
Resulta complicado de entender cómo es que Novak Djokovic, un hombre que a base de trabajo y talento ha logrado desbancar de la cima mundial a dos tenistas considerados entre los mejores de la historia como son Roger Federer y Rafael Nadal y aún así, no recibe el favor del público a pesar de haber ganado casi todos los torneos que componen el circuito masculino. ¿Qué necesita Novak para que la gente esté con él?
Djokovic es un chico simpático. En sus inicios, se hizo conocido por sus imitaciones y hacía el delirio del público tras sus partidos imitando a tenistas como Nadal o Sharapova. Es generoso, conocido por todos por ser embajador de UNICEF y por aquél gesto que tuvo con el recogepelotas en Roland Garros cuando se estaba mojando y le invitó a sentarse con él bajo el paraguas. Es un hombre de familia. Junto a su mujer y su hijo, forman una estampa casi ideal y motivo de admiración para muchos. También tiene una historia detrás que le ha marcado como es la de la guerra en su Serbia natal, de la que tuvo que huir junto a su familia y que podría despertar simpatías en la gente. Es un gran campeón. Coincide con Federer y Nadal en el tiempo y logra imponerse sobre ellos y lleva, por el momento, 10 Grand Slams. Pero a pesar de todo eso, en muchos estadios a los que va no recibe el mismo apoyo que sí reciben tenistas como Nadal o Federer. Cómo olvidarse de aquella final de US Open el pasado mes de septiembre en el que la grada llegó incluso a vitorear cada fallo del serbio, metiendo presión incluso con segundos saques, algo más propio de Copa Davis que de un torneo ATP.
¿A qué puede deberse esto? Las razones pueden ser varias. Quizá no haya una concreta y sea todo un cúmulo de varios motivos. La que puede tener más peso, quizá, sea porque Novak llegó el último de los tres (o cuatro, si contamos a Murray aunque éste, fuera de Reino Unido no recibe mucho apoyo tampoco) y eso le haya hecho ganarse el rechazo de los fans de Roger y Rafa, al ver que un nuevo tenista irrumpe en el circuito de esa manera y discute la superioridad de los dos. Es decir, no es que la gente odie a Djokovic porque sea rival de ellos, porque los fans de Nadal no tienen ese comportamiento con Federer ni viceversa cuando se enfrentan ambos, sino por ser el último 'invitado' a la fiesta.
Sería algo así tipo: estamos en un sitio con dos grandes líderes y todos admirábamos a ellos dos y de repente llega este chico y nos rompe los esquemas. Quizá si Djokovic hubiera llegado en lugar de Nadal, recibiría el cariño que recibe el español en muchos sitios y sería Rafa el que sufriría esa animadversión. También habría que contar con que en muchos sitios hay gente maleducada, sin más. Todavía queda en el recuerdo lo sucedido en Madrid donde recibió insultos y abucheos y desde entonces, Novak no ha vuelto a aparecer por el torneo.
No hay que pasar por alto tampoco otra posible causa y es que Novak proviene de un país como Serbia que no suele despertar demasiado entusiasmo, tristemente. Mientras Nadal es español y mucha gente conoce España por ser un lugar turístico, con todo lo que eso conlleva, o por el fútbol, por ejemplo, Roger es suizo, un país clave y esencial en el mundo de los negocios, no sólo en Europa sino en todo el planeta. El país natal de Nole sufrió de guerras y fue prácticamente destruido. No es un sitio donde la gente suela ir de vacaciones y sin un gran público detrás, y el poco que tiene en su mayoría demasiado radical, puede hacer también que la gente tire más para otros tenistas en lugar de él.
Como digo, pueden ser muchos los motivos, o que no cayeron bien sus imitaciones al comienzo, que le ven como una amenaza para su ídolo, que fue el último en llegar o porque no despierta pasiones por sus raíces. Sea lo que sea lo que haga que la gran mayoría del público no se decante por él, no cambia un ápice el comportamiento de Djokovic, en su conjunto impecable. Él sigue sin tener malos gestos ni palabras hacia la grada y prefiere hablar sobre la pista. Lo sucedido en el último US Open, que sirvió de debate en los días posteriores, resultó tan llamativo que quizá eso sirvió como punto de inflexión para el futuro y para que la gente empiece a animarle más. De momento, la grada que más cariño le ha profesado es la de París, una de las más difíciles de conquistar. Su lucha y tesón por conseguir el último grande que le falta, cayendo ya en varias finales, le ha hecho ganarse el amor de los franceses con dos grandes ovaciones en los dos últimos años durante su discurso como finalista.
Si la cosa cambiará o no, lo comprobaremos en la temporada 2016. Hasta entonces, Djokovic seguirá haciendo como que escucha ''¡Novak! ¡Novak!', en lugar de '¡Roger! ¡Roger!', para creer que es él quien recibe el apoyo y el favor del público.