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De la gloria al infierno hay mucho menos espacio del que cabría esperar. Así lo puede atestiguar Angelique Kerber, una jugadora que en dos años ha experimentado los sentimientos más extremos que pueden vivirse en el mundo del tenis. Su espectacular salto cualitativo en 2016, con dos títulos de Grand Slam en su haber, le permitió ascender al número 1 del mundo y recibió una atención mediática incomprensible para una mujer siempre discreta, humilde y trabajadora.
Los focos se centraron en ella y sus triunfos se convirtieron en obligatorios mientras que las derrotas eran fracasos inconcebibles. La propia Kerber perdió el foco de su carrera, sufría en pista al verse arrinconada por las críticas de la prensa y la presión de unos patrocinadores que invirtieron mucho y vieron cómo su gran apuesta se desinflaba por la resaca del éxito. Y es que en 2017, Kerber no pasó de los octavos de final en ninguno de los cuatro Grand Slams, terminó sin sumar ni un solo título a su palmarés cayó en primera ronda tanto en Roland Garros como US Open.
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Recibió el desdén de prensa y aficionados, condenándola a ser considerados sus triunfos como una casualidad y siendo relegada al ostracismo. Fue ahí cuando volvió a reencontrarse consigo misma. "Sufrí mucho en 2017. Apenas descansé después de mi exitoso 2016 y no esperaba tantas cosas como las que vinieron. He aprendido a decir no a algunas cosas y tomarme tiempo para mí misma. Mi gran objetivo es evitar que me pase lo mismo ahora que he vuelto a triunfar", comenta en declaraciones recogidas por Sports360, la flamante ganadora de Wimbledon 2018.
"Disfruté del número 1 pero hasta cierto momento en que las cosas se torcieron. Sentí que la gente me trataba de manera diferente y eso fue demasiado. La experiencia de todas las cosas buenas y malas que he vivido estos dos años me va a permitir gestionar mucho mejor todo. Creo que sin la crisis que experimenté en 2017 no estaría aquí hablando con todos como campeona de Wimbledon", desvela una Kerber que presenta a Wim Fissette como el gran revulsivo para volver a la élite.
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Curiosa la anécdota que cuenta el entrenador belga de su primer encuentro con Angie. "En ningún momento sentí que fuera a ser difícil trabajar con ella porque estaba dispuesta a volver a dominar y trabajar muchísimo para ello. Recuerdo que el primer día le puse un vídeo donde le mostré cómo quería que jugara en 2018. Eso nos ayudó porque supimos qué teníamos que trabajar desde el principio", desvela un Fissette que otorga gran relevancia a la mejoría física de su jugadora.
"Somos conscientes de que no puede limitarse a correr por la pista y explotar sus virtudes naturales. Su fuerza de piernas es increíble pero también debíamos trabajar para ser potente en el tren superior y poder imprimir más velocidad a sus tiros. Angie tiene que intentar dominar los puntos. Eso se vio ya en el Open de Australia, que fue un inicio de temporada fantástico", reflexiona un Wim Fissette que se ha ganado el respeto de todo el circuito WTA por su magnífico trabajo con Angelique Kerber. La historia del idilio profesional entre belga y alemana continúa.