"Sé que el partido contra Stricker va a marcar un antes y un después en mi carrera"

Puntodebreak se sienta con Pablo Llamas, perla del tenis español, para hablar de su camino, su evolución y sus sueños. "Lo he dejado todo por el tenis".

Carlos Navarro | 18 Sep 2023 | 20.43
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Pablo Llamas. Fuente: Manuel Jesús Pérez (@comunican2svq)
Pablo Llamas. Fuente: Manuel Jesús Pérez (@comunican2svq)

Pablo Llamas está muy cerca de cumplir los 21 años y ya asoma la cabeza en la élite del circuito. El jerezano brilla con luz propia entre los mejores y se sienta con Puntodebreak para repasar su camino hasta el día de hoy, combinando algunos momentos dramáticos con otros de euforia y amor por este deporte.

Fuera de los cincuenta mejores del mundo, el tenis está repleto de historias maravillosas. De sacrificios que solo el propio jugador conoce, de relatos casi de fantasía que se materializan para alegría (y, a veces, decepción) de muchos. Y en el tenis español, más allá de Rafael Nadal o Carlos Alcaraz, estas historias también existen. No sé si Pablo Llamas Ruiz (13 de octubre de 2002, Jerez) alcanzará algún día tal nivel de fama y reconocimiento, pero si hay algo que no se puede negar es que ha sido capaz de levantar todos los obstáculos que se han puesto en su camino. Quien compartiese pistas y generación con Carlitos, ahora se ve inmerso en la batalla individual cuerpo a cuerpo, física y mental, en la que se convierte el tenis de élite... y no le está yendo nada mal.

Porque si dentro de la pista Pablo es una caja de sorpresas (posee todos los golpes en su arsenal, es capaz de cambiar ritmos y alturas con una facilidad pasmosa, está construyendo un instinto killer que le hace aún más peligroso y conserva ese desparpajo e irreverencia que bien podría atribuirse a su juventud), fuera de ella me encuentro a un tipo elocuente, humilde, cercano y que ni mucho menos se expresa como lo que, en el fondo, todavía es: un adolescente. Claro, un adolescente que se marchó de casa a los 15 años, que lo apostó todo por el tenis y que poco a poco recoge los frutos de una apuesta tan ilusionante como, en muchos casos arriesgada. Tras un 2023 en el que ganó su primer Challenger (en el mítico El Espinar), su primer partido ATP (en Lyon) y pisó por primera vez las previas de Grand Slam (inolvidable su duelo de US Open 2023 ante Dominic Stricker) Pablo se sienta, en exclusiva, con Puntodebreak... para que él mismo relate una historia que no dejará a nadie indiferente.

CN: Pablo, ya que la cosa va de entrevistas hoy. ¿Estás teniendo más entrevistas esta temporada o cuando ganaste la Orange Bowl con 16 añitos?

PL: Sinceramente, este año ha sido de los que menos entrevistas he recibido en mi vida...

Cuando ha sido tu año de mayor crecimiento.

Cuando ha sido el año que más “lo he petado”. Yo, sentado con alguien para charlar, seguro que esta es la primera que hago.

Cuéntale a la gente cuáles son tus inicios en el tenis y tu camino en este deporte.

Empecé en el Club Nazaré, en Jerez, mi ciudad, desde los 4 añitos hasta los 15. Entonces sentí que necesitaba dar un cambio, que cada entreno que hiciera me sumara mucho. Las circunstancias que se daban no eran ideales para mí y decidimos, mis entrenadores y yo, irnos para Jávea. Desde los 15 hasta los 19 he estado allí. Toda mi infancia la he pasado en Jávea. Es un sitio estupendo, os lo recomiendo para ir (risas), el pueblo es superbonito, al lado de la playa, todo es precioso. A los 19, por otras circunstancias, me vine aquí, a Andalucía. Estaba buscando un entrenador por aquí cerca: al estar tan lejos de mi familia desde tan chico, quería estar un poco más cerca, ver cómo me iba, ver si las circunstancias que se daban eran las idóneas. Encontré a Agustín Boje, y desde septiembre de 2021, si no me equivoco, empecé con él hasta el día de hoy.

