
Seguramente muchas personas pensarían que Rafael Nadal contra Novak Djokovic hubiera sido la mejor final posible este domingo. La rivalidad histórica más repetida, los dos mejores del ranking y con la final de Roma de hace tres semanas todavía en la mente. La verdad es que alicientes tenía unos cuantos. Sin embargo, si nos ceñimos a la superficie, la figura de Dominic Thiem es una pieza que no puede pasar desapercibida en esta viñeta. Alguien que lleva cuatro años consecutivos colándose en semifinales, dos de ellos pisando la final, significa que es un jugador que ya ejerce de gran candidato cada vez que el calendario se detiene en Paris. Finalmente y después de una guerra psicológica contra un Nole más ofuscado que de costumbre, será el austríaco el que intente impedir que el gran campeón sume su duodécimo entorchado en Roland Garros.
Junio, París y Nadal. Es la combinación más repetida de la historia del tenis moderno. Doce finales en Roland Garros para el jugador de Manacor y, lo que es mejor, parece que a este nivel todavía nos queden muchas más por ver. Ni siquiera habiendo afrontado su gira de arcilla más compleja (aunque con final feliz en el Foro Itálico), ha tambaleado la brillantez del balear en su templo favorito. Solamente un set concedido en seis partidos ante un David Goffin que consiguió ponerle en más aprietos que otros nombres como Kei Nishikori o Roger Federer. Lo cierto es que, ya fuera mayor o menor el reto que apareciese al otro lado de la red, Rafa siempre ha ofrecido esta semana un rendimiento y un compromiso óptimo, mostrándose intratable ante un vestuario masculino que sigue sin encontrar la fórmula para tumbarle aquí.
Más dudas ofreció Thiem al arranque del torneo, perdiendo tres mangas en sus tres primeros encuentros. Le robó uno Tommy Paul, otro Pablo Cuevas y otro Alexander Bublik. No fue el mejor inicio, desde luego, pero solamente era un calentamiento para lo que vendría después. A partir de los octavos de final asomaron por su camino Gael Monfils, Karen Khachanov y, sobre todo, Novak Djokovic. Al francés y al ruso les pasó por encima, sin titubear, recuperando todo ese tiempo de más que había concedido la semana anterior. Con el serbio ya sabíamos que no sería lo mismo, pero quizá le venga bien salir vivo de un drama de casi cuatro horas donde fue capaz de poner fin a una racha de 26 victorias consecutivas en Grand Slam ante el número 1 del mundo. Un triunfo heroico para el austriaco que, desafortunadamente para él, todavía no le sirve para levantar el trofeo.
Son todavía 25 años de Dominic Thiem, pero su historia hace tiempo que quedó ligada a la de Rafa Nadal debido al flechazo y relación que ambos guardan con el polvo de ladrillo. Es en esta superficie precisamente donde se ha fraguado la mayoría de sus enfrentamientos, dejando un H2H total de 8-4 a favor del balear. Los cuatro triunfos del austriaco, cómo no, se dieron en la superficie roja, una por año: Buenos Aires 2016, Roma 2017, Madrid 2018 y Barcelona 2019. O lo que es lo mismo, Thiem ya es el segundo jugador de la historia que más veces ha vencido a Rafa sobre una cancha de tierra batida, solo por detrás de las siete que acumula Novak Djokovic. El dato es evidente, nos dice que si hay alguien ahora mismo que tiene armas para vencer al manacorense en esta superficie, ése es Dominic. Lo hizo ya hace un par de meses en el Conde de Godó de Barcelona, dejándole fuera en semifinales en el torneo de su casa. Lo hizo desplegando uno de sus mejores ejercicios del curso ante un Nadal todavía lejos de su mejor cara. Ahora, después de que el tiempo pusiera a cada uno en su lugar, el combate merece una lectura muy distinta.
Sobre todo porque Roland Garros no es lo mismo que Barcelona. Porque jugar al mejor de cinco sets no es lo mismo que jugar al mejor de tres. Por ejemplo, en esa rivalidad de doce precedentes a estudiar, tres de ellos se dieron en París, el mismo escenario que les convocará mañana. En 2014, en una prematura segunda ronda, ganó Rafa por 6-2, 6-2 y 6-3. Tres años después, esta vez en semifinales, volvió a ganar Nadal por 6-3, 6-4 y 6-0. Por último, hace justo doce meses, sus caminos se juntaron por primera vez en una final de Grand Slam, de la cual salió el español por la puerta grande campeonando por 6-4, 6-3 y 6-2. Resumen, tres partidos en París resueltos en nueve sets, todos en el bolsillo del campeón de 17 grandes. Diecisiete de momento.
Hay cientos de datos que nos llevan a pensar que mañana veremos por duodécima ocasión a Rafa Nadal conquistando Francia. Allí ha jugado once finales y las ha ganado todas. De hecho, en quince participaciones, solamente dos jugadores tuvieron el coraje para vencerle (Soderling en 2009 y Djokovic en 2015). Si nos ceñimos al momento y al juego, encontramos que el balear viene jugando de maravilla y con la confianza en orden, que se lo pregunten a Federer. Pero también sabemos que algún día todo esto terminará, que alguien que no se apellide Nadal subirá al cajón y levantará el trofeo de Roland Garros. Ese nombre, muchos coincidimos, podría ser Dominic Thiem, y seguro que en más de una ocasión. ¿Habrá aprendido algo de la derrota de 2018? ¿Programará Nicolás Massú una estrategia diferente? ¿Podrá el austriaco levantar su Grand Slam favorito con el español todavía activo, o tendrá que esperar a que se retire? Mañana tiene una buena oportunidad para despejar la duda.