
Lorenzo Musetti era uno de esos grandes talentos de dudosa mentalidad. Un tipo con poca capacidad de reacción ante la adversidad, con tendencia a evitar el cuerpo a cuerpo en los momentos más importantes de la batalla. Todas nuestras concepciones sobre él, sin embargo, saltaron por los aires en la mejor victoria de su carrera, esa que le permite conquistar su primer título en el ATP Hamburgo 2022 y en la que superó a un Carlos Alcaraz que jugó a fogonazos, con tramos brillantes pero siendo inferior en buena parte del partido. El encuentro fue una montaña rusa de emociones en las que Lorenzo supo calmar su fuego interno, llevando el partido a un tercer set donde calmó la cabeza, dejó de precipitarse y permitió que Carlitos le entregase con dos errores un título que sabe a gloria (6-4, 6-7(6), 6-4).
Fue Musetti el que salió con el break inicial, si bien todo no tardaría en equilibrarse. Los primeros compases, en los que las balas aún eran de fogueo, dejaban sin embargo entrever que hoy el partido estaría lejos de mostrar una versión apabullante de Alcaraz. La versión más terrenal del murciano, que soportaba sobre sus hombros el peso de un perfecto cinco de cinco en finales, daría poso y aire a un Musetti que salió con la táctica realmente clara. Lo cierto es que el transalpino tiene golpes que incomodaban a su rival: su revés le imprime un peso bestial a la bola, un peso que Carlitos no pudo terminar de manejar; también tiene mano para lanzar grandes dejadas, entrando en el coco del de El Palmar e impidiéndole encontrar su ritmo desde el fondo de la pista; por si fuese poco, también su primer servicio empezaría a carburar a partir del primer set.
Si Lorenzo lo hacía todo bien, la incomodidad de Carlos se traducía en esas pasadas de frenada intrínsecas a su tenis agresivo. Acabó el primer parcial Alcaraz con tres golpes ganadores y ocho errores no forzados: no conseguía invertirse con facilidad de derecha, y los contragolpes de 'Lolo' eran pelotas que, en una tierra tan lenta como la germana, aún se le atragantan a Carlos. En cierto modo, los patrones desde el fondo tenían similitudes con aquel partido de Roland Garros ante Albert Ramos: al murciano le llegaba una bola con muchísimo peso, con un ángulo que le dificultaba la tarea de invertirse y ante un jugador capaz de pasar de la defensa al ataque con su derecha. El guion del primer parcial no cambió y fue Lorenzo el que se embolsó el primer set.
LA LOCURA SE APODERA DEL SEGUNDO SET
Todo se encaminaba a un triunfo para Lorenzo en dos mangas. No cambió el guion del partido en el inicio del segundo parcial: Musetti marcaba diferencias con su servicio, la irregularidad en la derecha de Carlos continuaba presente y el italiano incomodaba constantemente con su tenis al murciano. Habiendo conseguido una rotura a favor, el verdadero foco estaba en si Lorenzo podría mantenerse firme a la hora de cerrar el encuentro. En varias ocasiones el transalpino ya había tenido problemas para llevarse el gato al agua, si bien parecía que esta vez sería diferente: 4-3 arriba, Lorenzo salvó tres bolas de break consecutivas, lo que parecía una señal que nos indicaba que sí, que esta vez estaba preparado.
Lo que seguiría a este juego sería una absoluta locura difícil de encapsular en solamente uno o dos párrafos. Sacando para ganar el partido, Lorenzo se llevó un punto (0-15 abajo en el juego del 5-4) en el que devolvió una dejada de Carlos después de que la bola botase dos veces. Alcaraz se quejó amargamente a Aurelie Tourte, la jueza de silla; Musetti celebró en primera instancia pero, consciente de la forma en la que se había llevado el punto, dejó ir a su lenguaje corporal, como si la culpa se apoderase de él; y, en mitad de todo el caos, dos errores de Alcaraz le permitieron tener dos bolas de partido. A solo palmos de su primer título ATP, llegó la redención particular de Carlos: absolutamente enfurecido por el gesto del italiano, el murciano abrió el tarro de las esencias para salvar los dos puntos, hacerle break al italiano y encender por completo a la grada germana. Todo había cambiado.