Hablabas de pasar mucho tiempo fuera de casa. Se te ve un chico bastante maduro, fortalecido por una experiencia así.

Siempre lo digo: irte de tu casa tan joven te hace vivir experiencias que otras personas no viven. Me metí en una casa con 15 años a vivir, a hacerme la comida, a tender la ropa, lavar los platos… a hacer todo lo que, en teoría, hace tu padre o tu madre en casa. Todo eso con 15 años, a 8 horas en coche de tu casa. Piensas: ‘Madre mía, esto qué es’.

Y súmale todas las horas que echas en pista.

Correcto. Y ahora llega a tu casa reventado y ponte a hacer de comer, ponte a fregar, ponte a hacer la compra, carga bolsas del Mercadona andando… pero todo eso te suma, sabes cuál es el sacrificio y sufrimiento de ser tenista.

Había mucho sacrificio, pero esa época de junior es de mucho éxito: conquistas la Orange Bowl, el Mundial Sub-16 y luego la Copa Davis junior. Hay que ser muy fuerte mentalmente para gestionar todo eso.

Es algo que siempre tengo: a los éxitos les doy la importancia que tienen, pero no voy más allá. No quiero hablar antes de tiempo, pero te pongo el ejemplo de ganar el Challenger de Segovia: yo sé que he ganado un Challenger… pero ya está. He ganado, hay que seguir entrenando, no miro atrás.

Dentro de estos tres éxitos, seguramente por el que más se habló de ti fue por el de la Orange Bowl.

Seguramente, sí...

Pero aquí en Sevilla hemos juntado a Mario González contigo. Solo nos falta Carlos Alcaraz de ese equipo que ganó la Copa Davis junior en 2018. No sé si en aquel momento tú te veías a la par que Alcaraz o Mario, o pensabas que…

En ese mismo instante, y te hablo de ese torneo, yo veía que a nivel individual estaba por debajo tanto de Mario como de Carlos. El capitán no me ponía en individual, pero estaba tranquilo y contento porque sabía que ambos se merecían jugar antes que yo. Está claro que a Alcaraz se le veía ese plus. Yo recordaré siempre el partido que se marcó contra Musetti: recuerdo verlo desde fuera y pensar: ‘¿Esto qué es?’ Yo flipé, no me creía lo que veía. Jamás he visto un nivel tan alto a esa edad. Yo ya veía a Carlos, había jugado y entrenado con él, pero cuando tocó dar ese salto, midiéndose ante Italia y un Musetti que, sobre el papel, era de los mejores… incluso Carlos era un año menor, que a esas edades se nota una barbaridad. No me lo podía creer. Ahí yo dije: ‘Ya he visto todo lo que tenía que ver’. Ahí sí que se notaba que Carlos tenía “eso más”, en todos los aspectos, que te hacía pensar que es un superclase.

Eso de que Carlos acapare todos los focos… ¿te gustaría estar ahí, compartiéndolos, o así es mejor para crecer a la sombra, más tranquilo?

Me ha venido bien en ese sentido, la gente se centra a full en Alcaraz y, para mí, no le da importancia a todo lo que viene por detrás. Te pongo el ejemplo de Davidovich: está el #21 del mundo con 24 años… ¡lo que es eso! Eso es una barbaridad, y la gente no lo valora. Yo leo Twitter y veo que la gente no lo valora. Felix Auger (Aliassime), por ejemplo. Ha estado el top-10 del mundo y le han caído unas críticas… tiene 24 años y está el #15 del mundo, ¿cuánta gente logra eso? A nivel español me ha venido bien, está claro, no hay tanto ruido. “Tiene 20 años y está 140 del mundo, tampoco es tanto”, la gente podría decir eso, pero ahí no se puede hacer nada.

