La imagen fue bastante clara y tardó bastante poco en ser comentada por los aficionados al tenis. Semifinales del pasado torneo de Indian Wells: Andrey Rublev encaja una rotura tras un fallo con la derecha que le entrega el primer set a Taylor Fritz. La oportunidad de alcanzar una nueva final de Masters 1000 (en su última oportunidad en estas instancias, Andrey cayó estrepitosamente ante Alexander Zverev) parece esfumarse, lo que provoca una reacción desmedida por parte del ruso, que golpea repetidamente y con fuerza su raqueta hasta provocar sangre en su mano. El partido se para y Rublev se calma, pero el de Moscú ha vuelto a ofrecer una ventana al mundo sobre sus frustraciones mentales y su incapacidad de mantener la calma ante las dificultades.
No será por velocidad de bola ni por potencia: eso Andrey lo tiene. Tampoco por fuerza de voluntad y ética de trabajo: entrena como nadie, es un competidor espectacular y no se le caen los anillos al bajar a torneos de menor categoría para conseguir puntos y ganar sensaciones. El gran problema de Rublev está en su cabeza, y de ello es plenamente consciente nuestro protagonista, que se encuentra en un claro proceso de transformación para poder mantener la calma en este tipo de momentos. Así lo confiesa a la ATP desde el ATP Astana Open 2022, donde tiene una grandísima oportunidad para atar en corto su participación en las ATP Finals 2022 y donde ya se encuentra en cuartos de final, en búsqueda de, por qué no, sumar una nueva final en un año en el que ya acumula tres títulos (Marsella, Dubai, Belgrado).
"Todo el mundo tiene sus propias debilidades. Mi debilidad es mental, y poco a poco intento que haya mejoras en ese aspecto", afirma convencido un Rublev que detecta perfectamente su mayor punto débil, pero que se muestra orgulloso de sus mejoras en dicho aspecto. El mejor ejemplo de sus avances se encuentra en el duelo ante Denis Shapovalov en el pasado US Open, una montaña rusa de emociones y cambios de inercia en la que el tenis de Andrey prevaleció. "Antes habría explotado y por eso habría perdido el partido. Sin embargo, incluso en momentos en los que parecía imposible mantener la compostura, fui capaz de hacerlo. Me pareció un punto de inflexión y fui capaz de ganar ese encuentro. Después de ese partido me sentí un poco orgulloso de mí mismo, si soy sincero. Mostré en la pista que soy mejor como persona a la hora de manejar esas situaciones, pero no me quiero centrar en eso. Aún era momento de volver a la realidad y de seguir arreglando este problema".
CONCIENCIA Y TOLERANCIA AL ERROR
Era habitual ver a un Rublev excesivamente exigente consigo mismo, incluso rozando la intransigencia tras según qué fallos. Sin embargo, y poniendo como ejemplo a cualquier otra profesión que comete errores (un camarero entregando el plato equivocado, un coche que te interrumpe en la carretera), ahora es plenamente consciente de que el error forma parte del día a día de cualquier deportista, de que no por ello toca descargar frustración.
"La mayoría de la gente comete errores y es así. Los deportistas también los cometemos, también somos así. Tengo un gran tenis para alcanzar el siguiente nivel, pero yo mismo he sido quien lo ha evitado. En Nueva York me comporté mejor en la pista como persona, fui mejor como jugador, fui más profesional. Fui capaz de soportar momentos ajustados y complicados, pero es algo que lleva tiempo".