Los compañeros de Behind the racquet siguen en busca de historias que nos ayuden a descubrir nuevos perfiles dentro del circuito profesional. A conocer el lado más personal de aquellos jugadores que están ahí cada semana, en cada torneo, cada temporada, aunque no hagan tanto ruido como las grandes estrellas. Esta vez ha sido Natalia Vikhlyantseva la que ha pasado por el confesionario para recordar uno de los momentos más duros de su vida, sus comienzos en el deporte de élite o el aprendizaje que le han dejado sus 23 años de vida. La rusa, que en 2017 estuvo a un paso de tocar el top50, nos revela algunos detalles puntuales que nos muestra su personalidad.
“Con 8 años jugué mi primer torneo. Recuerdo que había otras tres jugadoras en el sorteo y perdí con todas ellas. El resto de jugadoras recibieron regalos el último día; a mí no me dieron nada. Lloré mucho ese día. Mis abuelos intentaron animarme de alguna manera, no esperaban que tuviera una reacción tan intensa, pero era muy joven y todavía no entendía el impacto que podía tener un resultado.
A los 13 años murió mi abuelo, él era una gran pilar en mi vida, además de ser la primera vez que perdía a un ser querido. Fue un momento muy complicado, pero nadie me prestó atención. Durante semanas no quise ni estudiar ni entrenar, no quería saber nada, llegaba a las pistas y les decía a mis padres que estaba enferma y que no podía jugar. Me tomé un descanso de la competición. Esa fue la primera vez que también obtuve malos resultados en el colegio. El jefe de estudios me dijo que debía separarme del tenis para centrarme más en mi formación académica.
Mi madre consideró esta posibilidad de manera real, pero cogí fuerzas de donde no las tenía y le dije que podía afrontar las dos cosas. Mi madre se negó a que tuviera un tutor, aunque es más fácil entender las cosas cuando estudias con alguien de forma independiente. Cuando haces la tarea por tu cuenta, sin embargo, todo se queda en tu cabeza. Ahora voy a la universidad y hablo ruso, francés e inglés. Así que puedo decir que lo que aprendí en la escuela luego me ha servido en la vida.
En el tenis juvenil no hay nadie demasiado bueno, así que nadie espera que ganes. En mi caso preferí darle algo más importancia a los estudios, así que no presté demasiada atención a mi carrera junior. Los padres de otros jugadores jóvenes los presionaban para que practicaran y compitieran mejor, pero mis padres nunca fueron así, siempre estuvieron a mi lado, me dijeron que el tenis era para divertirse. Mis rivales entrenaban dos veces al día, mientras yo apenas jugaba un rato después de la escuela.
Tenía mi propio equilibrio, pero quería pasar más tiempo con mis amigos fuera del mundo del tenis. A ellos les daba igual lo que pasara en las clasificaciones o quién te derrotaba en los Grand Slams Juniors. En la escuela también hablábamos de otras cosas, por eso me gustaba tanto. Con todo, seguí entrenando y compitiendo hasta que gané algunos partidos y conseguí un buen ranking. Se juntó todo. En ese momento aprendí que necesitas encontrarte a ti mismo y nunca rendirte”.