Serena, la indeseada
Tras caer ante Angelique Kerber, la alegría de muchos por su derrota nos hace preguntarnos: ¿Hasta qué punto valoramos a Serena?


Tras lograr el que a todas luces es el punto más importante de su carrera, Angelique Kerber se dejaba caer sobre la pista azul de la Rod Laver Arena. Con los ojos en un mar de lágrimas y sin apenas poder mirar hacia la multitud desenfrenada que vitoreaba su gesta, recibió el abrazo de su rival. Serena Williams tuvo una actitud irreprochable durante toda la ceremonia de entrega de premios.
Sí, fue en ese mismo instante, cuando Serena mostraba la piel lacerada de su rodilla tras resbalar una vez más cerca de la cima, que no pocos revelaban su alegría por verla capitular. Vivimos tiempos confusos en los que el miedo a ver caer a los otrora mitos de la raqueta, se ha apoderado de la razón de muchos. No les culpo, pues es difícil reconocer al héroe cuando aún está en proceso de serlo, cuando aún está torciendo los renglones ya escritos de la historia.
La vida de Serena posee todos los alicientes necesarios para erigirse en leyenda: una niña de color con un padre cuya ambición por verla triunfar a ella y a su hermana la llevó a Compton (Los Ángeles), un lugar de dudosa reputación. Una historia marcada por capítulos tan célebres y sombríos como las semifinales de Indian Wells 2001, con abucheos y gritos racistas incluidos, o la trágica muerte de su hermana Yetunde, en un tiroteo en septiembre de 2003.
Así pues, Serena, esa tenista que gana Roland Garros padeciendo un proceso febril y que cada vez que sufre lo dice en voz alta, experimenta el rechazo de una parte del público que ama el tenis. Es quizás el hecho de convertir su vida en drama, aun existiendo verdad en ello, lo que genera un alud de opiniones contrarias. Otros la acusan de beneficiarse de una de las épocas de menor nivel y exigencia en el circuito femenino. Sea como fuere, la estadounidense siempre está en el ojo del huracán y su derrota se convierte en el irrefrenable deseo de muchos cuando el viernes por la noche se van a la cama.
Es necesario arrojar un poco de luz al debate que plantean quienes defienden la tesis del bajo nivel que vivimos hoy en día en la WTA. Steffi Graf se hizo un hueco en el corazón de los amantes del deporte de la raqueta. Aquella rubia esbelta que bailaba sobre las pistas de tenis de todo el mundo, fue capaz de dominar a toda una generación de tenistas cuyo potencial se perdía en el horizonte. Martina Navratilova, Arantxa Sánchez Viario, Gabriela Sabatini o Mónica Seles vieron a la alemana transformarse en mito. Serena no ha lidiado con una generación como aquella, pero caeríamos en un error si pensáramos que de esto se desprende que se pueden ganar 21 Grand Slams solo con músculo y una historia de aflicción y dolor. La de Míchigan se aproxima inexorablemente al pináculo del tenis, no dudéis de que así será. Serena Williams destronará a Steffi Graf, algo tan probable cómo que Novak Djokovic iguale o supere a Nadal y a Federer.
La historia que vive Serena comparte, curiosamente, algunos paralelismos con la del serbio: ambos son los números uno y ambos son puestos en tela de juicio en incontables ocasiones. José M. Gutiérrez Morón escribía hoy sobre Novak: “El público que se mueve alrededor del tenis le siguen viendo como esa figura enemiga que ha venido para destronar a sus Reyes existentes (Roger y Rafa) pero como digo, a veces nos olvidamos de lo que hay más allá de lo que ven nuestros ojos”.
Así pues, no olvidemos lo que hay más allá de la animadversión subjetiva que sintamos hacia un tenista, pues si dejamos de valorarlo tan solo un segundo, puede que hayamos dejado de ver algo para la eternidad. Es por esto que, aunque un servidor no sea ni mucho menos admirador de la estadounidense, lo que no dudo ni por un instante es que el día que se retire rendiré pleitesía a quién la merece. Serena, sin duda, pertenece a ese grupo.