Te voy a preguntar por tu transición de los juniors al profesionalismo. Has llegado aquí yendo poco a poco, sabedor de lo duro que puede ser entrar de lleno al circuito.

Siempre me acordaré de esto: llegué a la Academia de Ferrer, el primer año, y me dijeron que iba a ser junior. No sabía qué era eso, te lo juro. No sabía cómo se jugaba Roland Garros junior, cómo se llegaba ahí… no tenía ni idea. Nadie me había enseñado nada. Me explicaron que tenía que jugar los ITF Grado 5, Grado 4, que iba subiendo si ganaba, y que 100 mejores iban a los Grand Slam. En mis dos primeros torneos juniors perdí en primera ronda y pensé: ‘¿Esto qué es?’ Me tocó entrenar más, confiar en mí. Elegí bien los torneos a los que ir, cuidé la comunicación con mi entrenador, aprendí mucho de él y le hice mucho caso. Eso me llevó a dar un salto más: en la Academia, además, había un grupo de 13 o 14 personas que era brutal, y, quieras o no, compartir el día a día y entrenar con esa gente te hace subir el nivel.

Entonces, llegaron varios Grado 2 en Valencia, y casi sin quererlo hice campeón, campeón y semifinales. Benicarló, Vinarós y Villena, si no recuerdo mal. Ahí dije: ‘Madre mía, estoy ahí al lado de los Grand Slams’. Pues nada, a por ellos. Eso me hizo confiar más, subir mi nivel. Entré en los Futures luego, di el siguiente paso y lo llevé bastante bien, me adapté bastante rápido. Tenía 18 años recién cumplidos, aunque te hablo de memoria, y ya gané mi primer Futures en Murcia. Eso fue un subidón y, a la vez, la semana siguiente me vine abajo: llegó el COVID y me tocó encerrarme en mi casa...

Lo recuerdo. Llegó el COVID justo en esa época de transición al profesionalismo para toda vuestra generación: toca volver a arrancar, partidos sin nadie en las gradas, pocas oportunidades para jugar… podría decirse que a tu generación le tocó lo peor.

Esos dos años, desde 2020 hasta finales de 2021, pegué un bajón extremo en todos los aspectos. Todos. Preparación física, tenística, las ganas de jugar… todo. Pasaron ciertas circunstancias y todo fue para abajo. Ahí decidí dar un cambio, veía que donde yo estaba no iban por ahí los tiros. Me vine aquí casi pensando que no quería jugar al tenis, con muchos pensamientos en la cabeza. Estaba muy mal mentalmente por todo lo que pasaba, pero llegué aquí y tanto Agustín Boje como Juan Pablo Cañas, que es quien hizo que viniera aquí, me ayudaron muchísimo. Empecé de cero, la Federación me ayudó muchísimo, tiré para arriba poco a poco y ahora estoy aquí.

Antes de hablar de todo lo que ha pasado este año, que es mucho. Leía una entrevista, de hace varios años, en la que te definías como “un jugador que se adapta a cómo juega el rival”. ¿Lo mantienes a día de hoy?

Sí, lo mantengo. Eso sí, antes jugaba… sin saber a lo que jugaba (risas). Antes me jugaba una bola y no sabía dónde la iba a tirar, en ese milisegundo tomaba la decisión. Ahora llevo un patrón de juego que debo seguir: sé a dónde tirar cada bola, mi mente ya es consciente de que si la bola viene aquí, la tengo que tirar allí; si me tiras allí, yo te la tengo que tirar aquí para que luego me venga de esta manera… ya entiendo el tenis, sé lo que es jugar al tenis. No obstante, si veo que mi rival está resolviendo bien ese patrón y le viene bien, yo tengo la capacidad de ir para otro lado. Quieras o no, eso es lo que sigo, soy capaz de adaptarme bien a lo que me proponga el rival.

