Era lo justo, no había desenlace mejor para la nueva número uno del mundo que el de salir campeonas del Us Open. Así lo hizo Angelique Kerber, bicampeona de Grand Slam esta temporada, al imponerse a Karolina Pliskova (6-3, 4-6, 6-4) en una batalla trepidante donde chocaron dos estilos opuestos y contrastados. La de Bremen celebró a lo grande su ascenso hasta lo más alto del ranking y tomó por partida doble el relevo de Steffi Graf: hace 20 años que una alemana no ganaba en Nueva York, 20 años que una teutona no ocupaba el ático de la clasificación. Final feliz para uno y trampolín sin límites para otra. Para ninguna será su última final en grandes plazas.
Solamente había un factor en el partido que se escapaba del control de Angelique Kerber: el saque de Pliskova. La cañonera más temida del vestuario femenino venía con el fuego encendido de las seis rondas previas sin dar opción a sus rivales desde la línea de servicio, una habilidad ante la que apenas da tiempo a parpadear. Sin embargo, la mayor amenaza de la checa saldó la primera manga con la pólvora, no mojada, empapada. Apenas un 54% de primeros tiros no eran suficientes como para frenar a la mujer más en forma del momento. Y claro, la germana es de esas jugadoras que si ven este tipo de invitación no la dejan escapar. No le bastó con un break, prefirió dos, el doble de azúcar.
Cierto es que ambas se habían visto hace tres semanas en Cincinnati, con triunfo sorprendente de Pliskova en la final impidiendo así que la de Bremen alcanzara el ático del ranking. A esa esperanza se agarraba la checa tras ceder el primer parcial, a la experiencia y la prueba del saber que se puede, que no todo estaba perdido. Pero enfrente no había tregua. Angelique seguía atacando, defendiendo, variando alturas, cambiando ritmos, demostrando por qué se ha convertido en número uno del mundo gracias, en parte, a sus títulos en Australia o sus finales en Wimbledon o Cincinnati. Pero estos torneos formaban ya parte del pasado, era un nuevo desafío por delante.
Mejoró ligeramente Karolina en todos los aspectos, dando fe de sus triunfos ante las hermanas Williams o Caroline Wozniacki durante estos días. Ella era, como mínimo, la segunda mejor raqueta del torneo, pero todavía restaba tiempo para demostrar que podía ser la primera. Sin conceder ninguna oportunidad de break y amarrando una de las dos que Angelique le sirvió en bandeja, solo con esa determinación pudo Pliskova equilibrar la partida con un 6-4 que mandaba el pulso al set definitivo, esfumando por completo toda la superioridad que su rival había impuesto en el inicio.
La final estaba en el punto álgido, con las tablas conformadas y la tensión patente de una final de Grand Slam. Fue Pliskova la primera en dar un paso al frente empujada por esa dinámica positiva que le había dado apuntarse el segundo set. Era un 3-1 que la dejaba a medio camino del mayor triunfo de su carrera, lástima que al otro lado de la red estuviera Xena, la princesa guerrera, vestida de Adidas. Complicado hoy en día encontrar una luchadora al nivel de Angelique Kerber, siempre dispuesta a correr una pelota más y agotar a su oponente pese a lo infernal de la situación. Recuperó el terreno y esperó al momento cumbre, con 4-5 al resto. Ahí es donde aparecen las auténticas leyendas.
Así, con esa facilidad que solo los mejores saben despertar, Kerber capturó su segundo Grand Slam del curso. Emocionada, llorando en el banco y con dificultades para hablar, todo el mundo pudo ver cómo la mejor tenista del planeta recogía sus frutos a tanto trabajo. ¿Podrá alguien frenarla hasta el final de temporada? No parece, aunque hablaremos en dos meses.