Novak Djokovic ganó su primer Roland Garros no sin dificultad en el arranque. El serbio entró en la historia suprema del deporte con una victoria a la postre incontestable, de número 1 y dominador del circuito. Repasamos las claves que llevaron a Nole a completar hoy el Career Grand Slam y a celebrar bajo el cielo de París su triunfo más anhelado.
- Reacción de campeón
Murray salió con la lección aprendida y recitada al dedillo. Iba a ser agresivo desde la primera pelota, aprovechando la posible tensión y nervios del campeón balcánico. Y asi fue. Un primer set que evidenció los problemas que tuvo Nole en la primera manga, cometiendo muchísimos errores con su derecha y con números muy pobres al servicio, tanto en velocidad como en puntos ganados con el segundo. Desde los últimos juegos del primer set y sobre todo, desde el inicio del segundo, Novak comenzó a mover las piernas, a liberarlas de tensión tras caer en el parcial de apertura. Desde ahí, inercia diferente. Dominio total.
- Consistencia en los tres parciales siguientes
Novak consiguió reducir sus errores, acivando las piernas, pasando las primeras dos bolas de cada punto, defendiendo a las mil maravillas y pasando a dominar con su insuperable ritmo de bola. En cada uno de los tres últimos sets, Novak dibujó más winners que no forzados. Y sin llegar nunca a los dobles dígitos en no forzados, en tierra batida suele conllevar una hoja de servicios de campeón. El ritmo de su juego rozó la perfección en varios compases del choque.
- Variedad total con el revés
Aunque la derecha y la suturación de la herida que ese golpe traía de la primera manga le dio mucha calma a su juego, fue el revés el que dio a Nole el dominio completo del partido. Tanto en aceleración como en consistencia y direcciones, el revés construyó infinidad de puntos. Con todo tipo de ángulos, profundidades y líneas. Un golpe sensacional, recuperado en el momento más importante.
- Actitud y mentalidad
Las cosas no salían en la primera manga, pero Nole respiró profundo. Mostró serenidad ante una situación complicada, que podría haberle creado muchas dudas y recuerdos de las otras tres finales jugadas. No fue así. El número 1 tranquilizó su posible ira, pensó en positivo y supo reconocer los nervios y los errores que debía atajar. Desde ahí, su equilibrio fue medio título. Una mentalidad de auténtico crack.