Rafael Nadal debuta mañana en su 12º trofeo Conde de Godó de Barcelona, plaza en la que buscará su noveno título después de dos ediciones sin alcanzar siquiera las semifinales. Con la fantástica inercia de su victoria en Mónaco, el mallorquín afronta con ganas un certamen en el que por momentos ha llegado a triturar rivales uno detrás de otro. Su juego y sus consecuentes números a lo largo de sus 11 participaciones previas evidencian un idilio a la altura de Montecarlo y París.
La plenitud de Nadal sobre tierra batida ha dejado escritas páginas seguramente irrepetibles, incluso en un periodo de tiempo superior al que se estipula que debe pasar, por mera evolución física, para que alguien se acerque o amenace los récords conseguidos por Nadal. Barcelona, una parada que por momentos se vio como accesoria y desgastante antes de llegar a París, con tres Masters 1000 casi consecutivos para preparar bien Roland Garros, siempre fue para el actual número 5 un punto clave. Nadal siempre quiso jugar en Barcelona; era su club y las condiciones de juego debían ser aprovechadas incluso siendo muy exígido físicamente.
En cada gira de tierra, Rafa anunciaba que estaría en Barcelona, aunque comprimiese un calendario que podía pasarle factura a nivel de lesiones. Únicamente en 2010 se ausentó Nadal, alegando un cansancio importante. "Siento mucho no jugar en Barcelona, más que ningún otro torneo, pero este año tras la victoria en Montecarlo mi cuerpo me pide descansar. Siento en especial no jugarlo, lo repito porque me gustaría que se entendiese de verdad que así es, porque se juega en mi club y porque es mi torneo de casa".
Sobre todo antes, y también después, sus números y su rendimiento asustan. A nivel juego cuajó ediciones realmente sonrojantes por la diferencia que marcaba con sus rivales. En 2011, por ejemplo, aniquiló a Gimeno, Giraldo, Monfils, Dodig y Ferrer, ganando todos los sets (10) y dejándose únicamente 21 juegos por el camino, a cuatro juegos por encuentro. Su intensidad no era contrarrestable. Prácticamente se le consideraba invencible, rango que sobre una superficie concreta, y a ese nivel de dominio, sólo le ha pertenecido a él.
Sus números hasta 2013 son apabullantes: ocho títulos, 40 victorias y una derrota (ante Corretja, en 2003, con 16 años). Desde 2005 a 2013, sólo perdió dos sets, ganó 77 y en seis ediciones, cuatro consecutivas, de 2009 a 2013, salió vencedor sin sets cedidos; algo fuera de cualquier análisis. Rafa estaba por encima de cualquier circunstancia, siendo su margen de error implanteable para cualquier oponente. 2014 y 2015 significaron tropiezos muy sonados. Primero ante Almagro, después ante Fognini. Años complejos que pueden olvidarse con una nueva victoria, la que sería la novena en el Godó.