Empezaste el año fuera del top-300. Siete meses después, estás dentro del top-150. ¿Cómo lo explicamos?

No me lo explico ni yo (risas). De verdad. Este año no daba un duro por mí, por cómo empecé la pretemporada. Yo acabé la temporada pasada en Maspalomas, en el Challenger. Me tiré una semana de vacaciones, fui a empezar la pretemporada y me fastidié el pubis. No podía correr. En plena pretemporada, ojo, que es cuando tienes que hincharte a hacer trabajo de resistencia. Cero resistencia, cero ejercicios de sentadillas… cuando estás el #300 del mundo, si quieres dar el siguiente paso el nivel físico se nota una barbaridad. Era lo que más tenía que mejorar, y me dije: ‘Va, esta pretemporada voy a hacerlo’... y me pasa todo esto. Necesitaba mejorar el saque (y todavía lo necesito) muchísimo… estuve un mes y medio sin poder sacar.

Es decir, todas las áreas en las que tenías que mejorar…

Lesionadas. Recuerdo estar en la cama tumbado con un dolor de locos. Eso te hace más fuerte en todos los aspectos y valoras más las cosas a día de hoy. Estoy contento por todo lo que me ha pasado.

Hablabas de mejorar el saque, pero diría que en tu tenis ha habido una evolución tremenda, sobre todo en los golpes de ataque y especialmente en tu derecha. Quizás por no poder trabajar en esas otras áreas, te decidiste más a subir varios niveles en esos aspectos.

Apenas podía meterme en pista. Si lo hacía, eran 40 o 45 minutos y no de mucha intensidad. Todo empezó en febrero, en el Challenger de Tenerife. Me acuerdo que me puse una semana malo por aquel entonces, después de todo lo que me había pasado fui y me puse malo, que sepas que me llaman ‘El Pupitas’ (risas). Venía con el codo tocado, de hecho a principio de año jugaba con una manga de compresión; estaba mal del pubis y, encima, me puse malo, pegaba dos carreras y no podía más. Tuve la suerte, entre comillas, de que Taberner se me retiró en primera ronda. En segunda ronda, Rodríguez Taverna estaba un poco tocado también, gané el primer set y se retiró. Lo que viene ahora lo tengo guardado en mi memoria, no se me olvida: jugué cuartos contra Matteo Gigante, 4-2 para él… y no podía con mi vida. Una sensación de ahogo… no podía. Era lo normal, apenas había trabajado… pero ojo, primer torneo de Challenger del año y hago cuartos de final, y más en pista dura. ‘Venga va, 16 puntos para empezar el año, es como hacer final de un Futures’. Fui avanzando poco a poco…

Y después de perder en 1ª ronda de un Futures en Portugal, hice un cambio en mi vida en todos los aspectos fuera de la pista. Todavía tengo mis despistes, pero me ordené por completo. Me dije: ‘Voy a dejarlo todo, solo me concentro en esto, en el tenis’. A partir de ahí: campeón de un IBP que jugué en mi club, en Nazaré; campeón en Palmanova (Futures en Mallorca), pierdo contra Pedro Martínez en segunda ronda de un Challenger, hago semis de Murcia y pierdo contra Borna Gojo 6-4 en el tercero, en uno de esos partidos que te suman una barbaridad… seguí, hacia arriba, y pasé del 300 y pico al 144 que estoy ahora. Todo eso fue a raíz, llámalo casualidad o no, de ordenarme fuera de la pista y de entrenar mucho más duro, porque mi cuerpo, a día de hoy, me deja. Ahora mismo hago una hora todas las mañanas de ejercicios de pubis, absolutamente todas las mañanas; trabajo la movilidad también una hora y pico…

Ese es el sacrificio que, quizás, el espectador normal no ve.

