
Cuando el año 2021 dio su pistoletazo de salida, Cameron Norrie era el número #74 del mundo. Es más: no todos los aficionados al tenis habían escuchado el nombre de un tipo que proviene de un entorno multicultural, un jugador que, si bien representa la bandera británica, tiene vínculos con varios países. Partamos de un escenario complejo: Norrie nació en Sudáfrica, hijo de padre escocés y madre galesa, pero se crió en Nueva Zelanda, país al que representó durante su época de junior. De hecho, pocos saben que Norrie ostenta una marca relativamente curiosa: en 2013, el año en el que cambió nacionalidad, jugó para dos países distintos en los Grand Slams: en el Open de Australia fue neozelandés, a partir de Roland Garros fue británico. Sus padres aún viven en el país oceánico y Cameron, justo tras estallar la pandemia, decidió volar allí para quedarse y entrenar en el país kiwi. Ah, y por si fuese poco... sus estudios tuvieron lugar en Estados Unidos, concretamente en la Texas Christian University.
Allí conoció a un tipo absolutamente vital en su progresión como jugador, una persona que ejerce de entrenador pero cuyo vínculo es mucho más profundo, más bien de amistad. Se trata de Facundo Lugones, una de las patas que sustenta una mesa de mucho éxito esta temporada. Norrie pertenece a esa estirpe de jugadores que han elegido una ruta para triunfar: la de maximizar absolutamente todos los recursos que ofrece su juego. No es un jugador que destaque de primeras, con golpes que dejan al rival sentado en el medio de la pista, ni tampoco un mago anárquico que, en base a esa cualidad, acaba por deslumbrar a los espectadores. Cameron es uno de esos tipos que entiende al tenis a la perfección... porque es consciente de que es mucho más importante hacer jugar mal a tu rival antes que rozar la perfección.
No miento si digo que jamás me imaginé que el británico entraría en el top-20. Me parecía un techo demasiado elevado para el tenis que mostraba: un tenista sólido, rápido, con enormes capacidades defensivas, pero con ciertas dificultades para igualar el ritmo de bola de los mejores del mundo. La poca variedad en su derecha, con un armado extraño y una clara tendencia al top-spin, constrataba con un revés que pasa prácticamente a milímetros de la red, un golpe en el que Norrie acompaña y acaricia a la bola en lugar de impactarla (quien haya visto el revés de Mikhail Kukushkin sabrá de qué estoy hablando). No parece la mezcla más exitosa... pero no hay nadie mejor que Norrie para demostrar que estaba equivocado.
Slice a dos manos: Kukushkin vs Norrie -- -- pic.twitter.com/4JNuVUNfol
El Pollo, como cariñosamente lo apoda Facundo, ha llevado esa cultura del esfuerzo hasta el límite para demostrar que, con trabajo, toda barrera es capaz de ser derribada. Lo que era una derecha extraña se ha convertido en una llave inglesa que ataca con mucha más claridad: utiliza el liftado para abrir pista, siempre bien posicionado desde el fondo, y hace uso del paralelo para cerrar el punto. ¿El revés? Una verdadera roca, un golpe que ha ganado en velocidad y rapidez y que pocas veces puede ser derribado. Fue por ese lado de la pista por el que Basilashvili acabó perdiendo la pasada final de Indian Wells 2021: el georgiano lo bombardeó, lo bombardeó y lo volvió a bombardear... pero el revés de Norrie fue absolutamente infranqueable.
Su inteligencia en pista, siendo plenamente consciente de los puntos débiles de los rivales, es posiblemente su mayor cualidad y la que más desapercibida pasa. Un arma de doble filo que provoca que muchos aficionados no den al británico el crédito que su crecimiento merece. 51 victorias en 2021, un registro sencillamente espectacular que se basa en pilares como la regularidad (solo en cuatro torneos cayó derrotado en primera ronda, tres de ellos en la pasada gira norteamericana, donde notó el cansancio de varias semanas consecutivas jugando), las buenas actuaciones en torneos idóneos para sumar puntos, y un constante afán de superación que le ha llevado a derribar la puerta grande de la forma más inesperada posible.
Los Grand Slams, una cuenta pendiente
Podría apuntarse que su único debe y, por tanto, el aspecto donde debe dar el siguiente paso se trata de su rendimiento en Grand Slams. Siendo esto cierto, si uno mira los oponentes que han parado los pies a Cameron, se da cuenta de que se tratan de Rafael Nadal (en Australia y Roland Garros), Roger Federer (Wimbledon) y Carlos Alcaraz (US Open). Más allá de la derrota ante el español, en el único tramo de la temporada donde mostró debilidad... lo demás son momentos totalmente esperados, derrotas que tienen todo el sentido del mundo.
Con la retirada del Big-3, se abre un periodo de transición en el circuito en el que el abanico de candidatos a todo se amplíe. Quizás muchos jugadores deban tomar el ejemplo de Norrie: tesón, esfuerzo, trabajar diferentes escenarios dentro de un partido, un estudio concienzudo de los rivales y añadir pequeños trucos a tu juego que sirvan para, en definitiva, evolucionar, mejorar y explorar tus propios límites. Se abre la veda... y que sean los más trabajadores, aquellos que lo dan todo por el tenis, quienes acumulen galardones. Abran paso al pollo más mejorado del corral.