
Es de sobra conocida la historia de Taylor Townsend dentro del circuito profesional. Una mujer cargada de talento que, a ojos de terceros, era demasiado diferente a las demás. Su figura nunca fue tan atlética como las del resto de chicas, un hecho que provocó rechazo en según qué entrenadores o academias. Muchos dudaron que pudiera convertirse en profesional, pero todos se equivocaron. También se equivocó la USTA al no querer ayudarla en su época junior, igual que se equivocó su madre manipulando sus ingresos a su antojo. A día de hoy, se siguen equivocando todas aquellas personas que le dan un trato racista debido a su color de piel. ¿Se puede llegar a meta con todos estos obstáculos en el camino? En una entrevista con Telegraph, la estadounidense confirma que sí.
Empezaremos por lo último, los episodios de racismo, aunque quizá sea este uno de los males que mayor tiempo lleva arrastrando la humanidad. Townsend, pese a pertenecer a una disciplina repleta de privilegios, también sufre de vez en cuando episodios lamentables. “En los torneos, por ejemplo, lo normal es que el jugador entre y nadie te detenga. En mi caso, cuando entro caminando siempre hay alguien que tiene que revisar mi bolso, revisar mi credencial, revisar la bola de mi entrenador, revisar la credencial de mi entrenador, etc. Pero entiendo perfectamente que se trata de seguridad, precauciones adicionales que deben tomarse para asegurarse de que pertenezco a este mundo”, señala la de Chicago con cierto dolor.
“Esta es nuestra realidad y sucede todo el tiempo, semana tras semana, no importa si el torneo que juego sea en Estados Unidos o sea en el extranjero, da lo mismo. Tampoco creo que esto vaya a cambiar aunque, con suerte, estas protestas recientes del #BlackLivesMatter ayuden a crear conciencia y espacios para que la gente se siente a dialogar”, valora la actual Nº73 del mundo, una de las 16 tenistas estadounidenses que aparecen estos días entre las cien mejores del ranking.
Como bien dice Taylor, los problemas llegan independientemente del lugar, incluso en Estados Unidos. Muchos recordarán aquel 2012 donde, pese a ser la mejor junior estadounidense, la USTA le negó una WC para el US Open Junior debido a su apariencia física, hasta el propio Patrick McEnroe salió alegando que lo hacían porque estaban preocupados por su salud. “Ha sido un largo camino hasta llegar aquí, demasiados enemigos han salido a mi paso. Tampoco quiero decir que tengo una mala relación con la USTA, o que les guardo cierto rencor, al fin y al cabo es un organismo que ha evolucionado mucho en los últimos años, ahora tratan de ser más inclusivos. Sería absurdo negarles ahora la ayuda que pretendan darme por algo que sucedió hace ocho años”, sostiene una persona que si de algo sabe hacer es de perdonar.
Tampoco su madre se lo puso fácil, manipulando sus ingresos durante los primeros años de su carrera sin consultar a nadie y siempre a favor de su propio beneficio. “En ese momento era menor de edad, por lo que jamás hubiera pensado que mi madre estaba haciendo alguna cosa que no fuera ética o correcta. Sin embargo, a medida que fui creciendo y comencé a involucrarme más en mis negocios, descubrí ciertas cosas que no esperaba. En ese momento la llamé y le dije que la perdonaba, para mi salud mental era mejor dejarlo pasar y seguir adelante. Ahora no hablamos, no me gustan sus formas. Por suerte mi padre es genial, él sí respeta los límites”.
Ya lo han visto, pocos tenistas habrán tenido más barreras que saltar que Taylor Townsend. Por suerte, el talento y el trabajo siempre acaban triunfando. Por ejemplo, en el US Open del año pasado, donde alcanzó por primera vez una segunda semana de Grand Slam dejando en el camino a Simona Halep. “Ese torneo me hizo ganar muchos seguidores, descubrí que mucha gente me admiraba, fue una experiencia muy refrescante. Estaba jugando en el modo que sabía que podía jugar, pero me había alejado demasiado en los últimos años. Es bonito que la gente te reconozca y lo disfrute, fue una sensación diferente. La clave está en disfrutar tanto de los éxitos como de las malas rachas, por eso intento aceptar las cosas que me hacen única y especial”.