Wawrinka se corona en Australia

Stanislas Wawrinka consiguió su primer Grand Slam al derrotar a Rafa Nadal en la Rod Laver Arena. La final tuvo de todo. Lesiones, nervios y emoción. <

Stanislas Wawrinka derrotó a Rafael Nadal 6-3, 6-2, 3-6 y 6-3 en la final del Australian Open. El suizo consiguió su primer Grand Slam de su carrera jugando un tenis fabuloso a lo largo de todo el torneo. Nadal, por su parte, no pudo encontrar su juego debido a unos problemas físicos en la espalda. Con la victoria de hoy, Wawrinka se convierte en el mejor suizo del ránking superando a Federer y escala a la tercera posición.

Wawrinka salió en tromba. Un absoluto huracán suizo. Sin ningún rastro de nervios y sin dejarse influenciar por el escenario ni por el hecho de estar jugando su primera final de Grand Slam y ante el número uno del mundo, desplegó su mejor versión.

En el primer set, no tenía una raqueta en la mano. Jugaba con una ametralladora. Pegaba de derecha, de revés, conectaba saques directos y se iba a cerrar los puntos a la red. Un auténtico recital suizo. Ganó el 100% de los puntos disputados con su primer saque, el 100% de los puntos cuando caminó hacia la cinta divisoria y conectó 12 tiros ganadores.

Wawrinka estaba encendido. Agobiaba a Nadal que no encontraba su sitio en la pista. Estaba anulado completamente por el violento juego de su rival. No tenía buenas sensaciones propias y el suizo no ayudaba a que las encontrara. Estaba algo parado, jugando muy a la defensiva y por detrás de la línea de fondo. En poco más de media hora se metió el primer set en el bolsillo por 6-3.

En el segundo set, Wawrinka seguía rompiendo esquemas a Nadal. Logro quebrarle el saque de entrada al número uno del mundo y mantener el suyo. Pero llegó el antes y después en el partido.

Rafa Nadal tras un intercambio se agachó, utilizó la raqueta como bastón, apretó los dientes, bajó la cabeza y cerró los ojos. El dolor se le había metido en el cuerpo. Se tocó la espalda y empezaron las dudas.

Nadal pidió la atención médica y se marchó al vestuario a tratarse. En esos tres minutos pasó de todo. Wawrinka se enzarzó con el juez de silla. El suizo le pedía explicaciones de lo que estaba sucediendo. Quería saber por qué motivo el número uno del mundo estaba en el vestuario. Wawrinka no las recibía y tuvo que venir un superior a calmarlo.

El público comenzó a involucrarse más y recibió con pitidos a Nadal tras saltar nuevamente a la Rod Laver Arena. El rostro de Nadal era un fiel reflejo de lo que estaba sufriendo. Lagrimoso y serio no podía aguantar el dolor en la espalda.

Conectaba primeros servicios a 120 kilómetros por hora. Era incapaz de servir, de arquearse, de flexionar y de moverse con normalidad. La imagen de Nadal en los cambios de lados, en la silla cabizbajo, era desoladora. El mallorquín lloraba pero resistía. No quería abandonar. Aún sin moverse dentro de la pista continuaba con el partido.

Wawrinka se metió el segundo set en el bolsillo. Nadal era puro sufrimiento. Parecía que se rendía. Pero el mismo suizo le dio algo de vida.

Con dos sets a cero a favor a Wawrinka le entraron todas las dudas del universo. Los nervios se apoderaron de él.

El tercer set fue un gran reflejo que nunca es fácil jugar contra un rival lesionado. Nadal hizo que la cabeza de Wawrinka se concentrara más en el propio Rafa que no en su tenis. Bajó la intensidad de sus golpes.

No lograba pegar con potencia. No encontraba los tiros ganadores aún teniendo del otro lado a un Nadal que no corría a las pelotas. Apenas podía moverse y el suizo cometió todos los fallos que no había conectado durante todo el partido.

Nadal veía el miedo escénico en su rival y esto fue el motivo de peso por el cual siguió compitiendo. El mallorquín cambió su estilo de juego. Los puntos eran dos o tres tiros. Con la imposibilidad de moverse y desplazarse, tocaba arriesgar.

Nadal quería que le pesara la situación a Wawrinka de estar en su primera final de Grand Slam dos sets a cero y con el rival mermado físicamente. Y así fue.

Wawrinka se metió en una laguna mental pocas veces vista en el tenis. Le dio vida a Nadal. Le regaló toda la fuerza que necesitaba para no abandonar. Wawrinka tiró el set y se lo entregó en bandeja a Rafa.

Se estaba viendo una situación totalmente surrealista. Nadal sin poder moverse y sacando entre 120 y 150 kilómetros por hora estaba metido en el partido.

Wawrinka solo en el tercera manga cometió los mismos errores no forzados (20) que entre el primer y segundo set. El encuentro parecía que no estaba acabado.

Sin embargo en el cuarto set, Wawrinka volvía a amigarse con su tenis y su cabeza. Estaba ante la oportunidad de su vida. A tan solo un set de conseguir su primer grande. Gesticuló menos, habló menos y se focalizó en su tenis.

Nadal seguía luchando de la manera que el físico se lo permitía. No dejaba de trabajar pero Wawrinka fue superior. Rompió el saque y a la hora de cerrar el partido no dudó. Así ganaba su primer Grand Slam de su carrera deportiva.

De esta manera Rafa Nadal no puede igualar a Pete Sampras en número de majors y se queda sin ser el único tenista de la Era Open en ganar al menos dos veces los cuatro grandes.

Wawrika se lleva un merecido premio a su casa. El suizo ha hecho una progresión formidable en los últimos meses de la mano de su entrenador Magnus Norman. Wawrinka escala al número tres del ranking mundial y se convierte en el mejor suizo en la actualidad. Hoy, Stanislas se hizo grande.

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