
Dentro de la pista, David Ferrer Ern (Jávea, 1982) era un chico inmaduro, ansioso, inseguro, irascible y sin control de sí mismo. Quizá por eso se vea raro cuando le ponen ―le ponemos― la etiqueta de referente para los jóvenes. Es evidente que para un chico es más fácil fijarse en Federer o Nadal, y son ejemplos superlativos, no quepa duda. Pero lo que fascina del alicantino es que un tipo sin un servicio potente, un revés normalito y una derecha que tampoco estuvo nunca entre las mejores del circuito, haya sido capaz de mantenerse en la élite durante tanto tiempo en una época que se recordará por la tiranía deportiva del llamado Big Four.
¿Y cómo es que un chico con tantas carencias pudo llegar tan lejos? Seguramente se nos escaparán muchos factores. Pero lo que es indudable es que en esa ascensión a los cielos deportivos hubo una buena mezcla de tres aspectos incuestionables: la ilusión por llegar, una capacidad de esfuerzo y sufrimiento probablemente muy superior a la del resto y un cambio de mentalidad del todo punto necesario.
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La ilusión la tuvo desde que empezara a jugar a tenis con ocho años mirándose en el espejo de Javier, su hermano mayor. Y acaso le fuera dando forma a sus sueños en el coche de su padre, en el que cada año iban a Barcelona a ver a sus ídolos jugar en el Conde de Godó. El trabajo físico que ha debido de hacer para compensar sus limitaciones técnicas es algo que sólo él sabrá, pero a buen seguro que no ha sido un camino fácil. Y en cuanto a la mentalidad, un día fue Toni Nadal el que le dijo que era un llorica, que no paraba de quejarse por esto y por lo otro. Hablando de referentes, Ferrer siempre ha respetado mucho al tío de Rafa y aquellas palabras calaron hondo en el tenista alicantino. Quizá ése fuera uno de los puntos de inflexión que hicieron que Ferrer fuera transformándose en un jugador menos impulsivo y más dueño de sus emociones, lo que terminó por convertirle en un jugador durísimo de ganar.
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Mucho se ha escrito sobre el presunto declive de David Ferrer. Y él mismo se ha encargado de alimentar esa sensación con algunas declaraciones quizá algo exageradas. También parecía que las molestias en el tendón de Aquiles podían acelerar su despedida del circuito. Pero lo cierto es que su gira de tierra no se parece a la de un jugador a punto de retirarse. Semis en Estoril y dos derrotas ante Kei Nishikori, más la que sufrió ante un Kevin Anderson que viene haciendo unos resultados muy notables no es un bagaje malo. Y si no, que le pregunten a Donald Young, un jugador ocho años más joven, a quien derrotó en primera ronda de Roland Garros después de 4 horas y 26 minutos. Mañana se enfrentará a Feliciano López, y vuelve a ser favorito. No podemos saber cómo o cuándo terminará su carrera, ni siquiera la temporada, pero lo que está claro es que en el futuro David Ferrer será uno de los mejores referentes para los jóvenes que se planteen iniciar una carrera como jugador profesional de tenis.