Pocos tenistas han protagonizado una historia tan fugaz y a la vez tan intensa y exitosa. Pocos también han supuesto un icono tan fuerte y han generado tanta expectación. Y que hayan aunado todo esto, posiblemente solo uno: Marcelo Andrés Ríos Mayorga (Santiago de Chile, 1975). El ‘chino’ o el ‘zurdo de Vitacura’ como era conocido marcó a finales de los 90 un hito en el tenis latinoamericano, siendo el primero en alcanzar el número 1 del ranking ATP. Un 16 de julio de 2004 colgaba la raqueta tras varios años de lesiones e idas y venidas.
Sus características físicas y su condición de zurdo pronto le granjearon cuantiosos triunfos en su Chile natal. El tenis iberoamericano estaba cogiendo una temperatura nunca vista antes y Marcelo Ríos parecía que podía incorporarse a esa lista de talentos que pusieran en tela de juicio la supremacía de los estadounidenses y en general jugadores de pista rápida. Aunque paradójicamente, los destinos del chileno iban a estar en manos ‘yankees’.
Todavía en su etapa junior recala en la prestigiosa Nick Bollettieri Academy de Bradenton, Florida. Allí se convierte en un jugador más todoterreno y apto no solo para la brega en arcilla si no también el cemento, cada vez más importante en el circuito profesional. Su ascenso al primer escalafón de la lista junior era un aviso patente de que el ‘chino’ estaba llamado a hacer grandes cosas en el deporte de la raqueta.
Y vaya que las haría. Si bien es cierto que el lapso de tiempo no fue muy dilatado (1996-1999), Ríos supo aglutinar en esos años todo su potencial mientras su físico le respondió maravillando al mundo del tenis con su facilidad de golpeo de la línea de fondo, zarandeando a sus rivales con fantásticos ángulos. A lo que hay que añadir esa exótica y rompedora impronta que aportaba con su rasgada mirada, una larga coleta y la gorra hacia atrás.
Luis Ayala, ‘pato’ Fillol y Hans Gildemeister habían sido otros estandartes del tenis chileno. A finales de los 90 le tocaba al ‘chino’ Ríos enarbolar no solo esa bandera, sino también la de todo el tenis sudamericano. El 29 de marzo de 1998 se convertía en el primer número 1 del mundo de la ATP de este grupo de países. Ni siquiera el gran argentino Guillermo Vilas llegó a esa cima, quedándose como número 2. Una emocional y vibrante final del torneo de Miami de ese año contra Andre Agassi fue el billete que le abrió las puertas al cielo. Reinaría durante 6 semanas, las 4 primeras seguidas, el circuito profesional, siendo el tenista de menor estatura hasta la fecha en conseguirlo (175 cm).
Sin lugar a dudas 1998 fue su año. Ya a principios de aquella temporada había logrado el otro gran hito de su carrera, la final del Abierto de Australia. Cayó derrotado por el checo, posteriormente sancionado y despojado de su trofeo, Petr Korda. Ríos siempre rindió mejor en los torneos Masters Series donde completó el tríptico de la tierra batida (Montecarlo, Roma y Hamburgo) solo igualado en el futuro por Kuerten, Nadal y Djokovic.
El conflictivo y excéntrico carácter del ‘chino’ fuera de las pistas y la aparición de diversos problemas físicos fueron empujando al talentoso chileno poco a poco hacia el ostracismo. Una de las decisiones más extrañas que tomó fue la de prescindir del entrenador que le había llevado a la cumbre, Larry Stefanki, inmediatamente después de alcanzar tal hito. Su inestabilidad afectiva y de pareja tampoco ayudaron para que el zurdo de Santiago pudiera centrarse en el tenis.
Puntuales despuntes en su rendimiento fueron la tónica de su carrera a partir del año 2000. Cada vez las ausencias eran mayores y los destellos de calidad menos intensos. Finalmente en verano de 2004 anunciaba su retiro de las pistas a la tierna edad tenística de 28 años, cansado de luchar contra su espalda principalmente.
Pero solo fue un hasta pronto. Dos años más tarde volvía a las pistas para disputar el circuito senior, con tan solo 30 años. Hecho que provocó las pestes de John McEnroe, con dos décadas más que él a sus espaldas. Ríos también alcanzó el número 1 aquí, haciendo gala de la gran competitividad y clase que llegó a atesorar.
Su momento de apogeo y su reinado al frente del circuito fueron más efímeros de lo que a muchos hubiera gustado, pero en el caso del ‘chino’ deberíamos aplicar aquello de: ‘Si es breve, dos veces bueno’.