Las Wild Cards, objeto de polémica
Las oportunidades que se conceden a algunos jugadores son muy controvertidas


Si algo son estas tarjetas de invitación es, sin duda, especialistas en crear polémicas. Siempre las semanas previas a cada torneo, cuando se ultiman preparativos y los nervios de organizadores y fans están a flor de piel, también en los Futures y en los ITF, hay inquietud acerca de estas deseadas Wild Cards. Esos sitios reservados en los cuadros principales que son anhelados por muchos. Esas plazas que suponen a la par un reconocimiento y un voto de confianza. Más ácida es aún esa disputa en los grandes torneos.
Al margen de posibles sustituciones de última hora (lucky losers, LL), las WC son el único medio para entrar en un cuadro al que por tu ranking no eres apto (dejando para otro artículo las temidas y arduas clasificaciones). Como si de un reparto extraño y fuera de nuestro alcance se tratara sólo determinados grupos acaban accediendo a las mismas: jugadores locales, promesas, grandes jugadores que vuelven tras una lesión o llamativas incorporaciones de última hora. No hay margen para nadie más. Las WC se juegan ahí.
Estas tarjetas de invitación, pese a la inutilidad que pueden aparentar, son francamente jugosas y provechosas para los directores de los torneos. Tienen en sus manos dotar de mayor interés su competición, así ocurrió en el Open de Australia de 2010 donde la WC a la ex número 1 y campeona de Grand Slam Justine Henin logró alcanzar la final, donde cayó en tres apretados sets ante Serena Williams.
Es bien cierto, que numerosos torneos hacen un uso erróneo de las Wild Card pero, bien utilizadas, estas invitaciones pueden ser muy fructíferas. Sirva como ejemplo el torneo de Bali de final de temporada en el circuito WTA, donde participan únicamente 8 jugadoras: 6 entran de manera directa y 2 con WC; en este caso, las WC fueron para: Ana Ivanovic, posteriormente campeona del torneo, y Shuai Peng, una tenista de nacionalidad china. Con estas WC estos organizadores crearon un torneo con mucha mayor atención mediática, ampliaron con la representante china muchísimo su cobertura y qué decir de la participación de la serbia, ex número 1 del mundo, que acaparó portadas para un torneo que iba a pasar casi desapercibido. No cabe duda, les fue provechoso.
Decisiones arbitrarias
Pero, el debate de fondo se resume en la siguiente pregunta: ¿es justo que esto sea así? No podemos olvidar que esas WC ocupan lugares de tenistas que se han quedado al borde de la entrada directa en el cuadro. Eso siempre generará polémica y discusión. No obstante, también es cierto que organizar torneos es una ardua labor, que requiere un trabajo de muchos meses antes de la celebración del mismo; considero, suficientemente merecido un derecho de los directores y de las federaciones a poder decidir salpicar con algo más de emoción extra aquellos torneos que tanto tiempo y esfuerzos les ha robado.
En la mayoría de las ocasiones las WC van a parar a manos de jugadores que vuelven de una lesión (las Williams han sido maestras en estas artes) o a jóvenes promesas locales (algunos de los Grand Slam tienen la costumbre de otorgar WC a los campeones junior del torneo el año anterior). En ambos casos el resultado deportivo es cuestionable, por lo general suelen ser derrotados en primera ronda o poco más allá (como veremos en unas estadísticas más abajo), pero atraen al público y generan expectación, inclusive en los hoy importantísimos medios de comunicación. En definitiva, la jugada a los organizadores nunca les va a salir mal, si saben sacarle provecho.
