Si no tienes un buen padrino en el mundo del deporte, no eres nadie. Eso debieron pensar muchos tenistas al inicio de sus carreras, cuando el escollo económico planeaba sobre sus cabezas y se convertía en una preocupación realmente importante. A veces el juego no lo es todo, y las oportunidades se deben intentar aprovechar al máximo. En ocasiones ocurre, sin embargo, que ese apadrinamiento y esa red de contactos pueden hacerte perder el norte. El injusto sistema de invitaciones se convierte, a veces, en una fuente de desigualdad y desventaja competitiva. Que se lo digan a Holger Rune.
La infinita ambición de este joven danés, valiente tanto en la pista como frente a las cámaras y los cuadernos de los periodistas, le ha asegurado un amplio número de invitaciones a lo largo de su corta carrera. Bueno, eso y algún que otro detalle más: su importante cartera de patrocinadores y contactos y, en especial, sus visibles lazos con Patrick Mouratoglou y la Academia de la que dispone en la Costa Azul francesa. El nombre de Holger, campeón de Roland Garros júnior, se convierte en un reclamo para muchos torneos. Entre ellos se encuentra el torneo de Bastad.
Sí, un torneo ATP repartiendo una wildcard (sin ser del mismo país que el agraciado) a alguien que se encuentra fuera del top-200. No solo eso: el torneo de Umag, situado en Croacia, también le ha concedido a Rune una WC, por delante de otros jóvenes talentos de la zona. Sin ir más lejos, hoy Rune perdió en segunda ronda del torneo escandinavo ante Casper Ruud. El resultado en sí no deja de ser lógico, y pedirle más a Holger sería totalmente exacerbado, pero la forma no hace más que resaltar la enorme diferencia de nivel entre la raqueta del danés y la de los habituales del circuito ATP: 6-0, 6-2.
Holger Rune recibió una invitación en siete de los primeros ocho eventos que disputó en 2021. Una tendencia digna de estudio tratándose de un tenista nacido lejos de los centros neurálgicos de este deporte. Sus apariciones en los torneos de primer nivel empezaban a convertirse en la norma y no en la excepción: Rune aparecía en Buenos Aires, Santiago de Chile, Marbella, Montecarlo o Barcelona. Cinco paradas en las que cayó en primera ronda en cuatro de ellas (en la excepción, Santiago, venció para llegar a los cuartos de final a Benoit Paire).
Entre medias, ataques de calambres tras torneos de máxima exigencia que no le permitían tomar fuelle ni en los torneos Challengers. ¿Se estaba exagerando el potencial de Rune y desvirtuando el esfuerzo de muchos gracias a tantísimas invitaciones? ¿No resultaba contraproducente en el desarrollo del jugador nórdico meterlo de lleno en la élite del tenis mundial, compitiendo a un nivel de exigencia lejos de lo que está acostumbrado?
El circuito Challenger, el empujón que necesitaba
Lo cierto es que Rune es un tenista con muchísimo potencial. Eso es indudable. Su caso, de hecho, no hace otra cosa que reivindicar y poner en relieve la importancia de tomar el camino correcto. Ir paso a paso, no quemar etapas en base a sueños grandiosos y prácticas que cuestionan la ética y el esfuerzo de muchos. Rune pareció entender que tocaba bajar un escalón, subir en el ranking abriéndose paso en un territorio, el Challenger, lleno de soñadores y luchadores como él. Una jungla donde nadie regala absolutamente nada.
El balance veraniego de Rune, alejado de previas de Grand Slams o Masters 1000, era sencillamente magnífico. Su primer título a nivel de Challenger (en Biella), su primera final (en Oeiras), una semifinal y dos cuartos de final. A todo ello, súmenle victorias sobre tenistas como Fernando Verdasco, Daniel Altmaier, Marco Trungelliti, Thomas Fabbiano o Malek Jaziri. No son la primera línea del mundo del tenis, pero sí se tratan de jugadores con la suficiente experiencia y conocimiento del circuito como para sacar de sus casillas a un joven con ganas de comerse el mundo. No fue así.
Cuando Rune se despidió del Conde de Godó en primera ronda ocupaba el puesto #323 en el ranking ATP. Meses después, gracias a su magnífico desempeño en el circuito Challenger, roza el top-200 con la yema de los dedos. Así pues, este parece el peor momento para desenterrar un hábito perjudicial, para volver al camino de la fama, de las etapas quemadas sin ningún sentido. No hay mejor prueba de fogueo que el circuito Challenger, algo que Holger debería haber aprendido ya, y los partidos contra nombres como Casper Ruud no harán más sino retrasar su ascenso.
Porque, amigos y amigas, a veces aparecen casos como el de Holger Rune, que ilustran la exigencia de un mundo que no te regala nada, que ponen de manifiesto la necesidad de saber gestionar tu carrera, de saber llevar los tiempos de cocción de las jóvenes promesas. Y más, claro, cuando de por medio entran las injustas invitaciones que se alejan del mérito y el esfuerzo. Aún queda mucho, pero veremos cómo lleva lo que queda de 2021 un Rune que, de momento, hoy volvió a experimentar la sensación de la más rotunda derrota.