En tan solo 50 minutos de partido, Jessica Pegula se impuso a Liudmilla Samsonova (6-1, 6-0) para levantar el título en el WTA 1000 de Montréal. Una paliza mayúscula donde la estadounidense se aprovechó de los continuos errores de su primeriza rival.
Después de ni se sabe cuántas horas de descanso, Jessica Pegula por fin volvía a la Pista Central del WTA 1000 de Montréal. Fuera bromas, la estadounidense venía con el descanso recomendado, el natural, el habitual dentro del cuadro. La que llegaba algo más tocada era Samosnova, que había disputado su encuentro de semifinales hacía tan solo un par de horas. Ahora es cuando el cronista tira de clásicos y se apoya en esta desventaja para explicar el desenlace de la final. Pues no, no seré yo el que tire por esa vía. Después de ver los primeros juegos del encuentro, la sensación era que la rusa no habría ganado este título ni con todo el descanso del mundo. Básicamente, porque en el casillero de experiencia, la diferencia era abismal.
Solo 21 minutos duró el primer asalto, pero no extrañó a nadie, ya que el estilo de Liudmilla es de los más ofensivos del circuito. Ella sale ahí fuera, dispara y no pregunta. Si la bola entra, festival. Y si no entra, pues ya entrará. Mientras Pegula marcaba un 100% de efectividad con sus puntos de primer saque, al otro lado veíamos a una jugadora sin expresión, sin reacción, casi sin plan para superar a una de las raquetas más sólidas y completas de la WTA. Con un balance de 2-12 en errores no forzados, Samsonova se enfrentaba a los peores presagios posibles, un escenario donde la Nº3 del mundo se mostrara radiante y, en cambio ella, no terminase de encontrarle el truco al partido.
La gran pregunta llegaba ahora: ¿cambiaría algo la rusa en su tenis o apostaría por morir siendo fiel a su estilo? Conociendo a Samsonova, la duda ofende. Por supuesto que, siendo esta su primera final de WTA 1000, por su cabeza solamente pasaba una opción, la de llegar a la meta con sus principios por bandera. O lo que es lo mismo, repartiendo piñas como solo ella sabe. El problema de esto es que así no se ganan los grandes títulos. O mejor dicho, así no se gana a una jugadora como Pegula, a no ser que hagas el partido de tu vida. Obviamente, no fue esta la excepción, así que la rusa puede decir que, en el partido más importante de su carrera, ni siquiera se dio la oportunidad de competir. Una lástima.
UN TÍTULO MUY ESPERADO
No sufrió Jessica en ningún momento, aunque siempre le recordemos su escueto palmarés en la élite. Lo difícil que es llegar a la final de un torneo así y lo sencillo que le resultó a la de Buffalo tirar la última ficha de dominó. Tercer título individual para ella, segundo de WTA 1000 tras el de Guadalajara a finales del curso pasado, además del premio de conservar su lugar en el top3 del ranking mundial, un puesto que habría cedido ante Rybakina de haber perdido este domingo. Todo son buenas noticias para la reina de la regularidad, una mujer que se merece todas las cosas buenas que le pasen. Después de ocho meses de espera, la campeona de Montréal por fin puede celebrar su primera alegría de 2023.