
Hace no mucho tiempo, Rafael Nadal era solo un joven con pantalones pirata, camisetas sin mangas y cara de niño que trataba de abrirse paso en la jungla del circuito profesional. Conocido por ser familiar de Miguel Ángel Nadal y por una brillante carrera como junior, nadie sabía si aquel nivel podría trasladarse al circuito profesional. Pocos ahora pueden dudar de su figura, pero en 2003, Álex Corretja pudo comprobar en sus carnes que aquel joven mallorquín venía como un huracán, arrasando con todo. Le venció en segunda ronda de aquella edición del Trofeo Conde de Godó. Desde aquel entonces, Nadal estableció un imperio que no volvió a verse frenado hasta el año 2014 por Nicolás Almagro.
“Recuerdo perfectamente ese partido porque Rafa la semana anterior ganó a Albert Costa en Monte Carlo y eso nos alertó a todos. Nos habían hablado mucho de él, que tenía muy buen ritmo. Yo había entrenado con él en una ocasión y ya me había dado cuenta de que golpeaba a la pelota muy fuerte, con mucha intensidad”, decía Corretja al rememorar el duelo.
Aquel partido fue todo un sube y baja de emociones, pero muy rico en matices tácticos y una buena lección didáctica acerca de las grandes fortalezas de Nadal a esas alturas de su carrera. Los tres primeros juegos hacían ver que aquel Rafa había salido algo nervioso a la pista. Algo lógico, por otra parte, ya que era su primer duelo en la Pista Central del Real Club de Tenis Barcelona. Corretja imprimía el enorme peso de su bola cruzada y sin complicarse mucho la vida estableció la primera ventaja del partido.
Con 0-3 y 0-15, Rafa conectó su primer winner de revés cruzado. Aquello pareció reactivar su tenis, que ya mostraba maneras en cuanto a concentración y saber añadir una marcha más al duelo cuando la situación lo requería. El revés de Nadal empezó a hacerse más sólido, inclinando los largos intercambios desde el fondo hacia el lado de su drive, que ya hacía muchísimo daño.
Una de las claves de ese primer set fue la derecha paralela, que ya en aquel momento le corría una auténtica barbaridad a Nadal. Fue el golpe que lo sacaba de posibles apuros y que aumentó la desconfianza de Corretja, que cortocircuitó mentalmente y dejó ir seis juegos seguidos a pesar de salvar hasta siete pelotas de set.
Álex empezó el segundo set de forma totalmente distinta ya desde el primer juego. Cambió la mentalidad y empezó a meterse más en pista con el revés, tratando de ser él quien dominase y dejar de ir tan a rebufo de los golpes de Rafa. Mejor aumentar la lista de errores no forzados por ese lado que a la hora de atacar con el drive, ciertamente.
O eso parecía… fue un visto y no visto, ya que Nadal consiguió su cuarto break consecutivo en el siguiente juego, con Álex soltando un grito de rabia que denostaba su frustración al jugar contra Rafa. La derecha paralela seguía corriéndole una barbaridad a Nadal, poniendo en aprietos a Corretja cada vez que aceleraba por ese lado y restableciendo una nueva ventaja en el marcador para comenzar el segundo set.
Los dos siguientes juegos hicieron ver que, eso sí, Corretja había vuelto a la cancha. Tirando de jerarquía el catalán consiguió un nuevo break, gracias, sobre todo, a empezar a lanzarse con el revés, tomando la bola mucho antes y metiéndose en pista. Esa fue la clave para cambiar, sobre todo, la dinámica del duelo. La derecha de Rafa se fue haciendo cada vez más dócil, ya que Álex no se dejaba intimidar y cogía el revés mientras subía en vez de echarlo hacia atrás. El doble break rubricó un plan impecable: con el revés neutralizaba la posición ofensiva de Rafa, esperando a coger una bola corta para invertirse de derecha y lanzar una bola con mucho peso para acabar los puntos. Así lo acreditó su lista de ganadores, con 19 winners y 13 errores no forzados por los solamente 3 golpes definitivos de Rafa.
Nadal empezó el tercer set muy fallón con su derecha, desinflándose fruto de la dinámica favorable a Corretja. A pesar de salvar tres bolas de break seguidas, los dos siguientes puntos fueron dos errores no forzados por el lado del revés que escenificaron el bajón en consistencia de su tenis. A partir de ahí solo existió un jugador en la pista. Eso sí, si algo puede presumir el Nadal de 16 años es que no se dejó ir en ningún momento, estirando varios juegos al servicio de Corretja, peleando por despojarse del látigo que empezaba a suponer la derecha de su rival.
“Creo que ese partido lo empezamos los dos bastante tensos. Me ganó el primer set y a partir de ahí yo tiré de experiencia, que es lo único que tenía mejor que él. Pude superarlo, pero ya me di cuenta de que venía alguien muy fuerte”. El 6-1 del set decisivo no refleja, quizás, lo igualado del juego y del partido en general. Hablamos de un Nadal que venía de jugar torneos Challenger, y que a pesar de triunfar en ellos aún tenía un kilometraje muy reducido en el circuito ATP. Aún y con todo, plantó cara a todo un top-20 curtido en arcilla, haciendo gala de una derecha paralela descomunal y poniendo en juego un despliegue de físico y entrega inusual para un joven de 16 años.
“Tenía una mentalidad muy ganadora y una intensidad en sus golpes que no era usual para alguien de su edad. Puedo disfrutar de ese partido diciendo que gané, pero me hubiera cambiado por Rafa, hubiese preferido perder aquel partido y tener el 10% de su carrera (risas)”. Llevar su saque y su revés a varios niveles por encima, además de ganar el triple de peso y fuerza en sus golpes, acabó llevando a Nadal a ser un jugador de leyenda. Sin embargo, aquel día ya dejó entrever que su camino era claro y limpio al éxito. A buen seguro que Corretja lo recuerda, pues ambos dejaron un pedacito de la historia del tenis español aquel día soleado en Barcelona.