Actualmente en los Grand Slam las WC a otorgar son 8 (excepto Wimbledon que sólo 7) y en los torneos profesionales ATP y WTA se reparten entre 2 y 5 dependiendo del tamaño del cuadro. Sí considero que podría debatirse acerca del número de las mismas. Quizás sea excesivo que uno de cada 8 participantes en un torneo ATP o WTA sea invitado por el torneo. La función principal, que hemos mencionado anteriormente, consistente en promocionar el evento en cuestión puede ser suficiente con 3. El excedente en número de estas WC queda patente cuando entre los propios Grand Slam se celebran acuerdos, tras de los cuales se encuentran las Federaciones (que no olvidemos, son las que organizan los cuatro majors), para otorgarse mutuamente WC a tenistas de sus países. A pesar de que este pacto fue una constante durante años, actualmente la Federación Inglesa se ha desvinculado del mismo. La firma de estos pactos es un claro síntoma para evaluar el exceso de WC. Mayor es ese exceso, si cabe, en los ya mencionados Grand Slam donde todos los top100 clasifican de manera directa y, es más, están obligados a asistir, excepto en caso de lesión; por lo que el reparto de WC en estos torneos se convierte en una suerte de mercadeo en el que se acaban otorgando WC casi únicamente a tenistas locales que difícilmente consiguen poner en apuros a ningún tenista de los clasificados directamente. De hecho, en la mayoría de los casos el enfrentamiento con un WC en primera ronda es considerado como un favor de la fortuna, que te pone una ocasión inmejorable para coger ritmo y encontrarse con el mejor juego de uno mismo.
Estadísiticas
Sirvan como ejemplo de lo dicho las siguientes estadísticas de las WC de los Grand Slam: sólo un 35,48% consiguen solventar la primera ronda (40 de las 62 caen en su debut), y sólo un 10% lo hacen a la segunda (es decir, únicamente 6 WC de las 62 otorgadas durante el año 2011 en Grand Slam alcanzaron más allá de la segunda ronda). El único resultado llamativo de las 62 logrado por una invitación sería la semifinal alcanzada por la alemana Sabine Lisicki en Wimbledon. En lo que respecta al año 2010, las estadísticas arrojan resultados similares aunque inferiores en efectividad de las WC masculinas (así en todo el 2010 en lo que respecta a los Grand Slams masculinos, sólo James Blake en el US Open superó la 2ª ronda, es decir, únicamente un 1,6% de las invitaciones concedidas ganó dos partidos).
Lo que es evidente es que este reparto siempre conlleva críticas. Unos no las consideran justas porque quitan su plaza a jugadores que por ranking debían entrar directos, otros están en contra en la manera de repartirlas, siempre suscitará críticas la decisión de a qué promesa se le da la oportunidad y a cuál no, en definitiva, el morbo y las presiones que rodean a estas tarjetas de invitación es mucho mayor de lo que trasciende a los medios. Se piden muchos favores y en numerosas ocasiones son verdaderamente sorprendentes a quiénes acaban siendo otorgadas, incluso para los propios beneficiarios. Pero no es algo necesariamente malo, la sorpresa y la suerte siempre han acompañados al deporte.
Muy reseñable es el caso del torneo de Madrid, que da una utilidad comercial-promocional a sus WC, de forma que en virtud de un acuerdo de patrocinio abre a votación en un conocido periódico deportivo nacional una encuesta para otorgar nuevas WC en el torneo. Arrasando siempre en las votaciones, dicho sea todo de paso, las jugadoras de origen asiático, en virtud del voto masivo que ejercen sus compatriotas. De la misma manera se otorgó una WC al joven japonés Nishikori con el único objetivo de ampliar la cobertura también al país nipón.
Concluyendo, es claro que el rendimiento deportivo de quienes disfrutan las invitaciones suele ser bajo (en todo el 2011 ninguna WC en Masters 1000 o Torneos Premier WTA ha alcanzado cuartos de final con la excepción de Maria Sharapova en Cincinnati donde tuvo WC por no haberse inscrito en el torneo por error), por lo general no tienen siquiera ranking suficiente para acceder de manera directa al cuadro principal, y de ahí la infravaloración y el recelo hacia las mismas. Pero, sea como fuere, las Wild Cards son ya parte del tenis. Sus beneficios son evidentes y, aunque cabría discutir acerca de la cantidad de las mismas, no me cabe duda de que sí son útiles e incluso me atrevería a decir que necesarias.