Stefanos Tsitsipas ocupa en la actualidad el puesto número seis del ranking ATP. El griego es considerado no solo uno de los mejores jugadores del mundo, sino un proyecto cuyo techo es altísimo. Muchos vaticinan varios Grand Slams e incluso el número uno en el horizonte: Stefanos posee una amplia gama de recursos en pista y un hambre competitiva descomunal. Hace dos años, de todos modos, su nombre no resonaba en todos lados. Hasta que llegó la semana del Masters 1000 de Canadá, concretamente en Toronto.
Aquella semana Tsitsipas mostró al mundo qué es capaz de hacer. Ya había estado agitando el avispero, avisando a todos en diferentes semanas como la del Conde de Godó, donde llegó a la final (cayó ante Rafa Nadal) o incluso la semana antes, en Washington, donde dio pelea en las semifinales a un Alexander Zverev de mayor experiencia y enjundia por aquel entonces. Los astros se alinearon para que el griego diese su mejor versión en Canadá, apoyado por una grada que lo acogió y prácticamente lo bautizó desde el primer momento.
"El apoyo fue increíble. Sentí que estaba jugando en Atenas, que estaba jugando en mi ciudad natal con tantísimos aficionados griegos. La energía que recibí cada partido fue fantástica, todo el mundo estaba conmigo y eso me dio mucha fuerza. Me dio confianza, me hizo creer en mí. Me ayudó a hacerlo genial: fue la semana de mi vida", le confesó Tsitsipas a ATP Uncovered.
Con el objetivo de poner en contexto tamañas declaraciones, uno debe hacer echar la vista atrás y comprobar a qué nombres pasó por encima Stefanos. El griego ha tenido otras grandes actuaciones, en especial su victoria en las ATP Finals de Londres, pero la sensación especial de dejar tu primera gran huella en circuito quizás lo eclipse todo. Y es que todo comenzó cuando Tsitsipas derrotó en segunda ronda a Dominic Thiem, #8 del mundo y su verdugo en Roland Garros aquella temporada. El partido, alejado de las pistas principales, no causó una gran impresión. El primer batacazo vendría después.
Novak Djokovic empezaba a establecer una nueva ola de dominio en el circuito. Tras reconquistar Wimbledon y dar comienzo con ello una meteórica ascensión en el ranking, el serbio se presentaba como una amenaza que no estaba bien representada por lo que dictaba el ranking (cabeza de serie #10). Sin embargo, Tsitsipas no se dejó amedrentar y puso en práctica todo su arsenal de golpes para incomodar al serbio. Utilizó con astucia el revés cortado, atacó la red cuantas veces pudo y, sobre todo, dio un clinic al servicio (83% de puntos ganados con el primer servicio, solo tuvo que salvar dos bolas de break) para desesperar a Novak.
Una reñida victoria en tres sets (6-3, 6-7(5), 6-3) daba al griego su billete hacia los cuartos de final. "En el punto de partido no me creía lo que acababa de conseguir. Fue una de mis mejores victorias". En la siguiente ronda aguardaba su verdugo hace solo unas semanas. Sascha Zverev y Stefanos empezaban a poner los pilares de una de las rivalidades del futuro, y el desarrollo de este partido añadió tensión a la relación entre ambos. Bajo el embrujo de una grada volcada con él, Stef remontó un 3-6 y 3-5 en contra para alcanzar las semifinales, llevando al límite al alemán en el terreno mental.
"Siempre seguía creyendo que podía hacerlo. Cuando volví a igualar el partido, parecía que nada podía pararme". Una máxima que también Tsitsipas aplicó a las semifinales, en lo que para él era territorio absolutamente desconocido. En el tie-break final del tercer set, Kevin Anderson tuvo bola de partido para acabar con el cuento de hadas del griego. La respuesta de Stef fue clara: golpe ganador de revés y remontada para alcanzar la final. Allí esperaba Rafael Nadal.
"Ya había perdido contra Nadal en Barcelona, y no es fácil volver a jugar una final contra él. Estuve un poco nervioso, pensando demasiado, cosa que no me había ocurrido en los partidos anteriores". Incluso en la derrota Tsitsipas siguó mostrando su tenacidad y su espíritu competitivo: Nadal sacó para cerrar cómodamente el duelo con 5-4 en el segundo set, pero Stefanos emergió para darle la vuelta a la tortilla. Llegó a tener bola de set en el tie-break del segundo set, pero la tarea era gigante y la jerarquía de Nadal se acabó imponiendo.
Aquella semana no solo Tsitsipas se presentó al mundo como uno de los grandes nombres de presente y futuro: rompió una estadística sencillamente increíble. El griego se convirtió en el tenista más joven en vencer a cuatro top-10 en un único torneo desde que en 1990 se estableció el ATP Tour y se contabilizaron las estadísticas. Thiem, Zverev, Djokovic y Anderson cayeron ante la energía del joven griego, que poco después conquistaría su primera corona ATP en Estocolmo. Su camino solo acababa de empezar, y es que Stefanos siempre recordará Canadá como un lugar fetiche.