de levantar la voz para cautivar al público por la facilidad con la que practican el deporte en cuestión, y también existe un tercer grupo que concentra a aquellos 'obreros' que maximizan sus armas sin necesidad de llamar la atención. Trabajadores de la raqueta que saben que la ética de trabajo no se negocia, que jamás dieron menos del 100% en ningún entrenamiento. Andreas Seppi es un gran exponente de este grupo.

El trabajador silencioso. El italiano que no parecía italiano, claro, puesto que proviene de una región (el SüdTirol) más cercana culturalmente a Austria o Alemania. Una personalidad que podría pasar de puntillas por el circuito ATP, pero que se acaba ganando el cariño de todos los aficionados precisamente por ese razón: todos deberíamos identificarnos con Andreas Seppi, un tipo que hizo de los defectos virtud, que se dio cuenta de que, al no poseer un golpe de 10, debía elevar a un 8 todos los aspectos de su juego. Solo así se explica la laureada carrera de alguien que ganó a los mejores, que estuvo entre los mejores, y que se siguió comportando como uno más, como el tipo al que le fiarías las llaves de tu casa si hiciese falta.

Quizás esa personalidad tranquila, alejada del estereotipo volcánico del jugador italiano, infiera una calma a su juego que nos hace estar cómodos con Andreas. Su tenis era equilibrio puro, balance. Un estilo alejado de los bombarderos que hoy son mayoría, y que se apoyaba en elementos que quizás algún día sean anacrónicos. Sin ningún punto débil marcado, Seppi siempre fue un tipo completo. Fruto de ello, su polivalencia: ganó solo tres títulos ATP, pero conquistó las tres superficies (Belgrado, en tierra batida; Eastbourne, en hierba, y Moscú, en pista dura). Sin levantar la voz más de lo debido, dejando que fuese su raqueta la que hiciera todo el trabajo, Seppi se convirtió en un referente para la escuela italiana en una época donde los Jannik Sinner, Lorenzo Musetti o Matteo Berrettini no existían.

Con golpes de 8, Andreas derrotó a jugadores 10. Su victoria más recordada siempre será la que obtuvo ante Roger Federer en el Open de Australia 2015, donde igualó la velocidad de bola del suizo y aprovechó su oportunidad con la tranquilidad que le caracteriza. Pero Andreas también supo venirse arriba en ambientes de Copa Davis, como en aquel mítico partido ante Stan Wawrinka en Roma 2012, donde embrujó a una Pietrangelli enfervorizada y castigó 'al otro suizo' tras salvar seis bolas de partido. También pudo con Rafael Nadal, allá por 2008 (en Rotterdam), y a punto estuvo de castigar también al mejor Novak Djokovic, si bien el serbio salvó la papeleta en un partido a cara de perro en Roland Garros 2012, donde Seppi lideró por dos sets a cero.

Y, mientras tanto, de Bolzano era una firme presencia en el circuito. Su voluntad por mejorar y subir marchas en su tenis le ayudó a formar parte de la élite durante toda una década. Llegaban jugadores que pegaban mucho más fuerte a la bola que él, pero ahí estaba Andreas, con la inteligencia de la vieja escuela para dar lecciones a esos jovenzuelos, no solo en la pista, también fuera de ella. Mientras su carrera se mantenía estable, Seppi empezó a dar consejos a un tipo que llegaba de su misma región, también con una infancia más cerca de los esquíes que de las raquetas de tenis y con una proyección envidiable. Su nombre era Jannik Sinner. Quién sabe dónde podría estar sin los consejos de 'Seppio'.

LAS LESIONES, EL FACTOR QUE PROPICIÓ EL OCASO

Seppi conserva la tercera mejor marca de longevidad en Grand Slams: sumó 66 Majors consecutivos, solo superado por Fernando Verdasco (67) y Feliciano López (79). "Echar la vista atrás y ver que me mantuve en la élite durante 15 años es algo que jamás me hubiese imaginado al principio. Quizás esa sea la parte que más orgullo me da, el hecho de haberme mantenido a un nivel tan alto durante tanto tiempo", afirma Andreas a la ATP, consciente de que su barco se mantuvo firme a través de olas y mareas. Fue su cuerpo el que mandó la señal de alarma, el que indicó que era hora de llevar el navío a tierra firme.

"Después de los tres primeros meses del año empecé a notar pequeñas molestias, a veces en la espalda, a veces en el hombro. Digamos que eran dolores pequeños, nada serio, pero siempre había algo. No tenía el tiempo suficiente para prepararme de cara a jugar varios torneos seguidos. Cuando jugué tres partidos consecutivos en el US Open y perdí en última ronda de fase previa, en ese tercer partido estaba sufriendo tanto con mi espalda como con mi hombro. Fue ahí cuando supe que mi cuerpo no daba más de sí. Desde ese punto de vista, retirarme fue una decisión sencilla. Me di cuenta de que ya no era posible jugar tres o cuatro partidos seguidos, el proceso de recuperación era mucho más lento. Ya no era capaz de mantener el ritmo con los más jóvenes".

Su retirada ha sido tan tranquila como lo fue su carrera. Seppi nunca quiso los focos para él, jamás llamó la atención fuera de la pista. Fue un trabajador nato, un picapedrero de la raqueta, un ejemplo para todos aquellos que piensen que el trabajo puede más que el talento. Se marchará a su casa de Colorado, Estados Unidos, con la satisfacción de haber dejado huella en el circuito, con el privilegio de formar parte de ese selecto grupo de tenistas que jamás negoció el esfuerzo, que jamás se podrá reprochar no haber dado su 100% en un partido. 'El trabajador silencioso'. No es mal título para una novela, no es mal apodo para un tipo ejemplar. Nos vemos pronto, Andreas.