Hoy he entrenado a las 11; a las 9:30 ya estaba ahí para hacer todos los ejercicios, porque sé que, si no los hago, no puedo jugar al tenis. Yo elijo: o llego una hora y media antes o no juego al tenis, mando yo. Estoy muy contento, porque el cuerpo ahora me está respetando. Toco madera.

Hablabas tú de ese crecimiento y ese cambio de chip. Parece claro que la mayor recompensa que te puede dar es pisar los Grand Slams, empezando por Wimbledon. Leí que apenas te habías podido preparar sobre hierba antes de viajar a Londres, solo en una pista artificial en Utrera…

Correcto. Acabo la temporada de tierra, me voy a la hierba y el pubis notó muchísimo el cambio de superficie. Hice un buen trabajo al entrenar en Utrera, en una pista de hierba artificial. Es como es, pero me sirvió para entrenar las subidas a la red, las bolas bajas y demás. Ir a Wimbledon… ver todo aquello como es… lo que menos gusta de Wimbledon es que la previa se juega en un sitio diferente al del cuadro final, por lo que no ves todo lo que es Wimbledon, pero sabiendo lo que significa Wimbledon para alguien que lo ve desde niño… estoy jugando eso, ¿sabes?

¿Hubo algo que te impactara en especial?

Sinceramente, la organización que llevan. Cuadriculados al detalle. Eso en España… no pasa tanto (risas). Eso es lo que más me impactó.

Hay dos puntos de inflexión, sin lugar a dudas, en tu temporada: el título en el Challenger de Segovia, en El Espinar, y otra que tiene que ver con cierta fase previa de Grand Slam… no sé cuál quieres que te tire primero.

La que tú quieras, elige.

Cronológicamente, primero va Segovia. Llegas allí, sabiendo que la pista dura ‘no es lo tuyo’... no sé cómo explicamos que tu primer título de Challenger sea allí, entonces.

Yo te lo explico muy fácil (risas). Acabé Pozoblanco y perdí en octavos con Alejandro Moro. Si lo hacía bien en Pozoblanco (cuartos, semis o final), creo que no hubiese ido a Segovia…

O sea, que aquella derrota…

Me vino como anillo al dedo, sí. Llamé a mi entrenador y le dije que no quería jugar en pista rápida ni aunque me pagaran (risas). Segovia, altura, mucho más rápido…

- ‘Agus, a Segovia no vamos, ¿no?’

- ‘¿Cómo? Mañana estamos cogiendo el coche para ir para allá’.

- ‘¿En serio?’

- ‘Y tan en serio’.

Vuelvo a Jerez, con un calor infernal. Me duermo en calzoncillos con el aire dándome en la cara: me levanté a las 4 de la mañana temblando, con un dolor de garganta de otro nivel, no sé cuánto de fiebre… médico, antibióticos, y todo esto ya un sábado, el día que nos íbamos. En teoría viajabamos a las 10 de la mañana, acabamos saliendo a las 4 de la tarde, antes no podía. El sábado estuve en la cama, coche y cama. El domingo entrenamos un poco por la mañana, pero fueron 20 minutos sin dar un paso; por la tarde íbamos a entrenar otra vez y le dije a mi entrenador que no podía moverme de la cama. Me llené de antibióticos y el último día antes de debutar ya me encontraba un poco mejor, entrené aceptable por la mañana, al día siguiente jugué y saqué el día y fui enlazando victorias…

Es curioso: de no querer ir, que estuve a un ‘No’ de mi entrenador de no ir, a ir totalmente malo y salir campeón… él (señala a Andrés, su mejor amigo, presente en la entrevista) sabe todo lo que significa ese título para mí, lo que es superar mentalmente una barrera como esa. Antes pisaba una pista dura y sentía pánico, ahora entro y digo: ‘Qué bien’.

Pues fíjate, debe significar mucho más que el primero fuese allí antes que en tierra batida.

