La historia de superación de Thiago Monteiro, el mejor brasileño del ranking
El brasileño explica en una carta abierta cómo bajó a los infiernos tras una lesión y cómo al año siguiente se levantó para firmar la mejor temporada de su vida.


Cada jugador tiene detrás una historia y, por suerte para los lectores, el blog Behind the racquet ha llegado para contarnos aquellas de más difícil acceso. Relatos donde no solo se habla de tenis y la gran dificultad mental que conlleva este deporte, sino también de orígenes complicados, de lesiones que terminan con carreras, de resurrecciones inesperadas en momentos críticos. El camino de Thiago Monteiro hasta la élite es de esos milagros que a veces se producen en el circuito, recorridos repletos de obstáculos que terminan con final feliz. Él mismo se arma de valor para detallar todo lo que pasó hasta llegar aquí.
Pero antes de hablar de tenis, para entender mejor su historia hay que retroceder 26 años, justo hasta su nacimiento. “Soy adoptado. Cuando nací, mi madre se estaba recuperando de un cáncer de mama, pero quería adoptar porque pensaba pensó que yo podría llegar a ser una estrella brillante en su vida. Se lo debo todo a ella”, afirma sobre sus orígenes. “Nunca quise conocer a mis padres biológicos, no lo vi necesario. Mi madre fue quien me crió y nada puede cambiar eso. También soy uno de los primeros jugadores de alto nivel procedentes del norte de Brasil. Vengo de una familia humilde, no pobre, pero tampoco rica. Crecí con mi madre, mi hermano y mis tres hermanas. Nunca conocí a mi padre, ya que mis padres estaban separados, así que no tenemos contacto con él”, añade el de Fortaleza.
Ya el primer capítulo no invita a pensar que la historia de Monteiro puede terminar desembocando en el top100, pero lo hizo. “Al crecer jugaba al tenis y al fútbol. A los 14 años me fui de casa para entrenar a una Academia que estaba a tres horas y media de vuelo desde mi ciudad natal, en el sur de Brasil. Viví allí durante cinco años mientras el tenis pasaba de ser mi hobby a una rutina profesional. Nadie en mi ciudad creía que podía llegar a la cima, pero mi hermano mayor me apoyó mucho durante mi carrera. Recuerdo cómo me llevaba a jugar torneos juniors a distancias de más de diez horas en coche”, valora Monteiro acerca de cada esfuerzo que vio a su alrededor para empujarle hacia su sueño.
Ya cuando por fin se hizo profesional en 2011, el desafío que tenía por delante era el mismo que para cualquier otro, abrirse camino entre los torneos menores para algún día poder pisar los Grand Slams. Sin embargo, hubo una etapa en esa escalera que a punto estuvo de tirarlo para abajo. “En 2015 tuve un punto de partido para superar la Qualy en un Challenger en Eslovaquia. Estaba 9-8 en el tiebreak del tercer set, a un punto de lograr el pase al cuadro final. Corrí a por la bola cuando, de repente, escuché un crujido. El juez de silla detuvo el partido y llamó a una ambulancia. No podía moverme. Fui al hospital y al día siguiente tuve que regresar a Brasil, donde me dijeron que me había roto el ligamento anterior cruzado. Algunos médicos me dijeron que no necesitaba cirugía, pero otros me decían que sí porque querían ganar más dinero. Eso sí: si me operaba, existía la posibilidad de que nunca más pudiera volver a jugar”, subraya Thiago con el dramatismo de la escena. Un momento crítico que hoy recuerda con el alivio de haberlo superado.
“Estuve cuatro meses sin jugar partidos mientras me recuperaba. Perdí todo mi tenis, lo único que sabía hacer. Por primera vez no tenía ni idea de lo que me iba a pasar”, cuenta el actual Nº82 mundial, el mejor brasileño del ranking. “Pero seguía yendo a mi Academia para verlos a todos entrenar. Cuando por fin volví a la cancha todo fue positivo, incluso mejoré como tenista. Al año siguiente tuve la mejor temporada de mi carrera. Ahora es mi deber devolverle a mi familia todo lo que me dio. Seguimos sin ser ricos, todavía necesitamos dinero para pagar facturas y poner comida sobre la mesa, pero al fin tenemos buenas condiciones para vivir”.