Es difícil reaccionar a una situación así, pero Lorenzo lo hizo. Ayudado en parte por la irregularidad de su rival, que seguía combinando puntos fenomenales con fallos de derecha inusuales, el tie-break se presentaba como una posible tabla de salvación. Quería copiar el guion de su partido de semifinales ante Cerúndolo, en el que pasó exactamente lo mismo. Y se colocó 6-3 arriba, ayudado por un par de puntos gratis al saque y de esos errores del murciano de los que ya hemos hablado. Con 6-3, posiblemente motivado por el colchón del que disponía, Musetti se jugó una derecha invertida paralela... que no cayó dentro. Con 6-4, recibió un misil a la línea de resto de Carlos que no pudo contrarrestar. Con 6-5, ya al resto, el murciano dominó el punto, se atrajo a Lore a la red... y lo superó con un magnífico ángulo, un passing shot que cerraba la puerta del título. Y con una doble falta, el final más cruel de todos los posibles, Musetti repetía la misma historia de siempre: dejaba escapar su gran oportunidad, con Alcaraz llevándose el dedo a la oreja, absolutamente encendido y con la dinámica positiva a favor.
IGUALDAD MANIFIESTA EN UN TERCER SET DE INFARTO
El inicio del set definitivo era una prueba de fuego para la moral y la confianza de Musetti. El saque mantuvo con vida al italiano, al que se notaba absolutamente cabizbajo, pero que vio que, al fin y al cabo, aún quedaba un set completo que disputarse. Sacó sus dos primeros juegos al saque adelante con ciertos apuros, pero consiguió sacar la cabeza de debajo del agua y recuperar el peso en sus golpes y, sobre todo, el lenguaje corporal que había perdido tras aquel extraño doble bote. Sobre todo, Musetti empezó a sacar más partido a sus servicios que Alcaraz, que era ahora quien llevaba la iniciativa desde el fondo de la pista, pero que no siempre conseguía dictar los puntos.
Salvó Carlos una bola de break que olía a partido merced a una derecha ganadora, de nuevo un golpe marca de la casa de un tipo que se hace grande cuando está contra las cuerdas. La inercia del partido había cambiado por completo, con un Musetti que había devuelto la igualdad al partido, recuperando los patrones del primer set y, sobre todo, haciéndose fuerte con su primer servicio. Sería cuestión de detalles, de jugar mejor un 15-30 o un 40-40, lo que decantaría el duelo para una raqueta u otra. Precisamente con 15-30 pero 5-4 a favor, el italiano trazaría una obra de arte en una subida a la red de Alcaraz, un resto ganador de revés cruzado que le hizo sacar el puño. Se lo creyó. Y tras ser superior durante buena parte de partido, fue él quien hizo de 'pasabolas', quien le trasladó toda la presión a un Alcaraz que, de forma impropia, cometería dos errores no forzados para entregarle el partido.
Solo con un final anticlimático podía llevarse su primer título. Pero da igual: en el tenis, a veces, jugar y ganar bonito es lo de menos. Tras un partido a cara de perro donde los golpes de salón abundaron de forma constante, Musetti aprendió que no siempre hay que cerrar los partidos por todo lo alto: que también se gana aprovechando los errores del rival, sabiendo mantenerte firme cuando tu ocasión se acerca, sin necesidad de jugarte una invertida paralela imposible en un tie-break donde los márgenes son mínimos. Es justo decir que él necesitaba mucho más este entorchado que un Alcaraz que continúa dejando actuaciones irregulares, pero que por el camino también demuestra que tiene el temple y el espíritu competitivo de los muy elegidos. Y no solo eso: sale entre los cinco mejores del mundo. No es mal botín, no.