Martina Navratilova y Chris Evert. 36 Grand Slams entre las dos, con una simetría perfecta: están repartidos de forma equitativa (18 para cada una). Una de las mayores rivalidades de la historia del tenis que, además, llegó a trascender lo meramente deportivo. Con el recuerdo de grandes partidos en su retina, ambas charlaron durante largo rato en Instagram para recordar algún que otro acontecimiento que, sin lugar a dudas, marcaron la relación entre ambas.
Ahora ambas son miembras del Salón de la Fama del tenis, pero nadie conocía en su primer enfrentamiento lo que el destino les tenía guardado. Ese primer duelo se dio en Akron, Ohio (el lugar de nacimiento de Lebron James) en 1973, y se saldó con una victoria de Evert ante Martina por 6-3 y 7-6(4). Con el tiempo, ambas se medirían hasta en 79 ocasiones, con Navratilova llevándose el H2H por un pequeño margen: 43-37.
"Aquella fue la primera vez que te vi jugar. Estuve completamente deslumbrada. Nunca había visto una derecha con tanto topspin, nunca había visto un servicio de zurda tan sensacional, que me echaba de la pista por el lado del revés", rememoraba Chrissie con una sonrisa. Tendría que acostumbrarse a ver a esa joven al otro lado de la red. "Claro que me acuerdo de aquel partido. Mi objetivo es que no te olvidases de mi nombre (risas). Mi objetivo no era ganar el partido, no pensaba que pudiese, pero sí que creo que podía hacer de aquel duelo un duelo igualado. No estaba del todo segura, pero nunca se sabe", recuerda con cariño Navratilova.
Con el tiempo ambas acabaron compartiendo nacionalidad y experiencias en la Fed Cup. Y eso que Martina había nacido en la antigua Checoslovaquia, pero decidió abandonar su país a los 18 años, buscando prosperar y adquiriendo el pasaporte estadounidense. Todos los recuerdos se amontonaron cuando ambas, como compañeras de plantel, viajaron al país europeo con motivo de la disputa de la final de Fed Cup de 1986. No solo Praga las esperaba. "Puede que aquel fuese el momento más intenso de mi carrera. Fue un honor ser testigo de todo ello, de aquel viaje emocional por el que pasaste". Si Evert recuerda aquellos momentos como emotivos, imagínense una Martina que volvía a su país natal. "Todo fue muy agridulce. La final no se hubiese podido jugar si no me hubiesen dejado entrar al país. Fue algo que trascendió el tenis y el deporte; políticamente fue una declaración de intenciones. En aquella eliminatoria fuimos a la ciudad en la que me crié, os enseñé todo. Algunas de las fotos favoritas de mi vida son de allí, contigo y con Pam (Shriver), con mi madre y mi padre, dando un paseo por Revnice".
Estados Unidos emergió victoriosa en aquella final ante la Checoslovaquia de Mandlikova y Sukova. "Todas tocamos el trofeo, prácticamente con lágrimas en los ojos, y no te puedes hacer una idea del orgullo que siento al haber formado parte de todo aquello", le confesó Evert, emocionada. "No habría sido lo mismo sin ti. Fuimos capaces de estar ahí, la una para la otra. Probablemente, si echas la vista atrás, aquello hizo más fuerte nuestra amistad". Aquella amistad se forjó a través de viajes por todo el circuito, una convivencia en la que no podías aburrirte. "Solíamos jugar al Backgammon o al Boggle antes de enfrentarnos entre nosotras, sobre todo si había parones por lluvia".
La charla concluyó con unas sabias palabras de Martina a aquellas jóvenes que sueñan con ser tenistas algún día. "Haz lo que amas y ama lo que hagas. Si amas el tenis, genial, pero haz también todo aquello que ames. Esa mentalidad de campeona tiene que ser una parte de ti, no puede estar ahí de forma ocasional. Si asumimos que amas lo que haces, además, ten en cuenta que la calidad tiene que estar por encima de la cantidad. Simplemente da tu máximo esfuerzo cada día, en todo aquello que hagas".