2011, el año que Federer vivió peligrosamente

Paul Annacone recuerda la gran oportunidad del suizo de ganar Roland Garros 2011, tras unos meses muy preocupantes a nivel de tenis.

Alejandro Arroyo | 19 May 2020 | 19.02
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Roger Federer tuvo un año 2011 de grandes altibajos. Foto: Getty
Roger Federer tuvo un año 2011 de grandes altibajos. Foto: Getty

No ha tenido muchos en su carrera, al menos para ser catalogadas como 'crisis de confianza', pero uno de los más importantes periodos de duda que ha experimentado Roger Federer en su vida deportiva tiene que ver con el año 2011, la temporada en la que el circuito ATP asiste a la explosión del serbio Novak Djokovic. Aquel año, el suizo no levantaría ni un solo Grand Slam pero sumaría, entre muchas derrotas muy difíciles que repasaremos más adelante, una de las victorias más importantes que se le recuerdan.

Viene al hilo recordar aquel año porque en ese tiempo, el entrenador del jugador suizo no era otro que Paul Annacone, autor de unas declaraciones recientes, recogidas por 'Tennis Circus', en las que Paul recuerda lo que desde fuera transmitía aquel torneo para Roger: que su espíritu competitivo se estaba empezando a reconstruir en vísperas del advenimiento del monstruo Djokovic, después de 6 años en los que o estaba él en solitario o sólo Nadal con él.

Poniendo en antecedentes, 2010 es un año complicado para Roger. Aunque arranca ganando Australia ante Murray, parece caer en cierta fase acomodada a nivel tenístico. Sus resultados chocan con el record de semifinales consecutivas (23, quebrada por Soderling en los cuartos de Roland Garros 2010), más otros cuartos de final en Wimbledon ante Berdych. Señales de alarma que se confirmaban después de caer en tercera y cuarta ronda en Indian Wells y Miami y en 2ª en Roma. Algo estaba pasando.

Fue en verano cuando Federer anunciaba que contrataba a quien fuera ganador de seis títulos de Grand Slam junto a Pete Sampras, el gran Paul Annacone. Una relación que resultó primeramente fructífera con un gran final de temporada en la pista cubierta europea: título en Estocolmo, Basilea, final en Shanghai y título en el Masters de Londres.

Pero esa recuperación no va a ser suficiente, porque en 2011 va a nacer una criatura de impacto desconocido, que Federer va a sufrir en las semifinales de 2011 en Melbourne. Viendo aquel partido, aunque sólo sea un resumen, uno se da cuenta que el tenis de Federer parece no tener dientes ante lo que empezaba a significar Djokovic. El suizo nunca ha parecido tan lento, con una pelota tan poco dañina y una movilidad tan débil y poco agresiva.

Para colmo, las cosas no van a ser mejores poco después. Uno de los partidos más críticos del suizo en su rivalidad con Nadal, donde de algún modo se evidencian las enormes diferencias tácticas y psicológicas que hay entre ambos en esos años, consta en Miami 2011, con Rafa venciendo por 6-3 y 6-2. Federer estaba empezando a notar que se quedaba atrás ante sus dos principales rivales. Y que, por primera vez, no era favorito ante ninguno de los dos en ninguna superficie, aún sin probar todo eso sobre hierba.

Federer perdería ante Djokovic en Melbourne, Dubai e Indian Wells, y ante Nadal en Miami y Madrid, pero también ante Melzer en Montecarlo o ante Gasquet en Roma. La situación era preocupante. Si a la temporada le quedara sólo un mes, Federer hubiese apagado la luz y desechado el año hasta próximo aviso. El caso es que llegó a París con una crisis de confianza galopante. Derrotas por doquier y sus dos máximos rivales venciéndole, con momentos de mucha superioridad. Quizás nunca ha estado tan lejos Roger de ambos que en ese tramo.

Pero de repente, Roger hizo 'clic'. Fue Roland Garros 2011 uno de los torneos más relevantes a nivel competitivo del suizo de cara al futuro de su legado visto con perspectiva. Con la siempre interesante oportunidad de ir de tapado, sin focos, con la presión para un Djokovic que llevaba 43 partidos consecutivos ganados y un Rafa siempre dominante en París, Federer se midió al serbio y jugó un partido memorable, sobre todo porque su juego se recuperó, demostró un ascenso en ritmo, potencia y agresividad, desde su cuerpo hasta sus tiros. De golpe y porrazo recuperó la vigencia perdida y llegó a una final que, como bien relata Annacone, estuvo cerca de ganar, aunque cayera en cuatro sets.

"Ese año tuvo una gran oportunidad. Había vencido a Novak en las semifinales, infligiendo su primera derrota de la temporada. Contra Nadal en la final había tomado la delantera por 5-2 en el primer set y parecía tener todo bajo control, pero terminó perdiendo en cuatro sets con. Al final del torneo se sintió muy orgulloso de lo que había logrado hacer".

El norteamericano también analizó cómo el helvético ha ido gobernado sus emociones y calmando su ánimo tras cada derrota. “Es muy bueno manejando sus emociones. No busca excusas cuando pierde, pero reacciona a las derrotas de manera saludable; creo que es por esta razón es por la que a los 38 años todavía se las arregla para jugar a un nivel tan alto".