
Hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Sé que sería un momento más apropiado para deleitar al lector con un par de villancicos navideños. Quizás, incluso, de obligarle a que por un día del año deje de pensar en el deporte de la raqueta que nos reúne en este espacio semana tras semana, día tras día. Más tarde, eso sí, pensé que no hay mejor día para repartir alegría que el de hoy. Es un día para agradecer, para estar en familia y sonreír un poco, especialmente en los tiempos tan fastidiosos que corren, con muchos encerrados entre cuatro paredes por la llegada de un extraño individuo llamado Omicron. Y, como pueden comprobar en el titular, quien nos atañe hoy no se llama Omicron. Se llama Bernard. Bernard Tomic.
Porque con Tomic pasa, en ocasiones, como con la cena de Nochebuena: no sabes lo que te puedes encontrar. En ocasiones destaca tu cuñado con el típico comentario que te pilla por sorpresa... pero no tanto. En ocasiones lo hace tu suegra con ese plato de comida especial para la ocasión que, con todo el dolor de nuestro corazón, quizás podría haberse reservado para otra ocasión. En ocasiones eres tú el que te sorprendes a ti mismo, quizás por un comentario sarcástico sacado del diván que pone de acuerdo a la mesa para tu satisfacción, quizás con tu tolerancia a las copas de vino servidas tras la cena. Al igual que te ocurre antes de sentarte a la mesa de Nochebuena, la expectación forma un ovillo en tu cuerpo cada vez que lees "Bernard Tomic" en el titular de una noticia. Y más, claro, cuando hablamos de veganismo.
Porque Bernard Tomic, amigos, se ha hecho vegano. Rectifico: se hizo vegano hace dos años. Su motivo es, en parte, porque "confía en el Karma". Es realmente respetable, no les voy a mentir. Me gustaría conocer en qué estado se encuentra el karma acumulado por el australiano, eso sí. ¿Creerá Bernard que su actuación en aquel torneo en Miami, cuando su falta de esfuerzo provocó que jugase el partido a tres sets más corto de la historia ante Jarkko Nieminen, le perjudicó gravemente a niveles de karma? ¿Temblará aún al encontrarse esporádicamente con la plataforma "Only Fans", donde su expareja subía imágenes y vídeos subidos de tono junto a él? ¿Habrá tenido el karma en cuenta aquel incidente en el que destrozó su ordenador por un enfado con la persona que lo acompañaba en los torneos?
"La verdad es que no era muy profesional con todo lo que hacía antes, ya sabes, con la comida, con el entrenamiento. Me encanta ser vegano, fue algo que probé y que me ha funcionado. Creo que jamás volveré a comer todo lo demás, soy vegano con orgullo. No me confundan, el sabor de la carne es espectacular, pero involucra a animales y todo eso. Creo en el karma, en que tienes que hacer lo correcto porque siempre hay alguien por ahí". Ahora imagínense que estas líneas pertenecen a Michael Scott en cualquier episodio referente a la Navidad de la serie The Office. Me imagino a Bernard Tomic en Scranton, cometiendo todo tipo de acciones hilarantes para el espectador, alegrándonos los días como solo él sabe hacer. Cuando afirma que su inspiración para entrar al mundo del veganismo fue Novak Djokovic, me ocurre algo así como entrar en una especie de multiverso en la que dos personalidades completamente diferentes se fusionan. Desconexión mental. Boom.
En esta vida, a todo el mundo le gusta algo que no debería gustarle. Es algo que se denomina guilty pleasure en el idioma anglosajón. Reconozco que el bueno de Bernie es, en cierto modo, my guilty pleasure. Leer sus declaraciones me revela a una personalidad fascinante, una caja de bombones que te ofrece experiencias inenarrables. Y la Navidad, en cierto modo, está llena de guilty pleasures: la onza de chocolate que te tomas y que te hace pausar tu dieta (porque, vaya, al fin y al cabo es una ocasión especial), el cubata que te sirves cuando llevabas meses sin probar el alcohol, la fruta escarchada del Roscón de Reyes (bueno, eso va después, pero ya me entienden). Y hay que disfrutarlos, porque ya tenemos otros once meses y medio al año para ponernos serios y mirar al mundo con el semblante apesadumbrado con el que solemos mirarlo.
Si Bernard Tomic y el veganismo conquistan el tenis en 2022, olvídense del coronavirus, Omicron y todo lo demás. No habrá absolutamente nada, jamás, como un acontecimiento así. Sirva este texto como acicate. Feliz Navidad.