Mucho más, pero mucho más. Otro nivel. Yo sé que si me quiero meter top-100, en dura tengo que jugar sí o sí, y mucho más que en tierra. La confianza que me dio para luego jugar el US Open…

Perfecto, hilamos ya con el US Open. Segunda ronda de fase previa, te enfrentas a Dominic Stricker y pierdes 13-11 en el supertiebreak del tercero tras tener una bola de partido, con parón por lluvia en el último momento incluido. Tú cuando ves después que Stricker se ha metido en octavos de final del US Open… ¿qué?

(...) Yo mejor no hablo de eso (risas).

Hombre, estuviste a un punto de ganarle y él acabó llegando a la segunda semana de un Grand Slam. Podrías haber sido tú perfectamente, ¿no?

Claramente lo piensas. En el tenis no existe esa regla de tres, pero piensas que le has competido de tú a tú, que le has puesto contra las cuerdas, a un solo punto… y ves que luego le gana a Popyrin, a Tsitsipas, a Bonzi y ha perdido con Fritz haciéndole mucho partido, que el primer set no se lo lleva de milagro. Ahí piensas… tan lejos no estaremos, ¿no? Yo me alegro muchísimo por él, me cae muy bien, hemos coincidido bastante en los juniors y es muy buen chico. Vi que se enfrentaba en primera ronda contra Popyrin, que ahí pensaba que iba a ganar 100%. Luego se enfrentaba a Tsitsipas… hombre, le puede hacer algo, pero no creo, ¿no? Recuerdo verlo y pensar: ‘No puede ser, no…’ Luego, Bonzi: por el tipo de juego de cada uno, daba favorito a Stricker y se lo acabó llevando en cinco sets. Y ya contra Fritz sí que pensé que no le ganaba, pero no me calló la boca por nada, eh.

Es que vuestro partido, con el parón por lluvia y demás…

Ese partido, en mi cabeza, ha marcado un antes y un después. Soñé cuatro días con ese partido, que lo sepas. No soñar, pero de eso que cierras los ojos para dormir y ese partido se te viene a la mente. Eso jamás me había pasado en la vida. Pensaba: 'Si hubiese hecho esto en ‘x’ bola'… y por dentro me decía: ‘Pablo, no has pensado esto jamás en los 21 años que vas a cumplir ahora, qué haces’. Los últimos puntos los he memorizado como el que se memoriza una serie que le gusta. Cerrar los ojos y que se te venga un partido reciente a la mente, es la primera vez que me pasa en la vida.

Eso te ha hecho tener más hambre que antes.

Mucha más, mucha más.

Vamos con la última. ¿Y si la revancha contra Stricker llega en las NextGen Finals?

Buah. Eso estaría muy, muy chulo. No me gusta hablarlo en el día a día, pero está claro que hablar a veces de las NextGen Finals resulta inevitable. Me viene mi padre, mi hermano, mi amigo, el otro, el otro… no quiero hablarlo pero es imposible no hacerlo. Sé que está ahí, pero sé que si llega será una consecuencia de todo el año. Solo me tengo que centrar en mi temporada, y si de verdad me lo merezco estaré allí; si no me lo merezco, enhorabuena a los otros, que lo han hecho mejor.

Supongo que la última pregunta es la típica acerca de los objetivos. Te la hago más simple: ¿dónde se ve Pablo Llamas el año que viene?

Es lo que siempre digo: yo no hablo de objetivos, solo hablo de que si hago el trabajo diario, todo lo que toca tanto dentro como fuera de la pista, y de verdad me merezco estar top-100, top-50, top-40, lo que llegue a estar… enhorabuena a mí mismo por todo lo que he hecho. Sin embargo, yo no pienso: ‘Buah, el año que viene voy a acabar top-50’. No lo hacemos ni mis entrenadores, ni mi círculo ni yo, solo pensamos en el siguiente torneo. Es lo que llevo haciendo todo este año, eso es todo.

* Fotografías cortesía de Manuel Jesús Pérez (@comunican2svq)