El año que Krajicek destronó al mito

Detrás del triunfo de Krajicek en 1996 se escondían días muy difíciles para el tenista holandés, que a punto de estuvo de no jugar el torneo.

Richard Krajicek. Foto: ATP
Richard Krajicek. Foto: ATP

La figura del especialista en el mundo del tenis cuenta con la gran ventaja de que tira de memoria, que sólo -como si fuera poco-, necesita de un mínimo de confianza para conectar todo; sabe que puede coger el siguiente tren en cuanto contacta con la superficie para la que ha modulado su mentalidad, formado su tenis, adaptado su físico y potenciado su talento. Por eso pueden darse situaciones como las de Goran Ivanisevic, campeón de Wimbledon 2001 llegando al torneo con invitación o la de Richard Krajicek, que ganó Wimbledon 1996 lejos de ser el favorito y con muchas dudas en su juego.

1996 es una edición especial. Cabe decir que la década de los 90 es una que pondera por encima de todo la figura del especialista y que lo hace con la primera gran transformación a nivel de materiales sin que las superficies vean modificada su velocidad. Es decir, el sacador gigantón encuentra en la raqueta una herramienta cada vez menos pesada, unas cuerdas cada vez más duraderas y unas pistas igualmente rápidas. El saque lo vale todo. Pero mientras enumeras a Stich, Rusedski, Phillipoussis, Rafter, Pioline, Krajicek, Ivanisevic, Henman o Todd Martin, en los años 90 siempre ganaba uno. Pete Sampras.

Parece increíblemente complicado entender ahora el valor que tenía Pete Sampras de ganar siempre en Wimbledon (ganó siete repartidos en dos tandas de tres y cuatro títulos) rodeado de tanta aleatoriedad y rivales en una superficie de la que dependían tan poco puntos, donde una mala tarde y seis bolas sueltas te pueden mandar a casa. Sin embargo, sólo le mandaron a casa en una ocasión desde 1993 hasta el 2000, que se dice pronto. Y fue uno de los que llegaba con más dudas a la edición de 1996.

Krajicek venía de sufrir dos derrotas en primera ronda en las dos ediciones anteriores de Wimbledon (1994, 1995). El año, además, tampoco estaba siendo bueno -paradójicamente alcanzó final en Roma y cuartos de final en Roland Garros-, retirándose en tercera ronda de Australia y sin lograr ninguna semifinal sobre pistas rápidas hasta Londres. Pero fue en Rosmalen, la cita previa, donde se encontraba especialmente bajo de confianza, cayendo en cuartos de final, ante su compatriota Paul Haarhuis. Krajicek, entonces, quiso romper la dinámica.

Su entrenador, Rohan Goetzke, trató de agitar su realidad. "No hay nada mal en tu juego. Sacas y restas bien. ¡Eres un llorón!. Si te vas de vacaciones, me voy. Wimbledon es el torneo más grande del año. Vas a mirar atrás en tu carrera y te preguntarás qué hiciste. ¡Haz algo!. Puedes ganar Wimbledon. Puedes llegar lejos. Sólo necesitas disfrutar el proceso, el camino”. Richard estaba de nuevo de frente ante sus fantasmas: el perfeccionismo. “No estaba motivado para jugar. Durante mi carrera, luché contra mí mismo tanto como contra mis rivales. Había veces en los entrenamientos, que mi entrenador se sacudía la cabeza. Mi actitud no era mala, ni siquiera eso… Me estaba volviendo loco. Era demasiado perfeccionista”.

Entonces, como cuenta el holandés a la ATP cuando recuerda aquella edición, Krajicek decide modificar su preparación. En contra de lo que puede entenderse a día de hoy por una rutina necesaria para Wimbledon, Krajicek no necesitaba agarre y flexión, sino timing de golpeo, el cual no encontró en Rosmalen. Y decidió ir a buscar ese timing a la superficie que de algún se lo permitía sin perder demasiada velocidad en los intercambios.

“Decidimos entrenar en pista dura, porque siempre me costó coger ritmo. Mi juego no daba demasiado ritmo, pero los puntos eran tan cortos que después de unos cuantos días en hierba, sentía que estaba jugando peor y peor. Quizás estaba sacando y voleando bien, pero no tenía timing. Leí el reportaje sobre la victoria de Andre Agassi en Wimbledon 1992 y me sorprendí: André apenas pasó tiempo sobre hierba. Lo hizo sobre cemento. Y eso es lo que quería: ritmo. Golpeé unas cuantas veces en pista dura, 20 minutos al día, y fue así como experimenté una buena sensación con la pelota".

Krajicek llegaba a Wimbledon sin ser cabeza de serie (número 14 del ranking pero 17 en los seedings del torneo) pero halló un primer golpe de suerte. Thomas Muster se lesionó en Queen's, siendo número 2 del mundo, y se dio de baja, entrando Krajicek como 16ª preclasificado, el último de los cabezas de serie, pues antaño sólo había 16 en lugar de 32. Richard evitaba un gran número de favoritos en primera ronda, allí donde había caído en 1994 y 1995.

Fue ante Brett Steven donde Krajicek hizo un clic mental, en tercera ronda, cuando navegaba 4-1 abajo del tercer set después de igualar a un set. “Entonces conecté mi cabeza. 'Vale, vamos a dejar de quejarnos y a jugar', me dije. Fue probablemente el partido más importante a nivel mental, sin duda”. Tras lograr vencer a Michael Stich (campeón en 1991) en octavos de final, Krajicek se mide con el mejor de todos, Pistol Pete.

“Siempre jugué bien ante Pete, la verdad. Una vez que gané ese tercer juego (salva tres BP durante 12 minutos de ‘game’) y fuimos al 4-4 y al 5-5, me sorprendió lo bien que jugó. Me sorprendió lo bien que empezó. Con mucha energía. Se sentía realmente bien en la pista. Era un Pete Sampras diferente a otras veces. Pero pude detenerle, salvar todas esas oportunidades de break y sentí que ese nivel de energía fue bajando un poco. Él sabía que yo podía estar un poco intimidado en la Pista Central. Si Pete me hubiese roto en el tercer juego, pienso que todo habría sido totalmente diferente. Tuve un poco de suerte, pero desde el 4-4 se igualó”.

“Muchas veces ves jugadores top que compiten y están luchando en el inicio de un torneo, luego cometen un error o bien ocurre algo, y cambia su suerte. En mi cabeza, esperaba que esto no fuese algo que salvase a Pete", comenta Krajicek, en referencia a la suspensión del partido hasta el día siguiente, después de que Richard se anotara la segunda manga y pusiera el 2-0.

"Quizás, si hubiésemos vuelto, el partido podría haber cambiado. Yo estaba bajando el nivel y él estaba subiéndolo. Al final, él tuvo una noche para reunirse con su entrenador y yo tuve una noche para pensar en lo que podría ocurrir, pero sabía que aquello era la oportunidad de mi vida".

Krajicek enfilaba hacia las semifinales con el tanque lleno de lo que precisamente había perdido: el timing en el toque y la confianza en su juego. Venciendo a Stoltenberg en la penúltima ronda, y doblegando a la gran sorpresa de la década en Wimbledon, Malivai Washington, Richard Krajicek pasaba a ser, no sólo el que ganó y bajó del trono a Pete Sampras, sino un auténtico campeón de Wimbledon que no se hubiera perdonado haber dejado escapar aquella oportunidad después de vencer al mito y referente de la época.

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